Covadonga Díaz Sola - Ameco Press.- A lo largo de los años, la variable “género” ha sido utilizada en distintos estudios e investigaciones para llevar a cabo una reflexión sobre la realidad, atendiendo a las desiguales relaciones de poder construidas social e históricamente entre los sexos. Siguiendo esta línea, los análisis sobre la presencia femenina en los libros de texto cobran protagonismo.


Los más actuales muestran cifras alarmantes que subrayan la poca representación en solitario de las mujeres en materiales educativos, o cómo el número mujeres representadas bajo nombre propio es mucho menor al de los hombres.

Sin embargo, la evidente discriminación en los contenidos educativos atiende también a otros parámetros: la ausencia de aportaciones femeninas al desarrollo social y cultural, el número de imágenes masculinas frente a las femeninas, así como un mayor uso del género masculino en ejemplos y textos y la asociación de los personajes femeninos a actividades y rasgos que las clasifican y estereotipan.

“Las mujeres no han sido protagonistas de nada, ni de la cultura ni del desarrollo social. A partir de ahí es más fácil menospreciar a la mujer, que ella tenga más deudas sociales y que sea más sencillo cosificarla. Y de la cosificación a la violencia no hay nada, eso es lo tóxico de esa carencia”, afirma Ana López Navajas, profesora de Lengua y Literatura, investigadora y asesora de Coeducación e Igualdad.

En este contexto, los resultados de las investigaciones convergen siempre en un mismo punto: la indudable discriminación por sexo patente en los libros de texto.

“No percibimos su ausencia porque nos han educado en un canon cultural androcéntrico. Nos transmiten un panorama cultural parcial como si fuera universal, pero no lo es, falta el 50 por ciento de la población. Este es el gran fraude de la educación, que es el elemento fundamental de transmisión cultural”, continúa López Navajas.

Por otra parte, Joana Bonet Camprubí, licenciada en Filología, periodista y escritora, no sólo hace referencia a la desigualdad existente en los contenidos de los libros, sino también al escaso número de premios y reconocimientos que se otorga a las mujeres.

“De los 46 sillones que componen la Real Academia Española (RAE), únicamente 8 son ocupados por mujeres”, lo que lleva a la reducida cifra de un 17,3 por ciento de representación femenina.

Además, en lo que a Premios Cervantes se refiere, tan sólo el 10 por ciento han sido entregados a autoras femeninas. Y lo mismo ocurre con los Premios Nobeles de Literatura: de 114, solo 14 residuales han reconocido a mujeres.

“Todo esto se debe, sin duda alguna, a la invisibilización de las mujeres intelectuales y la discriminación histórica que han sufrido, no sólo en nuestro país, sino también en un contexto

GÉNERO Y COMUNICACIÓN

Mujeres y visibilidad

internacional. Ha habido muchas mujeres que han construido y construido, y su memoria ha quedado diluida”, afirma Bonet.

La representación de las mujeres en los manuales educativos

Un estudio realizado por Judit Gutiérrez Sánchez, historiadora feminista, indica que las mujeres llegan a alcanzar, como mucho, un 16,3 por ciento de presencia en los libros de texto, frente a un 83,7 por ciento de representación masculina.

Además, de entre las representadas, tan sólo un 7,6 por ciento -frente al 67 por ciento masculino- son mencionadas con nombre propio. Por otro lado, las imágenes impuestas en los materiales escolares son también reflejo de la brecha discriminatoria.

En la mayoría de casos, las mujeres como centro de una ilustración son poco usuales. Éstas casi siempre aparecen ligadas a una imagen masculina -ya sea su pareja, padre o hermano- o formando parte de un colectivo mixto.

Además, cuando aparecen, lo hacen representadas bajo un contenido sexista que vuelve a ejemplificar dicha desigualdad, siendo excluidas de los estamentos privilegiados o clasificándolas directamente en estratos sociales bajos.

El caso de las profesiones adquiere también especial relevancia. Un estudio elaborado por Nieves Blanco analiza los distintos oficios que aparecen representados en los libros y revela su distribución por sexo.

La idea de profesión se ha masculinizado en los contenidos educativos, ligando directamente el ejercicio de la política, militancia, ciencia o cultura al género masculino y clasificando la actividad de las mujeres al religioso o del aprendizaje.

Además, esta separación sexuada hace también una distinción entre la esfera pública y privada, relegando a las mujeres al segundo ámbito y relacionándolas con actividades y prácticas domésticas.

“No es solo que los varones son nombrados en los textos con mucha mayor medida que las mujeres, sino que se transmite que su contribución específica a la construcción del mundo es de mayor relevancia”, puntualiza Gutiérrez Sánchez.

Por otro lado, la discriminación viene también reflejada en las acciones desarrolladas por los distintos personajes. En el caso de los personajes masculinos, éstos casi siempre adquieren mayor protagonismo, participando en acciones que reflejan jerarquía o poder.

