Lidia Martínez se tambalea al ponerse de pie, pero mantiene firmes las ideas con las que fundó la FMC./ Lucía Muñoz

Lucía Muñoz* - Pikara Magazine.- Las combatientes, a pesar del anonimato, fueron claves para el triunfo de la Revolución. Coincidiendo con la visita de Obama a la Isla, dos de estas mujeres dedicadas a la lucha contra el imperialismo expresan su recelo ante posibles acuerdos.


 

La historia de Cuba se borda con sus hilos y agujas. Por el día, cosía para la alta burguesía. Por la noche, zurcía los uniformes para el Ejército Rebelde en Sierra Maestra. Hoy, a sus 92 años, Carmen Fiol es una de las “creadoras” cubanas – así se define ella por ser una diseñadora autodidacta- con más prestigio a nivel internacional, pero ese orgullo no es comparable al que desprende cuando habla de la lucha y la unión del pueblo que hizo posible la Revolución.

La primera ocupación militar de Estados Unidos en Cuba, tras firmar el Tratado de París de acuerdo con España, se llevó a cabo en 1899. Carmen aún no había nacido. Creció en una Cuba que no era para los cubanos y formó parte activa de la Revolución. Tuvo que mentir y esforzarse por pasar desapercibida ante su vecindario. Su misión no estaba entre las sombras de los montes, sino de cara al enemigo en la lucha clandestina. Primero lo hizo en Guantánamo, su ciudad natal, y posteriormente en La Habana. “Guantánamo fue un bastión muy importante en la guerra. Una noche fuimos a velar al jefe del movimiento 26 de julio que habían matado y había orden de que nos mataran halla donde nos viesen. Yo salí de una casa donde atendía a cuatro revolucionarios para velarlo con otra chica. Nos pillaron en el camino y nos preguntaron a donde íbamos, además de decirnos de toda “mala palabra” y que nos fuéramos. Al regresar, tuvimos que dar la vuelta por el bosque para que no nos pillaran. Sin embargo, al día siguiente, vinieron a buscarnos para preguntarnos qué es lo que hicimos”, relata Carmen.

Desde 1953, participó abriendo las puertas de su casa, improvisando un hospital para heridos y ayudó en el traslado de aquellas personas que se alzaron en la sierra. “Las tareas de la lucha clandestina eran muchas, pero muy repartidas. Aunque yo he hecho de todo, lo que más hice fue coser sus ropas. También he facilitado muchas veces un escondite en mi casa chiquita, pero marcada, muy marcada. Había que ser muy discreta”, recuerda Fiol.

Durante su batalla en la Revolución, Fiol no se sintió “ni más, ni menos que un hombre”. Era un momento de lucha y misión. “Mi familia no sabía nada de lo que estaba haciendo. Nuestra preocupación no era el machismo, que seguro que había, pero no tanto como ahora. El pueblo tenía un solo deseo: tumbar a Batista”. Carmen cuenta que en septiembre de 1958 se constituyó un pelotón militar femenino en Sierra Maestre con el nombre de Mariana Grajales (símbolo de las mujeres guerrilleras por su resistencia contra la ocupación española en el siglo XIX). Pero los nombres de las mujeres permanecieron en un segundo plano, incluso a veces de forma anónima, al no ocupar cargos dirigentes, lo que también supuso que las reivindicaciones de género quedaran supeditadas a la lucha contra la dictadura. Posteriormente, revolucionarias como Vilma Espín y Celia Sánchez, entre otras, lograron un reconocimiento por su lucha y valor.

Tortura sexista

Guantánamo fue uno de los rincones de la isla donde más se sufrió la ocupación de Estados Unidos. La famosa base militar, que aún hoy continúa siendo propiedad gringa, escondía las más grandes violaciones de derechos humanos. Los apresamiento y torturas a mujeres incluían abusos sexuales en las que muchas murieron desgarradas y desangradas de la violencia extrema. “Todavía tengo clavadas en la mente esas historias que además no podíamos denunciar desde la lucha clandestina, porque si nos cogían, nos mataban. Pero cuando lo pienso, me duele tanto como a ellas”, dice Fiol.

La época de la revolución fue muy dura, sobre todo para las mujeres. Los derechos básicos eran reservados principalmente para la burguesía. Durante los primeros años, era muy raro ver a las mujeres trabajando en empleos de cara al público (más aún en el caso de las negras), si acaso eran maestras y enfermeras. Como Lidia Martínez, de 90 años, que creció creyendo en la revolución por educación familiar: martiana y patriota. Enfermera de vocación y maestra de profesión, Lidia comenzó a dar clases en una pequeña escuela para adultos, pero también curaba heridas a los combatientes cubanos de la sierra en la clandestinidad. No temía por su vida, sino por las represalias que pudiesen toman contra su familia. “Estaba segura de lo qué hacía y por qué lo hacía, así que la unión llevó a la fuerza”, destaca.

A su aula asistían tanto mujeres como hombres, sobre todo de las clases más desfavorecidas y que no habían tenido la oportunidad de educarse. Sus alumnos eran adultos que básicamente aprendían a leer, escribir, sumar. “Lo más importante era poder educar a la gente para que fueran libres. La riqueza no te hace libre, sino la sabiduría”. Por eso, Lidia vio la importancia de promover la educación reglada entre las mujeres.

