Alina Carriera Martínez - Revista Mujeres.- Diversidad es un término que se emplea con frecuencia en nuestros días, en un noble esfuerzo, cada vez más logrado, por legitimarlo. Se reconoce lo diverso en todos los aspectos de la vida y negarlo sería absurdo.


Hay diversidad en la naturaleza, las culturas, las razas, en la orientación sexual, en los intereses personales, de idiomas, en la apariencia, en las capacidades, en los modos de vivir en familia... La diversidad llena el mundo.

En la batalla por formar personas más flexibles y respetuosas resulta incuestionable que algo se ha avanzado, pero aún queda un largo camino para conseguirlo. En ese sentido, la familia es la institución por excelencia para formar personas que no solo respeten las diferencias, sino que, además, asuman la diversidad y rechacen cualquier tipo de discriminación.

En ocasiones, cuando encontramos personas que tienen formas de ser diversas a la nuestra, la reacción puede que no sea coherente. Lo curioso es que si hay algo que nos caracteriza como seres humanos, es el hecho de ser diferentes unos de otros. Somos distintos por naturaleza, por lo tanto, ¿por qué nos cuesta entonces asumirlo?

Somos los padres y las madres los encargados de mostrarle a la descendencia el mundo real, para lo cual debemos formar conceptos en los que quepan todas las personas. Una mente abierta nace de un entorno de aprendizaje abierto. Los y las infantes están constantemente observando cómo los mayores lidian con distintas situaciones que se presentan, lo importante es que aprendan que la diferencia, si no perjudica a las personas, no es un problema, son solo puntos de vista que dependen de las diversas historias de vida, de los distintos contextos, de disímiles gustos o preferencias.

Criar en la diversidad

A diferencia del resto de las instituciones, la familia educa durante toda la vida y en todas las trayectorias. El seno familiar asoma a niños y niñas al mundo y en él obtienen sus primeros valores. No caben dudas de que todos los esfuerzos en la crianza de hijos e hijas van dirigidos a formar personas integrales, convencidas de la importancia de la justicia social y la igualdad de oportunidades y posibilidades.

La familia puede condicionar filosofías acertadas o desacertadas ante la vida e incluso buenas o malas prácticas para vivir. De ahí que debe ser un propósito educar en la diversidad, para la diversidad y desde la diversidad.

Resulta muy beneficioso crecer sabiendo que si alguien actúa de manera diferente no quiere decir que esté equivocado. Las marcas en la personalidad hacen que cada ser sea único, auténtico y especial.

Para lograrlo es posible que nos veamos necesitados de transformar concepciones para adaptarnos a la pluralidad. Lo primero es ser conscientes de las limitaciones que provocamos cuando criamos personas intolerantes y que es inevitable asumir la cultura de la diversidad.

Lo primero que se impone es revisar y cuestionar aquellas significaciones que consideramos «naturales», esa es una forma de empezar a trasmitir la inclusión en las diferencias.

También es importante conversar con las y los muchachos acerca de estos temas de manera desinhibida, lejos de enfoques cerrados. Ser partícipe de sus experiencias con compañeros y compañeras «diferentes», insistiéndoles en valorar las necesidades, posibilidades y potencialidades de cada individuo por encima de otras características menos definitorias. En esos intercambios podemos hacerles saber cuál es nuestra postura, pero dándoles la libertad de conocer que existen otras y que no por ser distintas son menos válidas.

Otra acción que podemos realizar es documentarlos acerca de la historia y cultura propias y de otros lugares del mundo, llevarlos a museos, ponerlos en contacto con el arte: la fotografía, la música, el baile, el teatro, historias de personas de diferentes culturas, comentar las noticias... Sentir amor por su cultura propicia el respeto por la cultura de los demás.

También podemos enseñarles a combatir los estereotipos, censurando cualquier comentario intolerante y/o prejuicioso. Convocarlos a ser originales y no meros reproductores de moldes establecidos. Permitirles explorar sus propios gustos, pensar y manifestar sus criterios sin encasillarlos. Educarlos en valores que fomenten el respeto y la aceptación.

Si desde el hogar logramos poco a poco posturas integracionistas y vamos debilitando la resistencia a los cambios, no solo iremos logrando la legitimación de lo diverso, sino también conseguiremos que las nuevas generaciones tengan mayor autoconfianza, autoestima y seguridad en sí mismos.

El respeto a las diferencias se ha instalado en nuestro tiempo como una cualidad altamente valorada, pues, definitivamente, sin diversidad el mundo sería bastante monótono.

Género
Mesa Redonda.- Como homenaje a Vilma Espín, en el aniversario 90 de su natalicio, Cubadebate enfoca su espacio en la Mesa Redonda de este martes al mostrar la participación en la batalla y los desafíos de la mujer cubana frente a...
Canal Caribe.- Este 7 de abril, cumpliría 90 años la Heroína de la Sierra y el Llano, #VilmaEspín Guillois. El pueblo cubano recuerda su impronta y ejemplo....
 Laura V. Mor (Fotos: Yaimi Ravelo) - Resumen Latinoamericano Corresponsalía Cuba.- “Rescatar la memoria histórica femenina” es el objetivo que llevó a la artista y cineasta cubana Marilyn Solaya a encarar el pro...
Lo último
La Columna
Palabras de Fidel
Gerardo Moyá Noguera*.- El invicto comandante Fidel Castro a su llegada a Caracas, el 23 de  enero habló a los ciudadanos congregados en la plaza aérea "El silencio" y nos dejó estás palabras: "n...
La Revista