- Red Semlac.-  "La ICM es un lugar en Cuba donde las personas han podido sacar de sus gavetas, redescubrir y articular sus propias espiritualidades", asegura Elaine Saralegui, líder de esa iglesia en la isla.


El activismo por los derechos de personas homosexuales y transgénero llega a los espacios religiosos en Cuba. La Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) en el país caribeño surge bajo los presupuestos de la inclusión y el respeto a la diversidad sexual. Esta nueva comunidad de fe acoge a practicantes de distintas religiones y denominaciones del cristianismo.

En 2015 llegó la buena nueva de que el Grupo Somos y el Proyecto Abriendo Brechas de Colores, iniciativas que defienden desde el espacio religioso los derechos de personas homosexuales y transgénero en la isla, encontrarían un espacio de representación formal en una nueva iglesia.

La líder de esta congregación, Elaine Saralegui, ha dado a conocer los pasos para la institucionalización de ICM en Cuba y conversó con SEMlac sobre su quehacer.

¿Qué antecedentes consideras fundamentales para la existencia de ICM en Cuba?
Nosotros pertenecíamos a la Primera Iglesia Bautista de Matanzas. En esa iglesia, a petición de los pastores y con el apoyo de nuestra iglesia hermana de Estados Unidos, que tiene experiencia como iglesia inclusiva y abierta, hicimos un grupo de apoyo a personas de la comunidad LGBTIQ.
Al principio yo confieso que no estaba muy convencida. Empezamos cinco personas de esa comunidad, luego otras personas de distintas comunidades comenzaron a entrar y también empezaron a llegar personas de la comunidad LGTIB de Matanzas, creyentes y no creyentes.
Así surgió el Grupo Somos. Entonces nos iniciamos en trabajar las escrituras e invitábamos a especialistas para analizar cómo se trataban estos temas; también involucramos a algunos pastores de la comunidad y seminaristas. Luego comenzamos a hacer un trabajo más social y comunitario hacia cuestiones como el VIH, el activismo social. Surge entonces el proyecto Abriendo Brechas de Colores, con una perspectiva mucho más social. Talleres, debates, espacios habituales para la proyección de filmes, la realización de las Jornadas Socioteológicas en el Seminario de Matanzas, la participación en las Jornadas contra la Homofobia fueron algunas de las actividades y espacios que defendemos desde Abriendo Brechas.
El proyecto se iba a ver afectado desde las iglesias en las que estábamos, pues no todas tenían un ministerio totalmente positivo a la comunidad LGBTIQ. La nos asesora en estos temas desde hace algún tiempo, pues en el país no se aborda mucho la diversidad sexual desde la teología. Entonces decidimos formar la ICM en Cuba. Varios fueron los motivos, pero el principal fue no afectar la comunidad segura de las personas que conforman nuestra iglesia.
¿Cuáles crees son las principales fortalezas y retos de ICM en Cuba?
Las fortalezas están en que podemos formar parte de una institución en la que nos sentimos representados y que no solo trabaja los temas relacionados con la sexualidad y la diversidad sexual, sino que los apoya, es su sentir y razón de ser. Estos son los puntos positivos.
La ICM es un lugar en Cuba donde las personas han podido sacar de sus gavetas, redescubrir y articular sus propias espiritualidades. No ha sido fácil convivir con estas diversidades, pero no se trata de una lucha de dioses o espiritualidades; se trata construir un espacio sanador, constructivo, litúrgico. Este ha sido un trabajo pastoral muy intenso.
Queremos ser una comunidad fraternal y sanadora; en ese sentido hay que enfrentar el rechazo acumulado en las historias de vida. A nuestra iglesia llegan personas sobrevivientes del rechazo social, con derechos negados y con altos costos en su salud mental y física.
Los retos son muchos; el primero es que las iglesias no nos vean como una pseudo iglesia. Es importante aclarar que, a diferencia de otras la Iglesia Comunidad Metropolitana, no se forma por una cuestión doctrinal, por cómo entendemos la fe o por una cuestión teológica.
Nosotros nos conformamos como iglesias porque somos un grupo de personas que estamos entendiendo de manera diferente la sexualidad, la identidad de género y la espiritualidad. Por eso recibimos a personas de muchos lugares: bautistas, presbiterianas; incluso muchas de ellas todavía militan en esas iglesias y en la nuestra. Pero es muy importante la transparencia con la denominación religiosa de la que se proviene. Nos reunimos los viernes en la noche y las personas siguen en su iglesia y en la nuestra, porque también allí puede compartir lo que estamos haciendo.
Entre los desafíos también se encuentra levantar un discurso teológico al igual que lo hicieron en algún momento las feministas más osadas, que irrumpa al desencadenar el cuerpo y la sexualidad que había estado atrapada en una concepción tradicional, marginal, antinatural, dualista y no espiritual. Hoy día las teologías más liberales utilizan herramientas de las ciencias sociales, se estudia la Biblia desde la perspectiva de género y teorías postcoloniales, pero cuando llegamos al tema de la sexualidad creo que todavía quedamos atrapados en una posición medieval.
Otro de los desafíos que tenemos es invitar a la iglesia a que comience a hablar de sexualidad, pero también de espiritualidad, de sexo e identidades. Jesús sigue encarnando el ascetismo y el antiplacer en la iglesia tradicional, la masculinidad asexuada de Jesús sigue siendo la norma. Y no cabe duda de que los grupos que forman parte de la diversidad sexual y de las "comunidades desordenadas", al decir de la teóloga feminista Marcella María Althaus-Reid, forman parte de los cuerpos castrados de estos tiempos, mutilados por los preceptos sociales.
¿Cómo tú crees que estas experiencias están aportando a la lucha contra la homofobia?
Nuestra iglesia se entiende como una comunidad religiosa, con un trabajo hacia adentro y hacia afuera. Queremos una comunidad que sea luz para otras en estos temas.
Dicen que el aletear de mariposas puede provocar un tsunami. Por eso es que tratamos de trabajar con las personas, desde las experiencias. Primero porque son las personas quienes van a llegar a estos otros lugares no tan inclusivos y cuando se habla desde el corazón las personas son mucho más propensas a comprender y escuchar.
Desde un principio nosotros tuvimos muy clara la importancia de la incidencia social; a pesar de que algunas iglesias no entienden el vínculo entre iglesia y sociedad. Esa sí es una brecha que nosotros nos proponemos cerrar. Porque a veces en las ciencias sociales se nos ve a teólogos y teólogas como tontos que creemos en Dios y también la iglesia está muy atrasada en estos temas, cuando debería ser luz en vez de sombra. Por eso desde el principio nos vinculamos a instituciones como el Centro de Prevención de las ITS (infecciones de transmisión sexual) y el VIH en Matanzas, también con el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y con la SOCUMES (Sociedad Cubana para el Estudio Multidisciplinario de la Sexualidad), etc.
La experiencia de Abriendo brechas de colores es una fortaleza de la pastoral de ICM. Desde que somos ICM en Cuba, Abriendo brechas de colores continúa con la organización de las Jornadas Socioteológicas en el Seminario de Matanzas.
Este año incluimos, como parte del programa de la IX Jornada contra la Homofobia, que tendrá su sede en Matanzas el 16 y 17 de mayo, el festival de Teatro Rosa, un evento que reunirá del 26 al 27 de mayo a varias compañías de teatro con la presentación de obras que abordan la diversidad sexual.
También estamos organizamos para septiembre un taller de redes para reunir a activistas de diversos grupos, instituciones y organizaciones, con el objetivo de poner en común temas y estrategias.

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