Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Las contiendas electorales en Estados Unidos son lo más parecido a una discordia solariega. No faltan los insultos, el golpe bajo al contrincante, incursiones en la vida personal del rival y alguna que otra falsedad argumentada con tanta seriedad que el público no la cuestiona.


Este mismo patrón, tan viejo como la propia nación, cuando doce años después de fundada se instituyó el sistema de partidos políticos, ha sido calcado con exageraciones y peores vicios, por Latinoamérica. La alternancia por el Poder más que la necesidad de renovarlo para dar cabida a ideas frescas y resolver con eficiencia los intereses generales de la sociedad es una insana mezcla de bajas pasiones. En lugar de un momento de inflexión, donde se valoren colectivamente períodos administrativos y prácticas sociales implementadas dentro de ese tiempo, con la participación activa de todos los actores Políticos y de las instituciones que han laborado en función del medio y para el medio, es convertido en un circo donde se perpetúan los vicios, las corruptelas y las injusticias que afectan a millones de ciudadanos y que a pesar de esto, con ingenuidad infantil, concurren a votar sin saber por qué lo hacen.

En el proceso electoral actual que vive la nación estadounidense, ese estilo permanece, pero hay variantes sustanciales, tal y como ya lo hemos expresado en artículos anteriores.

Esas variantes, son un desafío del establishmet por dos de los aspirantes en las primarias de ambos partidos. De hecho, uno de ellos, el magnate Donald Trump, ya es el candidato oficial del Partido Republicano. El otro, Bernie Sanders, lleva un segundo lugar y probabilidades casi nulas de ser elegido como el aspirante del Partido Demócrata.

Sanders denuncia la ausencia de políticas que favorezcan a la mayoría ciudadana incluyendo aquellos que, disfrutando de condiciones materiales elevadas, viven en la zozobra de una economía que no deja espacio para el desarrollo integral de las personas. Donald Trump acusa al establishment de haber dejado hundir el país, convirtiéndolo en uno más, cuando su poderío, principalmente el militar, le otorga capacidad para imponerse en todos los foros internacionales. Su discurso tiene implícitas las ideas más negativas de una sociedad que nunca ha dejado de ser poderosa, excepto que para el candidato Donald Trump la existencia de un país poderoso requiere un regreso al nacionalismo de los años treinta del Siglo pasado despertando con estos planteamientos los más bajos sentimientos y apelando a su vez a una xenofobia que se contradice con el crecimiento de las grandes naciones de nuestro tiempo.

No me caben dudas que, en la historia política del país, nunca existió una campaña electoral, donde dos ideologías contradictorias una de otra, se hayan expresado con tanto denuedo.

El candidato de corte nacionalista, quien le recuerda a muchos el comienzo de nazismo en Alemania, plantea liberalizar las leyes sobre libelo. Esto facilitaría acciones del Estado en contra de la prensa o las expresiones que sean consideradas falsa o desinformativas. Dicho planteamiento hace pensar en la Ley de Sedición implementada en épocas de John Adams, la cual permitía enjuiciar criminalmente a quienes fuesen críticos del gobierno. Trump ha desafiado el sistema judicial de manera tajante y amenazante, siendo su más reciente expresión en este sentido dirigida al juez Gonzalo P. Curiel del Distrito de San Diego, quien atiende una demanda en contra de una controvertida “universidad” que el magnate fundó, resultando finalmente en un desastre educacional y económico. Dijo Trump: “se comportará (éste juez) tan ferozmente cuando yo sea presidente…?”

Ambas expresiones contradicen la tradición de respeto a la libertad de expresión y el debido distanciamiento del Ejecutivo del Sistema Judicial, apuntado hacia un gobierno de corte autoritario y graves limitaciones a la participación ciudadana.

Trump indica además que Estados Unidos debe alejarse de todos los conflictos internacionales, generalmente refiriéndose a Medio Oriente, “siempre que no exista una amenaza a nuestro país”. O sea, que las luchas, guerras entre fronteras, masacres que en gran medida se deben a viejas prácticas imperiales de Washington, deben quedar a su suerte.

Sanders por su parte plantea terminar con la influencia del dinero en la política y revertir el fenómeno de la desigualdad; crear un sistema de salud pública universal, con un solo pagador, financiado con el aumento de los impuestos a los ricos y a Wall Street; $ 15.00 de salario mínimo por hora; hacer una reforma sustancial de la inmigración; imponer impuestos especiales al uso del carbón, de manera que Estados Unidos contribuya a reducir la amenaza del Calentamiento Global.

Estas diferencias radicales de estas elecciones, en comparación con las anteriores, son nuevas en Estados Unidos. También es novedoso el ánimo mostrado por los ciudadanos menores de treinta, con una consciente participación en los debates públicos.

Cualquiera que sea el final de este proceso electoral, la presencia de elementos ideológicos contradictorios y ambos desafiantes del orden de cosas en Estados Unidos, presagia un movimiento de cambios que necesariamente debe afectar positivamente el futuro de la nación.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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