Red Semlac.- La violencia de género en los espacios educativos supone una ramificación de los conflictos de género no abordada frecuentemente. La ausencia de investigaciones nacionales sobre el tema y los modos poco visibles de presentarse impiden muchas veces identificarla, calcular su magnitud real y hacer generalizaciones al respecto.


Sin embargo, es una forma frecuente y preocupante en que se manifiesta este problema. En busca de reflexiones, No a la Violencia invitó a tres profesionales de diferentes perfiles y áreas de desempeño. Esta vez responden a nuestras interrogantes la pedagoga Yohanka Rodney y las psicólogas Kenia Lorenzo Chávez y Yuliet Cruz.

¿Cómo se manifiesta el fenómeno de la violencia de género en los espacios educativos?

Kenia Lorenzo Chávez: La violencia de género en los espacios educativos se expresa entre niñas y niños, entre el personal docente, pero también entre adultos y el estudiantado en general. Expresa relaciones de poder desiguales cuando alguien abusa del poder personal, institucional o del respaldo grupal, para agredir a otra persona por su condición de género y/o por su orientación sexual.

Una de sus consecuencias más peculiares en el contexto escolar es que la violencia excluye a las víctimas de espacios de socialización educativa, lo que tiene consecuencias negativas para su aprendizaje (social y académico). A la vez, los/as victimarios/as desarrollan estrategias de agresión (física, verbal, social) que suelen ser sofisticadas. Estos mecanismos consumen tiempo y energía, con lo cual desvían del foco de su atención el aprendizaje académico, con implicaciones negativas para el rendimiento escolar, también en victimarios/as.

La violencia simbólica, que se ejerce desde los procesos educativos y desde la gestión escolar, es una de las menos visibles y las más dañinas. Las imágenes, frases y contenidos académicos que refuerzan los aportes de los hombres minimizan los de las mujeres y/o refuerzan estereotipos de género, van naturalizando desde la infancia los comportamientos, costumbres y normas en los que se sostiene el poder patriarcal.

Yohanka Rodney: La violencia de género es resultado de la desigualdad de género, losestereotipos y los papeles de género impuestos por la sociedadpatriarcal, que están presentes en el currículo actuante y oculto dediferentes formas, también en los espacios educativos.Se vincula a todos los actos discriminatorioscometidos contra mujeres, niñas, niños y adolescentes, que tienen comobase la diferenciación sexual. Puede identificarse en la asignación deroles tradicionales a uno u otro sexo, el contenido sexista de lostextos escolares y materiales didácticos. Además, incluye lasagresiones por identidad de género y orientación sexual.

Yuliet Cruz Martínez: La violencia de género es toda acción u omisión que tiene la intencionalidad de causar un daño y que tiene como trasfondo un desequilibrio de poder basado en estereotipos de género, en erróneas concepciones sobre la superioridad de las personas de acuerdo al sexo. Esto ocurre en todos los espacios de la sociedad y la escuela es uno de ellos. Pero es uno muy peculiar, porque a la vez que constituye una institución (por ejemplo, para el personal que trabaja en ella), articula un conjunto amplio y diverso de actores y tiene la finalidad de educar al estudiantado para la vida en sociedad. De manera que la violencia de género puede ser analizada en este contexto tanto desde la mirada al contenido y metodología de enseñanza-aprendizaje, como observando la dinámica de relaciones interpersonales, intra e intergrupales que en ella tienen lugar.

¿Cómo se expresa este tipo de violencia en las escuelas cubanas?

KLC: Desde las interacciones de niñas y niños, esta violencia tiene muchas manifestaciones. Una de ellas, en el plano de lo simbólico, es la segregación por sexo, que se percibe en los juegos y que suele ser reforzada con la intervención del personal docente (“esos juegos –por ser más activos, por ejemplo– no son juegos de niñas”). Lo mismo ocurre en la distribución tradicional de responsabilidades en el aula por parte de maestras y maestros (en Cuba son maestras en la mayoría de los casos): las niñas suelen barrer el aula o recoger los papeles y los varones son quienes reparan alguna cosa rota o hacen gestiones fuera del aula. Estas prácticas reproducen la división del sexual del trabajo y refuerzan competencias distintas para mujeres y hombres. Ellas se “entrenan” para dominar el ámbito doméstico y ellos van dominando de forma progresiva el espacio público.

