Por Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com) - Cubainformación / Blog La Joven Cuba.- Este post es para mí. Para leerle a mis nietos cuando nadie se acuerde de la coyuntura actual y los grandes nombres, los grandes congresos sean historia. Es un lujo que me doy a los 30, sin hijos, esposa ni nada que perder. Un arrebato de esa libertad que no te da nadie porque nace con uno y va guardada bien dentro junto a Martí y Mandela.


En la Cuba del 2016 todavía algunos insisten en reglas no escritas que rigen los tabúes nacionales. Tonterías tales como que no se debe escribir sobre el Partido o los dirigentes. Políticas suicidas que solo han logrado callar a los revolucionarios y darle voz a los que no lo son. Por esas y otras razones me hice un blog a los 24 años donde violé a conciencia cada tabú político. Y hasta hoy, entre los artículos que me hacen sentir más orgulloso está uno sobre Fidel y dos o tres sobre el Partido.

Sigo sin creer en las reglas no escritas, si han de susurrarse es porque les falta sustento.

Ojalá hubiera llegado hasta aquí libre de traumas, pero no es así. El primero fue en 9º grado cuando quise ser miembro de la UJC y me negaron la entrada dos chicas que hoy viven en Miami. El trauma más reciente ha sido morderme la lengua en muchos temas nacionales por complejo o vergüenza. Este país hoy necesita tanto luchar por su soberanía y sus verdades en el extranjero como enfrentar asuntos internos y algo me decía que hacer lo primero me inhabilita en lo segundo. Pero no más.

Cuba ha sido lo que es hoy por su circunstancia. Ser vecino de Estados Unidos en condiciones de hostilidad ha condicionado todo lo que somos y pudimos ser como país, pero no es solo eso. El proyecto político actual primero fue nacionalista, luego se vistió de ideologías y geopolíticas. Nos tocó la Guerra Fría, nos tocó la influencia estalinista y bastante que nos pusimos duros en ocasiones en que todos los rojos del mundo iban por la canalita soviética. Aprendimos a vivir bajo el bombardeo de la hostilidad abierta, construimos nuestras vidas de esa manera y hoy que comienzan a detenerse las bombas visibles, cuesta vivir de otra manera.

Y estamos listos para ello. Como siempre estuvimos listos para tener un celular o entrar a un hotel, viajar o vender un carro. Siempre hemos estado listos, cuando tengamos Internet no pasará nada, o sí, quizás la tengamos demasiado tarde y hayamos perdido la iniciativa de traerla a tiempo. Hoy el miedo es el peor enemigo, porque nos paraliza y pone a la defensiva, impide que nos movamos o siquiera que decidamos nosotros el rumbo.

Y cuesta mucho vivir en la inercia cuando la vida es una sola.

Las revoluciones deben ser siempre valientes. Si se hace algo asumir el éxito o la derrota, y explicar razones. Esas decisiones sin nombre son las peores, porque los platos rotos siempre los paga el proyecto, y tras él se esconden todos los que tienen errores que ocultar.

Son tiempos confusos en Cuba. Acaba de irse un presidente estadounidense y casi me da vergüenza haber escrito sobre su visita. En cuanto puso el pie en el avión comenzó una estampida de comentarios que se nos fue de las manos. De la opinión y las valoraciones necesarias sobre su discurso se pasó a la papilla ideológica. Y los cubanos estamos cansados que se nos trate como ingenuos manipulables después de medio siglo de alfabetización. Las sutilezas de la política le son ajenas a muchas de las personas que influyen en la vida pública del país, incluso con responsabilidades políticas.

Lo más triste es que no es tan difícil. En muchos casos nos ponemos la soga al cuello innecesariamente. Porque no hay nadie que comente sobre la última conferencia de prensa donde apareció nuestro presidente y hubo una parte en que no lució bien. Nadie dice por qué, si fue porque no sabía que harían preguntas en el lugar, si le tomó de sorpresa. Nadie se cuestiona en el periódico o la televisión si estaba bien asesorado o no en algo que repercute en los que todavía apoyamos el proyecto. Nadie sabe que entre la prensa ahí presente apenas había periodistas cubanos. Esas y muchas otras cosas los cubanos las podemos entender, podemos sentir empatía, podemos comulgar.

Lo que no sabemos hacer es sentirnos al margen, que no den explicaciones al pueblo, el soberano.

Ya llegó la época de explicarse, de generar nuevos consensos. El contrato social establecido en 1959 fue con la generación de ese momento, las actuales necesitan otras metas, tienen otros sueños. Seguirle hablando a los del 59 e ignorar que la mayoría de los cubanos no vivió en esa época sería un error fatal. Y en el fondo de las insatisfacciones este sigue siendo un pueblo revolucionario, pero necesita razones urgentes para seguirlo siendo porque sin sueños posibles no se puede hacer sacrificios.

Somos un país traumatizado por lo que no ha podido ser, por hacer tan buenos profesionales y no tener cómo pagarles después, por crear expectativas y sueños que la realidad nos robó. Porque la crisis cuando se hace permanente genera incertidumbre.

Este post es para mí. Lo escribo el día antes que comience un congreso partidista y quizás lo lea en un futuro cuando vayamos por el congreso 18 o no haya ninguno más. Los cambios que se ven en el horizonte de las próximas 24 horas no valdrán de nada si en ellos no se ven reflejados los 11 millones de cubanos que habitamos esta isla. De nada valen todas las buenas intenciones si no hay resultados concretos, si los ingresos que genera el creciente interés en Cuba no se reflejan en la mesa del cubano, si cuanto menos no se caza ratón.

Mientras este proceso ocurre les prometo ser consecuente y seguir acompañándolos en este blog. Si por un triste giro del destino Cuba se mueve a la derecha, yo seré el abuelo, el viejito socialista que vote por un partido de izquierda. Y esa es la razón principal de estas líneas, mirar atrás con el paso de los años y poder estar orgulloso (o no) de lo construido.

Esta es la línea que dibujo en la arena para medirme yo mismo mirando a un futuro con canas. Ojalá en ese entonces sigamos siendo el país que sueña imposibles… y logre alcanzarlos con más frecuencia.

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