El hogar sigue siendo uno de los principales espacios donde las mujeres sufren violencia

Yuliesky Amador Echevarria* - Red Semlac.- Un breve acercamiento a la Historia permite observar que existen temas sobre los cuáles nos cuesta trabajo escribir o emitir alguna opinión.


El asunto no gira en torno a que sean espinosos o reúnan características difíciles de asimilar por algún público exigente; el problema está en que se acercan a la llamada “sensibilidad humana” y es ahí donde comenzamos a pensar “con el corazón”, aunque de sobra sepamos que esta no es una función inherente a él.

Acercarnos al asunto de la violencia es y seguirá siendo una de esas cuestiones que terminan por convencernos de la necesidad de continuar construyendo una sociedad donde sus consecuencias desaparezcan por completo.

Son variados son los mitos que existen sobre la violencia intrafamiliar. Sin embargo, lo penoso de esta situación radica en que en la mayoría de los casos los vemos como conductas aparentemente “normales”. Constituye esta la razón que me lleva a mostrar algunos de estos mitos, apoyándome en la exitosa exposición que sobre ellos realizara la doctora Patricia Ares Muzio en su libro Familia y convivencia.

Se le ha dado demasiada importancia al tema de la violencia intrafamiliar. Muchos son los que piensan de esta forma, creyendo que en la actualidad se le da más importancia de la que realmente merece.

Es importante conocer que el maltrato es la causa más común de lesiones o daño en la mujer, pues las secuelas de la violencia doméstica producen altísimos costos al Estado y la sociedad en general. El 50 por ciento de los hogares padece de alguna forma de violencia y nuestra realidad cotidiana no escapa a ello.

Es natural la rivalidad entre hombres y mujeres; ha existido siempre. En cada familia o relación existen conflictos ocasionales o permanentes, pero no hay necesidad de resolverlos mediante la violencia. La Constitución de la República de Cuba es clara cuando afirma en su artículo 35 que “El Estado reconoce en la familia la célula fundamental de la sociedad y le atribuye responsabilidades y funciones esenciales en la educación y formación de las nuevas generaciones”. El maltrato es un crimen de abuso, poder y control. El golpeador habitualmente piensa que tiene el derecho de controlar a su pareja y/o niños por cualquier medio.

Las clases sociales bajas y las poblaciones marginales son las que más sufren la violencia intrafamiliar. Estudios realizados revelan que cuanto mayor es el nivel social y educativo de la víctima, sus dificultades para develar el problema son mayores.

La violencia intrafamiliar se produce en todas las clases sociales, sin distinción de factores sociales, raciales, económicos, educativos o religiosos. El nivel económico nada tiene que ver con la presencia o no de la violencia.

Entre los cónyuges no se puede hablar de violencia. Por lo menos una quinta parte de las mujeres maltratadas son forzadas a mantener relaciones sexuales durante el episodio de violencia o inmediatamente después. De la misma manera, son obligadas a realizar actos sexuales indeseados, los cuales aún y cuando se sostengan con la pareja oficial, si se realizan a la fuerza o en contra de su voluntad, tipifican como acto de violación. Nadie debe ser obligado a realizar acciones en contra de su voluntad.

El embarazo constituye un freno a la violencia. Frecuentemente hay un aumento de la violencia durante el embarazo. Cuando estas acciones suceden, resulta muy difícil que sean olvidadas por la persona agredida.

Generalmente los golpes se dirigen especialmente al vientre de la mujer, produciéndole un aborto u otras complicaciones.

Los hombres que maltratan a sus mujeres están enfermos y no son responsables por sus acciones. Aunque parezca increíble, los hombres que maltratan a sus mujeres o a sus hijos son, por lo general, sumamente seductores y agradables. También son excelentes vecinos y cumplidores en el trabajo.