También se percibe en la conformación de equipos académicos para la entrega de seminarios, en los cuales las niñas suelen asumir la responsabilidad por el producto del trabajo grupal. Muchas veces, ellas también terminan asumiendo parte del trabajo de los varones, con lo que reproducen actitudes de “protección y cuidado” que se refuerzan en las dinámicas de socialización, tanto en la escuela como en la familia.

Espiar a las niñas, intentar tocarles partes de su cuerpo, expandir comentarios sobre el comportamiento sexual de ellas son otros ejemplos de violencia sexual en las escuelas, que se expresan más hacia la adolescencia. Cuando las niñas expanden rumores sobre los varones o les envían mensajes frecuentes y ofensivos con intereses sexuales, también ejercen el acoso sobre ellos.

La violencia verbal entre niñas y niños,o entre docentes, refleja las dimensiones que ha alcanzado este problema a nivel social, comunitario y familiar. Son cada vez más frecuentes y violentas las ofensas construidas a partir de atacar la condición o identidad de género de las víctimas y/o que refuerzan el poder del/la victimario/a sobre la base en atributos que tienen que ver con su género/sexo.

Otro tipo de violencia que prolifera a partir del nivel medio de enseñanza, con el uso de celulares y la participación en redes sociales, es el ciberacoso. Para las familias y el personal docente en Cuba, esta es una práctica relativamente nueva, difícil de identificar y por tanto difícil de erradicar, si no se logra “leer” las señales emocionales que pueda estar trasmitiendo el o la adolescente afectada, en términos de angustia, preocupación, miedos, etc.

El bullying en general, y el bulliying homofóbico en particular, son problemas serios que enfrentan niñas y niños cubanos, ya sea como victimarios/as, víctimas o testigos. Especialistas cubanas han documentado este problema y actúan desde el propio sistema educativo generando conciencia sobre su gravedad y aportando herramientas para erradicarlo.

YR: De manera general se expresa en forma de intimidación, castigo,burlas, humillación, tratos degradantes, acoso, maltratos físicos yabusos sexuales, aunque no existe una investigación nacional quepermita referirnos a la magnitud del problema y hacer generalizacionesal respecto.

Puede ser ejercida por estudiantes, docentes u otrosmiembros de la comunidad educativa y ocurrir en el interior de laescuela, en sus dependencias, en el camino de la escuela, con motivodeactividades extraescolares y más recientemente mediante el uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs).

Estas formas de violencia se pueden manifestar durante el cortejo, lasrelaciones de pareja, las relaciones entre pares, las relacionesentre adultos y entre adultos y estudiantes.

Así, por ejemplo, un estudio realizado por la Cátedra de Género,Sexología y Educación Sexual de la Universidad de Ciencias PedagógicasEnrique José Varona, de 2014 a 2016, en una población de ocho grupos y un total de 233 estudiantes de cinco facultades, arrojó quelas situaciones de violencia de género se producen en el marco de lasrelaciones de pareja, el grupo de pares. Las prácticas más comunesson la violencia verbal y la física, fundamentalmente. Siendosignificativo que los varones reconocieran la violencia económicaentre las formas que más les afectan.

YCM: Según mi experiencia, este tipo de violencia toma diversas formas. La puedes ver, por ejemplo, si miras la escuela desde el punto de vista institucional; entonces encuentras que en un sector eminentemente integrado por mujeres (maestras, directoras, metodólogas) se reproducen estilos de dirección y mecanismos de trabajo propios del patriarcado, autoritarios, con horarios que desconocen que la trabajadora/el trabajador tiene además una familia, etcétera.

En la educación preescolar no encuentras hombres y es imposible pensar que no haya ninguno interesado en ello, de modo que se reproduce el estereotipo de que las mujeres somos las cuidadoras, educadoras por excelencia de los más pequeños. En otro plano, si lanzamos una mirada general al currículo de la educación básica, es evidente que la presencia de las mujeres en los libros sobre historia o ciencias es mínima, que no se habla de feminismo ni de patriarcado, es preciso que todo ello se problematice en los trabajos investigativos.

