Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- Significo mi convicción de que las nuevas generaciones son/serán mejores que sus predecesoras. He aquí la razón por la cual, en medio de una nebulosa alrededor del Caso La Joven Cuba, no vacilé en escribir que  doy crédito a la pujanza de ese segmento de Mujeres y Hombres en todas las épocas; al tiempo que recordé que cuando me encontraba en los años equivalentes a ese período del desenvolvimiento humano, no fueron pocos los sinsabores que tuve que enfrentar por mi rebeldía ante lo que consideraba incorrecto —con su inseparable cuota de ímpetu más-menos realzado.


Entretanto, he sido/soy testigo de expresiones que intentan acuñar una diferencia antagónica entre adultos y jóvenes. Así, puedo citar manifestaciones como las que siguen: “En mi tiempo, éramos más educados y trabajadores”. “Por el camino que vamos, el futuro del país está perdido” —con otras muchas, por un lado. En contrapartida, están afirmaciones como las que continúan: “A estos viejitos, no hay quien los soporte”. “Fulano/a debía jubilarse; ni cuenta se da de que ya estorba”. Y advierto que en ello existe algo de verdad, puntualmente y/o con una cuota de desdén.

Felizmente, no hallo que tales pasajes de la vida sean los predominantes: sostengo que predomina la concordia relativa a escala familiar, institucional y de la sociedad en todo nuestro archipiélago nacional. Pienso, por ejemplo, que en las Universidades cubanas hay mucho respeto por los Profesores/as que a lo largo de los años han venido dando lo mejor de sí, muy al margen de abultadas dificultades; mientras que respiro reconocimiento por Docentes que emergen con notable y evidente vigor. Sin embargo, me acompañan algunos hechos y planteamientos que no debo pasar por alto.

En mi mente ronda que a mediados de la pasada década de los noventas, justo cuando emergía este difícil y glorioso Período Especial, parecía que en determinados puntos de nuestra geografía Dirigentes veteranos/as tenía que desaparecer de la conducción del proceso revolucionario y dar lugar casi exclusivamente a bisoños —al margen de la aceptación indiscutible y afortunada del Liderazgo Histórico de la Revolución Cubana encabezado por el Comandante en Jefe Fidel Castro.

Como botón de muestra, puedo certificar que en mi Camagüey en aquella altura tal acontecer trajo consigo que el péndulo político girara de uno a otro extremo; que los resultados negativos de ello se pagaron con crece; y que, no obstante, en la actualidad se respiran nuevos aires. Otro tanto percibo que sucedió a nivel nacional: ¿Cómo explicar que la composición de integrantes del Buró Político del Partido Comunista de Cuba exhibiera un grueso de adultos mayores, sin tener en cuenta que se malograron líderes potenciales posteriormente calificados como “cuadros probetas”?

Entretanto, por ahí ascienden algunas ideas que —quizás porque en determinados escenarios político-administrativos persisten en la dirección personas de reconocido prestigio pero que evidencian que ya llegaron al tope de sus capacidades de generar/enriquecer a tono con el minuto actual— tienden a menospreciar la obra de “los pinos viejos” y sobrevalorar el quehacer de “los pinos nuevos”.

Ratifico, pues, lo que redacté a la sazón de una mirada al futuro de Cuba al asumir como propio que “Sin miedo, con ímpetus, con lealtades y esperanzas, la hora de dejarles el camino a los jóvenes llegó”. Mas, sin dudas dejé claro que considero decisivo no repetir errores: ahora el asunto no debe ser darle todo el poder a los jóvenes en detrimento de la experiencia de las generaciones fogueadas en más de cinco décadas y medias, si verdaderamente huimos del bandazo —so pena de coronar a los agoreros y sus mentores. Al decir del Comandante de la Revolución Juan Almeida, lo cierto es que cuando hay juventud no hay experiencia y es pertinente procurar la manera de juntarlas.

En este momento encuentro oportuno subrayar que careció de casualidad que en La lucha de Martí, Los Cinco y Fidel Castro me sentí en la obligación de confesar mi convicción de que Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René han de tener —indispensable preparación, aparte— responsabilidades claves en el Partido Comunista de Cuba y/o en el Gobierno, en el marco de la denominada actualización del que construimos la inmensa mayoría de compatriotas; justo porque son ellos un muy singular Ejemplo de quienes aspiramos a ser herederos y hacedores de la Obra revolucionaria del Compañero Fidel y, además, paradigmas probados en una peculiar fragua de combate por una sociedad que privilegie el culto a la dignidad humana.

Entonces, me siento coherente al apostar por la Juventud, por la Experiencia y por la fusión constructivo-creadora de la actitud y sentimientos a favor de la mocedad y personas adultas, consciente de que Cuba, para garantizar la continuidad de la edificación de su modelo ideo-político y económico-social, ha de enriquecer más y más su armonía intergeneracional.

 

 

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