Si realmente estuvieran enfermos serían violentos no solo dentro del hogar, sino también fuera de él. Pocos de ellos presentan alguna patología, solo 10 por ciento de los casos. Los golpeadores no están fuera de control y acusan a sus parejas de provocarlos. Este mito permite justificar la violencia, evitando que la sociedad sancione el maltrato.

Aunque los mitos antes mencionados no son los únicos, sí considero que están entre los más importantes, sin relegar a un segundo plano el resto. Nadie merece una vida de maltratos y sí vivir libres de violencia.

Los golpeadores comúnmente echan la culpa de su comportamiento a frustraciones menores, al abuso de alcohol o drogas o a lo que su pareja pudo haber dicho o hecho. La violencia, sin embargo, es su propia elección. No conocen maneras pacíficas de manejar su enojo. Estar preparados y conocer sobre estas cuestiones debe constituir una necesidad urgente y nunca ausente en nuestra sociedad.

Otros mitos y realidades sobre la violencia, que vale la pena enumerar:

El maltrato psicológico no es tan grave como el físico: FALSO. El abuso psicológico y emocional puede ser más dañino que el físico y pueden provocar un desequilibrio integral en la mujer.

Si se tienen hijos, hay que aguantar los maltratos por el bien de ellos: FALSO. Ser testigos de violencia doméstica tiene consecuencias graves sobre el bienestar emocional y la personalidad de las niñas y de los niños, máxime si se tiene en cuenta que es probable que en la edad adulta reproduzcan esta misma situación cuando establezcan relaciones de pareja, ya que aprenden que la violencia es un medio “normal” para solucionar conflictos. Ante la violencia, la opción más responsable es alejarlos de esa situación. Además, alrededor de la mitad de los varones que maltratan a su pareja, maltratan también a sus hijas e hijos.

Lo que ocurre dentro de una pareja es un asunto privado; nadie tiene derecho a meterse: FALSO. La violencia de género es un problema de todos. No es un asunto privado, ya que es un delito contra la libertad y la seguridad de las mujeres. Los delitos jamás son cuestiones privadas y todos debemos detenerla. No por ser parte de la familia, el agresor tiene derecho a agredir y dañar, esto está mal y es ilegal, las víctimas deben tener el apoyo necesario para que pierdan el miedo y denuncien.

Controlar y celar es sinónimo de amar: FALSO. Esta idea está ligada especialmente a los noviazgos violentos, en los que se inicia una relación que podría ser destructiva para la mujer. Debe erradicarse la idea de que los celos son muestras de amor. Son una forma de control y una manera de justificar la violencia.

Quien bien te quiere te hará llorar: FALSO. Quien te quiere te hará feliz y tendrá en cuenta tus sentimientos, opiniones y necesidades.

Un hombre no maltrata porque sí; ella habrá hecho algo para provocarle: FALSO. Esta creencia es una de las más arraigadas y supone afirmar que la mujer es la responsable del comportamiento violento del hombre. Ninguna mujer merece ser maltratada o golpeada. Los golpeadores comúnmente culpan de su comportamiento a frustraciones menores, a que tuvieron un mal día, a sus celos enfermizos o a lo que su pareja pudo haber dicho o hecho, pero la violencia es su propia elección.

Si una mujer es maltratada, la culpa es suya por seguir conviviendo con ese hombre: FALSO. No es válido responsabilizar a la mujer de la situación de malos tratos ni culpar a la víctima. Existen razones sociales, culturales, religiosas, económicas que mantienen a las mujeres dentro de la relación. El miedo es otra de las razones que las hace permanecer en sus hogares. Los peores episodios de violencia suceden cuando intentan abandonar a su pareja. También influyen las actitudes sociales, como la creencia de que el éxito del matrimonio es responsabilidad de la mujer y que las mujeres dañan a sus hijos si los privan de su padre, sin importar cómo este sea.

Cuando una mujer dice “no”, en realidad quiere decir “sí”: FALSO. Cuando una mujer dice NO siempre será NO. Así de simple

* Jurista. Profesor de la Universidad de Artemisa

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