Además, en la mayoría de textos, su actividad viene caracterizada por verbos que aluden a dominación, como son “conquistar, expandir, aconsejar o comprar”. A las mujeres, por el contrario, se las vincula con otros relacionados a actividades domésticas o religiosas: rezar, hilar, cuidar, etc.

Por último, la escasez de reconocimiento está también presente en la falta de inclusión de personajes femeninos relevantes, siendo muy numerosos los casos en los que las mujeres quedan tras la sombra y la firma de los hombres.

“Si no ha habido, no se pueden inventar”. Esta frase precede el argumento de muchos detractores a incluir a las mujeres que llevaron a cabo labores trascendentales en sus respectivas épocas.

“Eso es puro desconocimiento, fruto de esa visión androcéntrica que hace que creamos que, por ejemplo, los únicos grandes maestros en pintura han sido hombres. Cuando les hablas de Artemisia Gentileschi o Sofonisba Anguissola, no las conocen”.

Los personajes femeninos relevantes existen, pero nuestra cultura demediada no las reconoce. “En los libros deberían aparecer mujeres como la química Stephanie Kwolek, creadora de la fibra Keviar".

Medidas y soluciones

“La incorporación y reconocimiento del talento femenino es uno de los componentes principales para lograr erradicar esta desigualdad”, afirma Bonet.

Con ello, asegura que lo más importante reside en dar voz y visibilidad a las mujeres, establecer un canon cultural que las incluya como figuras representativas.

Además, la revisión de la historia es otro aspecto que adquiere especial relevancia. A lo largo de los años, se nos ha ido inculcando una realidad que dista de ser totalmente verdadera.

Por un lado, existe una parte silenciada de esa realidad: la protagonizada por mujeres. Por otro, se ha demostrado que algunas referencias que nos han llegado han sido alteradas, ofreciendo una imagen distorsionada de la misma.

“Un ejemplo es el mito de Cleopatra. Ahora, una biografía inspirada en fuentes arábigas rompe con el estereotipo que se le impone de mujer bella, seductora y libidinosa. Era una imagen de poder y punto”, señala Bonet.

En esta línea, los estudios de género cuentan con un papel importante. “Se necesita avanzar mucho en este tipo de estudios para rescatar a mujeres físicas, científicas o artísticas e incorporarlas en libros de texto; ir más allá de Marie Curie”, advierte la periodista.

Además, el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades 2018/2021 prevé también impulsar una orientación no sexista, basada especialmente en la formación del personal docente y la eliminación de estereotipos de género basados en el lenguaje, tanto verbal como visual.

En referencia a esto, Gutiérrez defiende que “la legislación, en todos los ámbitos relacionados con la educación, apoya la igualdad, pero esta no se produce. Es necesario que el profesorado asuma responsabilidades”.

Si bien es cierto que queda mucho trabajo por delante para lograr una igualdad real en las aulas, Bonet establece que se empieza a observar una evolución de conciencia social.

“Desde el punto de vista académico, a mí alguna vez me han pedido algún fragmento para incorporarlo y analizarlo desde una perspectiva de género”, lo que deja entrever una actitud más colaborativa.

Por todo ello, resulta de gran importancia continuar instaurando esta concepción en la sociedad y, para ello, intervenir en la base de la misma, la educación.

“Si nos enseñan una visión del mundo sin mujeres, un mundo repleto de protagonistas masculinos que realizan grandes descubrimientos y hazañas para la humanidad, nos están enseñando un mundo en el que la mujer no cuenta. No es justo que nos despojen de nuestra memoria, nuestra identidad y nuestra historia”, concluye Gutiérrez.

“Sin duda alguna, la importancia de darle la voz a las mujeres y establecer un canon cultural donde se les incluya es clave”, señala Joana Bonet.

Algunas editoriales empiezan a presentar síntomas de colaboración y concienciación a este ámbito, como ocurre con SM o Santillana, que se muestran dispuestas a aumentar las menciones femeninas en sus libros de texto.

También la Generalitat de Valencia y la Junta de Andalucía instan a promover materiales educativos que agranden la presencia de las mujeres en los contenidos educativos. “Se podría llegar al 35 por ciento en asignaturas históricas, pero en otras como ética podrían superar el 50 por ciento”, afirma López Navajas.

El proyecto TRACE, impulsado en 2009 por la asesora de coeducación para la investigación de referentes femeninos, continúa a día de hoy con la creación de una base de datos de personajes relevantes femeninos destinados al profesorado y editoriales con el fin de corregir tal situación.

“Nuestro objetivo es mostrar que existe memoria compartida cultural en la que mujeres y hombres hemos participado de forma similar para construir la sociedad que tenemos”, concluye López Navajas.

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