Artur González / Heraldo Cubano.- Estados Unidos pretende darle clases de democracia al resto del mundo, sin embargo, su actuación cotidiana es totalmente antidemocrática, al proceder como una verdadera dictadura que le impone a los demás su visión y estilo de vida, basado en el engaño, la mentira, haciéndole creer a todos que su sistema es lo máximo para alcanzar la felicidad y el bienestar.
Cuando se profundiza un poco en su modelo de democracia, se descubre que su sistema está sustentado en una campaña propagandística, construida para manipular el inconsciente y el imaginario colectivo, con el fin de que todos lleguen a convencerse que esa es la sociedad perfecta a imitar, pero esconden el grave problema del alcoholismo, la drogadicción y los suicidios causados por la depresión, además de la corrupción política, la desigualdad social y la discriminación racial que subyacen en ese país.
Los tiroteos constantes como resultado del negocio de la venta de armas de fuego, incluso de calibre de guerra, causan anualmente cientos de muertes inocentes, porque congresistas y senadores reciben cuantiosas sumas de dinero de la Asociación Nacional del Rifle para sus campañas políticas y, por tanto, se oponen abiertamente a leyes que regulen dichas ventas.
Su Constitución, ley fundamental de todo estado, fue aprobada en 1789, es la más añeja del mundo y para no aprobar otra, han aprobado 27 enmiendas como parches, para resolver los problemas surgidos en un contexto diferente al del hace tres siglos. Ningún país del mundo presenta legalmente algo similar a esa “democracia” yanqui.
El sistema electoral es lo más parecido a un circo, donde la lucha por el poder expone lo más sucio de los candidatos, quienes reciben millones de dólares de empresas, sociedades, consorcios y personas privadas que posteriormente reclaman “favores”, situación facilitadora de hechos de corrupción, como recientemente salió a la luz pública el caso del senador Bob Menéndez.
Las últimas elecciones presidenciales evidenciaron la fragilidad de ese arcaico y antidemocrático sistema, que terminaron en el insólito asalto al Capitolio Nacional el 6 de enero del 2021, debido a las declaraciones y estimulación de Donald Trump, quien no aceptó su derrota y con una actuación irresponsable trató de conformar una rebelión nacional, poniendo al descubierto la ausencia de una verdadera democracia.
Ejemplo contundente del engaño de esa “democracia” es la actitud del propio Trump, al continuar negando los resultados de las votaciones del 2020 y amenazar a toda voz con “provocar un baño de sangre si no es reelegido”, posición verdaderamente violatoria de las leyes en otros países. Él no cesa de pronunciar discursos repletos de amenazas e insultos y denomina “rehenes” en vez de criminales, a los asaltantes al Capitolio, como califican a los detenidos en países que no se someten a las órdenes de Estados Unidos.
La falta de una verdadera democracia es palpable en Donald Trump, pues a pesar de estar acusado por decenas de delitos, posiblemente será el nuevo candidato a presidente por el partido republicano, situación impensable para otras naciones del planeta, prueba de la enfermiza sociedad yanqui que pretende dar lecciones de democracia.
Solo en Georgia, Trump está acusado de 13 delitos, por encabezar una confabulación mafiosa con 18 aliados, en un desesperado intento por revertir su derrota electoral en ese estado. Si fuese declarado culpable de todos esos cargos, la condena será de 76 años de cárcel por asociación ilícita; solicitud de violación de juramento a un funcionario público; conspiración para hacerse pasar por un funcionario público; conspiración para cometer falsificación en primer grado; conspiración para cometer declaraciones y escritos falsos.
Además, está acusado de otros 34 cargos por falsificación de registros comerciales, producto de reembolsos a su ex abogado Michael Cohen, por pagar el silencio de Stormy Daniels, estrella de cine pornográfico, y evitar que esta hiciera público su romance. El delito radica en que Trump registró dichos pagos como “honorarios jurídicos” en las cuentas de su empresa, la Trump Organization.
Debido a sus declaraciones desafiantes de la ley, el juez de New York, Juan Merchan, a cargo de ese caso por soborno a la exactriz, le impuso una orden de silencio en el contexto del juicio programado para el 15 de abril 2024.
Recientemente, ya fue condenado por el tribunal de New York a pagar 175 millones de dólares por cometer un fraude civil, al sobrevalorar fraudulentamente su patrimonio neto en miles de millones de dólares, con el fin de obtener mejores condiciones de préstamos y seguros. Entre esas propiedades están Mar-a-Lago en Florida, el pent-house en la Torre Trump de Manhattan y otros inmuebles. Asimismo, el tribunal lo sentenció a que no podrá ejercer como director de ninguna empresa o entidad legal durante tres años en New York, o pedir préstamos de ninguna entidad registrada en ese estado por igual período.
Otra de las graves imputaciones que tiene Trump, son los 32 cargos que conforman el expediente penal en Florida, por la retención de informes confidenciales tras salir de la Casa Blanca, llevándose sin autorización decenas de cajas llenas de documentos, a pesar de que una ley de 1978 obliga a todos los presidentes estadounidenses a enviar todos sus correos electrónicos, cartas y otros documentos de trabajo, a los Archivos Nacionales.
Por ese motivo y por mandato judicial, agentes del FBI registraron su residencia floridana, por la retención de informes clasificados y obstrucción de investigación federal, donde se le confiscaron más de treinta cajas sin la seguridad requerida. Se le acusa además de poner en peligro la seguridad de Estados Unidos, al enseñar documentos clasificados sobre operaciones y planes militares estadounidenses, a personas que no estaban autorizadas, en su club de golf de Bedminster, Nueva Jersey.
Al comparecer ante el tribunal federal de Miami, se declaró no culpable de los 37 cargos que se le imputan, pero Aileen Cannon, jueza federal, se negó el 14 de marzo 2024, a desestimar los 32 cargos del caso penal en Florida, por la retención de dichos documentos confidenciales.
Por si fuera poco, en Washington Donald Trump fue acusado en días pasados por el fiscal especial Jack Smith, de conspiración por intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020, lo que constituye el caso legal más grave en su contra.
Esa acusación asegura que, durante más de dos meses, después del 3 de noviembre de 2020, Trump se dedicó a difundir mentiras de que hubo un fraude y que él había ganado, cuando sabía que era falso.
¿En qué país verdaderamente democrático del mundo se permite que, con esos antecedentes de vulgar delincuente mafioso, alguien se presente como candidato a la presidencia? Solamente en los Estados Unidos.
Para ponerle la tapa al frasco y congraciarse con los cubanos de Miami, Trump promete “terminar con el gobierno cubano si lograr nuevamente ser presidente”, e imponerle más sanciones al pueblo para ahogarlo económicamente y después culpar al sistema de “régimen fallido”.
Allá los que se crean el cuento de la democracia perfecta Made in USA.
No por gusto expresó José Martí: “Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas”.
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