La lucha clandestina de las mujeres cubanas fue la base de una revolución, que cumplió con uno de los objetivos: “Convertir los cuarteles en escuelas”, señala Fiol. Y para ello, mujeres como Lidia Martínez tuvieron mucho que ver. “La propia revolución le dio la oportunidad a la mujer de ser y hacer, y precisamente la mujer demostró que podía hacer”.

Martínez salía al campo para promover el empoderamiento político de las mujeres, mientras recogían café en los campos./ L.M.

Lidia Martínez y Carmen Fiol son solo dos de los nombres de miles de las mujeres que lucharon en la clandestinidad por acabar con la persecución imperialista y la dictadura. Dos mujeres que vivieron el antes, durante y después de la lucha de un pueblo y que en sus 90 primaveras se mantienen activas en el apoyo al movimiento que gestó la Revolución bajo las órdenes de Fidel.

Medio siglo federadas

El 23 de agosto de 1960, apenas 19 meses después de la caída de Batista, se creó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) al fusionarse en una todas las agrupaciones femeninas revolucionarias. “Era una fuerza política más para el Gobierno revolucionario”, subraya Carmen Fiol, que fue una de las primeras mujeres en obtener el carnet. El objetivo de la misma fue crear mecanismos que posibilitarán la incorporación de la mujer en todos los ámbitos. Se promovió el empoderamiento de las mujeres, no solo en el ámbito económico, sino desde una perspectiva crítica y social. “Yo fui la presidenta de la primera Federación de Mujeres de Guanabacoa”, dice orgullosa Lidia.

Guanabacoa es uno de los municipios más grandes de La Habana. Sus campos de caña y café se quedaron en manos de las mujeres que, desde que cumplían los 14 años, podían afiliarse a la Federación. “Íbamos todos los domingos y allí trabajábamos. Además, recibíamos instrucción ideológica por parte de más mujeres. Siempre fueron actividades para masas y para el colectivo”, menciona la maestra, que ahora dedica todo su tiempo a su pasión por la poesía. Lidia Martínez mantiene vivas en su memoria las reuniones periódicas en las que visitaban centros para cuidar que no faltara la educación, la alfabetización y la enseñanza, como también la creación de escuelas campesinas. Incluso, a través de la Federación ya en 1961 se materializaron medidas pioneras como la nacionalización de las escuelas privadas, lo que dio lugar a la alfabetización de más de 70.000 adultos, de los cuales el 70% eran mujeres. De este modo, también incidieron en la solución de problemas de desigualdad y discriminación de las mujeres con la transformación de patrones culturales.

Sin embargo, los logros más destacables de la FMC se han quedado atrás después de 53 años de su creación. La institución bautizada por Fidel Castro, a pesar de estar categorizada como ‘Organización no gubernamental’, y con una sede en cada municipio cubano, no ha vivido cambios prácticamente y en todo momento se relaciona con la dirección nacional del PCC (Partido Comunista de Cuba), lo que impide establecer unos niveles de autonomía y actualizarse con el desarrollo de nuevas teorías feministas en la Isla.

¿Tiempos de cambio?

De Guantánamo a La Habana, la lucha clandestina de Carmen Fiol por el triunfo de la Revolución./ L. M.

Tras la visita de Barack Obama a la Isla el 21 de marzo, la primera de un presidente de la Casa Blanca tras el triunfo de la Revolución, el pueblo cubano ve cerca un cambio y una apertura que poco a poco se empieza a notar en síntomas como la llegada masiva del turismo. Sin embargo, quienes han vivido en piel y carne los años de la Revolución y los posteriores, ven con recelo y precaución los posibles acuerdos. “Aún ahora que parece que se va a arreglar no podemos olvidar la cita de José Martí: ‘Viví en el monstruo y conozco sus entrañas’”, cita Martínez.

El embargo comercial y financiero estadounidense se sigue respirando en Cuba, como obstáculo para el crecimiento económico, y para el día a día del pueblo cubano. Desde octubre de 1960, la escasez de alimentos, la falta de medicamentos y hasta de bolígrafos es una realidad cotidiana. “Estados Unidos tiene cerrado no solo su mercado, sino también el de todos sus socios a Cuba y si los demás países se saltan esta norma son sancionados, ¿quién va a querer poner su relación en riesgo con la gran superpotencia mundial? A los cubanos no nos queda otra que trabajar para seguir superándolo. Eso, antes que morir de rodillas”, afirma Lidia rotundamente.

Es un país herido por la colonización y con un patriarcado muy asentado en la sociedad, donde el machismo y su hiperbolización siguen formando parte de su cultura. Sin embargo, fue el primer país latinoamericano en conseguir la ley del divorcio, en 1918, y casi dos décadas después, en 1934, la mujer cubana obtuvo el derecho a poder votar y ser votada, aunque de forma limitada, en los procesos electorales, gracias a la unión de mujeres en diferentes federaciones y asociaciones. “La mujer cubana ha aprendido a ser muy independiente, pero educada para servir al hombre”, revela una vecina mientras charlamos en La Habana, dejando entrever la necesidad de dar paso a nuevas ideas feministas.

* Camarógrafa, periodista y flamenca. Me compré unas buenas zapatillas para recorrer el mundo y tengo un objetivo violeta para ver a través de él. Me decanto por escribir sobre mujeres y migración. Algún día, nos bañaremos en las playas de una Sahara Libre.

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