Si analizamos la dinámica que se da entre los diferentes actores de la comunidad educativa, he sido testigo de bullying (cuando la violencia es entre pares y sostenida en el tiempo) homofóbico, he presenciado distribuciones de roles por parte de maestras para asumir actividades relacionadas con la convivencia (limpieza, organización, comunicación con otros grupos), que reproducen estereotipos sexistas. Además, me preocupan enormemente estilos de relaciones de parejas entre adolescentes que aún en estos tiempos son machistas, opresores con las muchachas.

¿Cuáles podrían ser algunas posibles soluciones y acciones para erradicar este tipo de violencia en Cuba?

KLC: Algunas de las posibles soluciones serían promover, en el marco del actual debate constitucional, el carácter inclusivo y no sexista de la educación en Cuba, realizar campañas de bien público para que la ciudadanía conozca los derechos de la infancia y los principios de no-discriminación que rigen al sistema político cubano, con el propósito de generar conciencia en familiares y docentes de aquellas prácticas que vulneran esos derechos. También ajustar estas campañas a niñas, niños, adolescentes y jóvenes, para que puedan identificar y denunciar cuándo están siendo violentados sus derechos.

Además, se podría introducir de forma sistemática y coherente la formación de género en el currículo de las carreras pedagógicas, profundizar la preparación del personal directivo y docente de todos los niveles de enseñanza y desarrollar investigaciones que documenten el problema de la violencia en sus diferentes manifestaciones, en distintos niveles de enseñanza y territorios.

Creo que también se podría trabajar en fortalecer las organizaciones estudiantiles para que comprendan la magnitud del problema de la violencia de género, sus causas, consecuencias y el rol de prevención y denuncia que pueden jugar estas organizaciones.

YR: Los docentes pueden desempeñar un rol importante en la vida de susestudiantes en el momento en que inician las relaciones de noviazgo,por ello deben estar alertas ante los síntomas de violencia en lapareja. Su guía trasciende el aula y puede contribuir a promovernuevas formas de relacionarse, alejadas de las normas tradicionalesque legitiman el poder masculino y la subordinación femenina.Aprovecha todas las posibilidades para rectificar mensajes inadecuadosy guía la reflexión hacia la búsqueda de mensajes positivos. Por ellohay que trabajar la idea de masculinidad y desechar sus conceptostradicionales, contrarios a las relaciones de respeto,igualdad, equidad y autonomía; promover modelo de afecto y respeto frente a manifestaciones de violencia y control. Potenciar la resistencia a presiones socialescomo las burlas, aislamiento, descalificación y desarrollar nuevosmodos de ser y hacer que lleven a convivir en igualdad, con valores ysentimientos compartidos.

YCM: Habría que partir de revertir algunas de las situaciones identificadas en la respuesta anterior. Es importante que cada institución educativa abrace un proyecto específico de prevención de la violencia, con una línea de trabajo dedicada a la violencia de género. Esa estrategia o proyecto debe involucrar a todo el sistema de la comunidad educativa y, dentro de él, me parece clave que el estudiantado se involucre activamente (tengo experiencias con niños y niñas de cuarto grado que se han entrenado para mediar en conflictos entre pares y son capaces de hacerlo muy bien, lo que demuestra que desde la primaria se puede hacer mucho desde el protagonismo infantil).

Una acción relevante dentro de esta propuesta es la formación del profesorado en estos temas, que debe ser no solo teórica, sino también vivencial, además de sistemática y actualizada.

Creo que las diversas organizaciones que conforman nuestra sociedad deben trabajar más de cerca con la escuela en este sentido (la Federación de Mujeres Cubanas es una clave) y aquellas que están integradas al funcionamiento mismo de las instituciones educativas (como la organizaciones de pioneros, estudiantes de la enseñanza media y de la universidad) podrían tener mayor protagonismo en este trabajo por la equidad, la prevención y tratamiento de la violencia de género.

Pienso que no debe dejarse sola a la escuela en este empeño, sobre todo en una sociedad como la nuestra. Por ejemplo, los medios pueden tener un papel clave en la sensibilización de las personas y en la visualización de alternativas, soluciones, etc. Reconozco que se ha ganado terreno en este sentido, pero aún echo en falta campañas de bien público sobre este tema, que sean realmente creativas, impactantes, retadoras. Habría que dar a conocer aún más la ruta crítica para tratar los casos de violencia de género y, en particular, la que tiene lugar en las escuelas.

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