Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Me gusta dividir el origen y desarrollo de Estados Unidos en cuatro etapas y una quinta que parece estar comenzando. La primera se define claramente con la llegada de los colonos, quienes hallaron pueblos diseminados que habitaban pequeñas partes del territorio. Cada uno llamaba a su agrupación “país”. O sea, hacían uso de un vocablo que denotaba cierta homogeneidad, aunque no existía ningún vestigio de la organización que conocemos como Estado. 


Desde esa primera etapa comenzó a desarrollarse una revolución que tuvo como partida las formas de gobierno y organización socio económica que los colonos trajeron consigo de Europa, especialmente de Inglaterra, donde ya se había realizado un proceso de revolución. Trajeron consigo varias modalidades económicas y políticas, siendo una de las más importante un estilo parlamentario de gobierno.

La revolución estadounidense, pudiéramos decir que comenzó con la llegada de aquellas personas que venían contratada por compañías comerciales, para realizar trabajos productivos que facilitaran los abastecimientos europeos, produjeran riqueza a sus integrantes y acumulaciones de capital que sus directivos pudiesen reinvertir. Más o menos por ahí andaban las cosas.

En el proceso de instalarse los distintos grupos y encarar los retos de comenzar pueblos desde cero, las experiencias traídas fueron sucumbiendo a las necesidades de un orden autoimpuesto y en los finales del Siglo XVIII, se produce una asonada revolucionaria encabezada por los propios habitantes que desde hacía décadas se gobernaban a sí mismos. En las colonias inglesas no existía una real verticalidad de gobernación entre la Corona y sus habitantes. Más bien se practicó cierta gobernación horizontal en este respecto, donde los colonos asumían, decidían y dirigían los principales asuntos. De hecho, las ciudades eran ocupadas tras duras batallas por el ejército inglés, porque los norteamericanos de entonces eran quienes vivían en ella y quienes finalmente decidieron independizarse. Antes de terminar la contienda insurreccional se estableció un gobierno civil que funcionaba a través del llamado Congreso Continental. Al finalizar, a penas celebrada la victoria de Yorktown, convocaron una Constituyente. Fue la primera vez en la historia de la humanidad que ocurría algo semejante y aquel proceso revolucionario de dos siglos se materializó en la Constitución de 1787, autodenominando como Estados Unidos de América al conjunto de núcleos sociales que hasta ese momento eran conocidos como Colonias.

A partir de aquí, el proceso de cambio y evolución continuó. La segunda etapa estuvo marcada por gobiernos esencialmente presidencialistas, totalmente independientes de Europa, en los cuales los Presidentes asumían decisiones importantes y a veces cruciales para la estabilidad y el progreso de cada una de las comarcas, provincias o territorios semiautónomos, que tenían además acuerdos vinculantes con el poder central, llamado gobierno Federal. Esta etapa culmina con la Guerra Civil, donde el Presidente Lincoln se enfrenta al desafío secesionista del sur.

Los gobiernos posteriores a la victoria del Norte sobre el Sur, inaugura un proceso donde los Presidentes tienen poca autoridad y el Congreso maneja los asuntos con menosprecio a veces del Ejecutivo. Parecía como si después de Lincoln el presidencialismo hubiese terminado y con él todo mando presidencial.

Entre las curiosidades de este tercer período de la Revolución estadounidense, resalta cierto grado de analfabetismo político de los Presidentes, incluso falta de educación básica en algunos casos. Andrew Johnson aprendió a escribir de mano de su esposa y nunca asistió a la escuela. La presidencia resultaba aburrida y Benjamin Harrison no fue el único que llegaba a la Casa Blanca a las 10:00 AM y a las 4:00 PM se marchaba para jugar con sus nietos. Cuando el Presidente Garfield asumió la presidencia, el entonces Senador por New York Roscoe Conklyng lo instruyó la noche anterior a la inauguración de su período presidencial diciéndole: “recuerde que el éxito de su Administración depende de mis deseos”. Ulyses Grant en su último discurso ante el Congreso confesó que antes de su mandato, no sólo desconocía dónde estaba la ciudad de Washington, sino que no tenía la más mínima idea de cuál sería su función presidencial. Benjamin Harrison, cuando se aproximaba a la Casa Blanca, acostumbraba exclamar “allí está mi prisión”.

Este período se caracterizó también por un sentido darwinista de gobierno. La sociedad, sus problemas, se resolverían por sí solos y el más fuerte vencería. Garfield por ejemplo, no aceptaba que el gobierno impusiera las ocho horas laborales, consideraba que el derecho al voto correspondía sólo a los propietarios y que el voto feminista era “ateísta y destructivo de matrimonios y familias”.

El slogan capitalista “dejar hacer dejar pasar”, alcanzó tales niveles que presidentes como Benjamin Harrison, Rutherford Hayes y Grover Cleveland sacaron el ejército a la calle para aplastar huelgas, sin conmiseración alguna hacia las víctimas que esto causó.

Aunque como consecuencia de la Guerra Civil se aprobaron las Enmiendas XIII, XIV y XV, prohibiendo la esclavitud, reconociendo la ciudadanía a cualquier nacido en el territorio y concediéndole al negro (sólo a los varones) su derecho a votar, el período se caracterizó fundamentalmente por el enorme crecimiento económico y la fusión de grandes capitales. En el gobierno de Benjamin Harrison se legisló en contra de los trust, pero su aplicación siempre fue circunvalada por diversos procedimientos financieros. Con la llegada de la cuarta gran etapa de la evolución del país, en 1900, cuando se funden la primera ocupación del Norte fuera del Hemisferio, el debut del país en la arena internacional con el gobierno presidencialista inaugurado nuevamente por Therodore Roosevelt, estos conglomerados fueron refrenados en mayor medida.

Pensar que Estados Unidos es un país estático, definido sólo por el sello de imperialismo, capitalismo, explotador inveterado, salvaje y primitivo, como ciertos sectores lo han querido presentar, es un gran error. Lo más característico del país es haber navegado por las aguas de un sistema inaugurado en 1787, a partir de las experiencias convivenciales que incluso obviaron el reconocimiento del idioma como elemento definitorio, es un grave error que no deja ver los árboles detrás del monte.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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