Lisandra Fariñas Acosta. Especial para SEMlac.- “El gran cambio que la región necesita con urgencia está en acelerar el logro de los derechos en salud sexual y derechos reproductivos”. La afirmación fue una de las abrumadoras conclusiones de la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, celebrada en días recientes en Lima, Perú;


y que colocó sobre la mesa de diálogo, una vez más; la triste paradoja del ciclo de la desigualdad en este lado del mundo.

Como punto de encuentro, en cada una de las intervenciones, desde las políticas hasta las de la sociedad civil, la urgencia de cerrar las brechas de género para poder avanzar en la implementación de la agenda del Consenso de Montevideo se erigió como un denominador común.

En el área de la salud sexual y reproductiva, fue absoluto el reconocimiento de que todavía existen barreras de acceso a la anticoncepción de los adolescentes y los métodos más eficientes aún no están disponibles para la mayoría; que el involucramiento de los hombres en este aspecto es insuficiente y la educación integral de la sexualidad (EIS) está muy lejos de ser universal y ofrecerse adecuadamente. La violencia en todas sus formas preocupó de manera generalizada ante la persistencia de patrones culturales discriminatorios.

El impacto de la misma en la vida de las personas, con su clara relación en la persistente violencia contra las mujeres, destacó como una preocupación compartida en la región y una problemática transversal que requiere un abordaje integral. Apenas algunos ejemplos de una agenda que deja claro que hay interés y necesidad de abordar estos temas. Sin embargo, no parecen ser estas historias las “privilegiadas” en los espacios informativos o de análisis de los medios de prensa; que suelen salir a la luz en fechas señaladas, y permanecen las más de las veces ausentes de las agendas mediáticas.

¿Será que los periodistas no estamos suficientemente conectados con las fuentes para poder ser eficientes en la materia, sobre todo en medio de las amenazas que supone simplemente “hablar” de los temas?, fue la pregunta que debatieron más de una docena de profesionales de la comunicación y la prensa de la región en un Taller previo a la Conferencia, organizado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Uno de los mayores desafíos es que, justamente estas historias, logren sortear la avalancha de desinformación y malos entendidos que conforman el día a día; y se logren abordar de manera integral. Se trata, para muchos, de lograr generar un contenido que sea periodísticamente interesante para los lectores, y evitar que pululen los comentarios y noticias falsas.

Abordar dichos temas en varias ocasiones termina centrándose en el ámbito de la moral y la ética, y la balanza se inclina a posiciones defensivas, y desequilibra la importancia que tiene informar sobre el asunto y hacerlo de la manera más abarcadora posible. Para Esteban Caballero, director regional para América Latina y el Caribe del UNFPA, “no se puede comunicar desde la perspectiva de un grupo determinado, solamente tratando de reforzar nuestras creencias, se debe tener un trabajo de convencimiento, persuasión.... El consenso tiene que construirse y tiene que construirse sin arrogancia”.

En ese diálogo, ejemplificó, participa quizá una serie de personas que está a lo mejor participando en las llamadas “marchas por la familia”, “pero lo está haciendo a lo mejor porque el pastor o el padre le dijo: esto es bueno, y no sabe ni exactamente por qué. Las personas tienden a aceptar con mayor facilidad aquello que conocen y no lo nuevo, por lo que cuanto más se reconozcan el diálogo y la persuasión, en lugar del encierro en nuestras posiciones, más podremos avanzar”. Justo en los modos de comunicar estos y otros temas colocó la mirada María Antonieta Alcalde Castro, Directora de la Federación Internacional de Planificación Familiar.

“Tenemos que salir del esquema de hablar de cómo se conforma la familia y pasar a hablar de lo que pasa dentro de la familia, cómo aquellas que deciden sobre el número de hijos que van a tener y planifican, son aquellas que comúnmente pueden darles luego una mejor educación, una mejor salud. Lamentablemente el mayor peso de la violencia contra los niños, de la violencia sexual, pasa en el marco de las familias, entonces también hay que hablar de los problemas que se viven dentro de estas. Hay que hablar sobre de qué sirve tener un papá y una mamá si hay violencia intrafamiliar, porque si hay violencia contra los niños, no hay seguridad… El tema central aquí no es cómo está conformada la familia, es cómo logramos que la familia sea un espacio de bienestar, de desarrollo.

