El tema fue examinado por diputadas y diputados de la comisión parlamentaria de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer en su tercer y último día de trabajo previo al V Período de Sesiones Ordinaria de la VIII Legislatura, que tuvo lugar el pasado miércoles 15 de julio.
De acuerdo con datos aportados por Yamila Fernández Pérez, jefa del Área de Cuadros de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la presencia femenina se ha ido incrementando desde que se crearon esos órganos de gobierno, en 1976.
En aquel entonces, apenas 192 cubanas eran delegadas a las Asambleas Provinciales del Poder Popular, lo que significaba el 17, 2 por ciento. En la actualidad, 643 delegadas cubren el 51 por ciento de esos espacios.
Hoy suman 293 entre las diputadas al Parlamento, para el 48,5 por ciento. Su presencia ha crecido en todos los niveles; sin embargo, a medida que se baja en los espacios de gobierno, el número va siendo generalmente menor.
En el mandato actual, por ejemplo, ellas están al frente del 37,6 por ciento de los Consejos Populares, a nivel barrial, además de conformar el 34,9 por ciento de los delegados a las asambleas municipales, ocupar 39,2 por ciento de sus presidencias y 59,5 por ciento de sus vicepresidencias.
Otros datos indican que nueve mujeres (60 %) presiden las Asambleas Provinciales y siete (46,6 %) ocupan el cargo de vicepresidentas a ese nivel.
Diputas y diputados de la comisión parlamentaria de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer reconocieron el papel creciente de las mujeres en los distintos órganos de gobierno, que se ha elevado exponencialmente cada año.
No obstante, Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) señaló que, independientemente de esos avances, todavía en el imaginario popular, en el propio lenguaje y otros espacios se sigue visibilizando más la imagen del delegado hombre y no se reconoce en toda su magnitud el poder de gestión y los resultados de las mujeres.
Investigaciones citadas por Álvarez dan cuenta de que, entre otras causas que limitan el acceso y aceptación de esos puestos por las propias mujeres, está la sobrecarga doméstica femenina, incluido el cuidado de personas ancianas y adultas mayores.
También la existencia de patrones y estereotipos de género que subestiman las capacidades de ellas y exaltan la idea equivocada de que los hombres son los más idóneos para dirigir, sobre todo a nivel de base, en el cual se demanda de gran movilidad y poder de gestión.
"No siempre las mujeres se autolimitan a la hora de acceder a cargos de dirección", señaló Álvarez, quien aludió a un estudio realizado a finales de la década del ochenta, según el cual también los hombres exponen causas relacionadas con el trabajo y la salud.
El sitio digital de la revista Mujeres, de la Federación de Mujeres Cubanas, reportó que en el análisis realizado por la comisión parlamentaria se insistió en que el acceso a niveles de dirección superiores constituye una de las prioridades de la política gubernamental para alcanzar la igualdad de la mujer.
"La promoción de la población femenina a cargos en el Poder Popular requiere de un mayor esfuerzo e intencionalidad, pues no solo depende del mérito y la capacidad, sino también del reconocimiento de la sociedad que debe elegirlas", suscribe Mujeres.