Lo que necesitamos pensar es cómo nos salimos de los espacios acorralados, de las opiniones preformadas que nos acusan de antifamilia y comenzamos a hablar de esos otros temas”, dijo. En ese sentido subrayó que se necesita mucha ayuda de los medios, de los periodistas, de los profesionales de la comunicación, “para que no nos acorralen en esos espacios. Tenemos que establecer alianzas con otras organizaciones, y estamos seguros de que tenemos muchos puntos en común con otras organizaciones; solo que nos sentamos a conversar desde un marco donde se nos pone enseguida a pelear, y lamentablemente son los medios de comunicación muchas veces quienes establecen el ring”, expresó. Y si bien la función elemental de la prensa es poner sobre la mesa de debate todas las partes de un conflicto, muchas veces ello no se logra, en tanto la prensa se queda con frecuencia en el registro del hecho diario que consume el día a día en las redacciones.

No obstante, la complejidad para acceder a argumentos que permitan refutar ciertas posiciones se torna en el panorama mediático muy complejo, sostienen numerosos colegas. En torno a los temas de salud sexual y reproductiva, una de las características actuales del debate viene a ser con frecuencia la “cientificidad”, es decir la legitimidad de las fuentes y el “aval científico” que posea para abordar tópicos tan complejos como identidad de género, o la propia educación integral de la sexualidad; unido a la disponibilidad de datos. “Si los grupos conservadores dicen: la educación sexual promueve la homosexualidad; salimos a buscar los estudios que lo niegan, es decir, actuamos dentro de los marcos que ellos nos imponen. Si dicen: todas las mujeres vestidas de violeta son unas prostitutas, salimos de inmediato a negarlo.

Es decir, todo nuestro discurso está montado sobre el de ellos, sobre el marco que estos grupos nos imponen, reaccionamos en sus términos. Por supuesto que nos cuesta encontrar los estudios que refuten; porque los estudios serios lo que dicen es que la educación sexual promueve las decisiones informadas, las relaciones más equitativas entre pares, contribuye a disminuir las infecciones de transmisión sexual y el embarazo adolescente. Pero no dicen que no promueven la homosexualidad porque es un absurdo”, ejemplificó la feminista mexicana Alcalde Castro. El gran desafío — que incluye a los medios de comunicación — es cómo movernos del marco, cómo salirnos de ese esquema.

“El tema aquí es que hay bullying homofóbico en las escuelas, suicidios, violencia hacia las mujeres; y eso es lo que previene la educación sexual y el tema de equidad de género. La EIS permite educar en valores a la sociedad y esta región lo require con urgencia, para construir sociedades incluyentes y no violentas, y dentro de esta la perspectiva de género no es opcional, sino urgente”, dijo. Las dinámicas que imponen las redes sociales, atiborradas de información no siempre confiable, da al traste con frecuencia con la insuficiente especialización de muchos periodistas en el momento de abordar estos temas; en tiempos donde la gente suele prestar más atención a un tuit que a un análisis o artículo de profundidad.

A ello se suma que los temas de población— quizá por su complejidad y la no comprensión de su trascendencia para el desarrollo— no siempre son vistos con la relevancia que tienen como ejes transversales a todo lo demás que sucede en la sociedad. Podría decirse que tenemos muchas historias y realmente no hemos sido buenos para comunicarlas. Por otra parte, salta a la vista un viejo debate: la imparcialidad. ¿Cómo serlo cuando hay tantas luchas que defender porque es lo correcto, lo humano? Los medios no deberían convertirse en meras cajas de resonancia, hay que poner un extra, cotejar datos, indagar, analizar. Pero también y por qué no, estar del lado bueno, que quiere decir simplemente no darle espacio a los discursos de odio así sin más.

No se trata de anular las maneras de pensar, sino de contrastar, y buscar el modo de construir consenso. Quizá no tengamos, quizá América Latina y el Caribe no tengan una oportunidad como esta, y nos toca contar su realidad, como un modo decisivo de cambiarla.

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