Científicos de la planta de producción del CIGB, donde se fabrica Abdala. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.


Agustín Lage Dávila

Cubadebate

En la sociedad cubana de hoy escuchamos a muchos científicos de las ciencias naturales (me refiero aquí a profesionales de la investigación científica, porque pensamiento científico debemos tener todos cada vez más) hablando sobre temas económicos, opinando en debates públicos, con las autoridades o en la calle, o, incluso, defendiendo sus opiniones y propuestas en los medios de comunicación.

No es algo trivial. No recuerdo haber leído de muchos naturalistas o químicos del siglo XIX, ni de muchos físicos nucleares o relativistas del siglo XX, sus opiniones y propuestas sobre las coyunturas económicas de su tiempo. Tampoco se escuchan de muchos biólogos moleculares de otros países, con los que tanto discutimos de diversos temas.

¿No sería mejor que de estos asuntos económicos se ocupasen los profesionales de la economía o los científicos de las ciencias sociales (los que “saben del tema”), y dejar a los científicos de las ciencias naturales concentrados en sus laboratorios, o, cuanto más, emitiendo una opinión diletante frente a una taza de café? He visto asomar ese criterio con cierta frecuencia, detrás de una sonrisa condescendiente.

Pero no es eso lo que sucede, al menos no en Cuba en estos momentos. Gran parte de la comunidad científica está pensando y opinando sobre los temas económicos, tanto como sobre sus moléculas y sus experimentos. Y es bueno que suceda así, y es útil preguntarnos por qué sucede así.

La primera razón, y la más importante, es que somos ciudadanos, cubanos, enamorados del proyecto de convivencia humana propuesto por Martí y por Fidel, comprometidos con Cuba y con el socialismo. Y si nuestro desafío principal de hoy está en la economía, seremos participantes de esa batalla económica, igual que si nos agreden seremos milicianos.

Pero, además de esta razón moral esencial y evidente, hay otras razones más “técnicas” para que ese debate sobre temas económicos en la comunidad científica cubana gane intensidad precisamente en estos momentos.

Eso sucede:

  • Porque la economía mundial ha cambiado y ahora es una economía directamente dependiente de la ciencia, la tecnología y la innovación. Ya no es la economía agraria de subsistencia, y no es tampoco la economía industrial de producciones en gran escala (azúcar, por ejemplo) y estandarizadas. Ahora depende del lanzamiento sistemático de productos novedosos, que sustituyen a los productos precedentes, y de la asimilación a tiempo de nuevas tecnologías de producción.
  • Porque la economía se ha globalizado y eso implica que una parte creciente del valor de nuestra economía hay que realizarla en las exportaciones, y con productos de alta tecnología y alto valor agregado, así como participando en cadenas globales de valor. Ello incluye también negociaciones sobre “activos intangibles”, patentes, tecnologías, datos, etc. Y todo esto demandará cada vez más negociaciones de inserción internacional “distribuidas” entre muchos actores.
  • Porque la capacidad innovadora de las empresas depende cada vez más de sus vínculos con entidades del sector presupuestado, especialmente instituciones científicas, educacionales y también de la salud. Esos nexos son especialmente importantes para Cuba, porque tenemos un sector presupuestado grande (en el empleo y en el PIB) y queremos que siga siendo así.
  • Porque necesitamos una dinámica mayor de surgimiento de empresas nuevas, que son un motor esencial para la asimilación de tecnologías nuevas, y muchas de esas empresas podrán emerger precisamente de colectivos científicos o universitarios que hoy están en el sector presupuestado. Ya sucedió así en la biotecnología.
  • Porque la dinámica demográfica de nuestro país nos lleva hacia una fuerza de trabajo envejecida (digamos, mejor, “madura”) que solamente podrá ser económicamente productiva en una economía de alta tecnología.
  • Porque queremos defender el socialismo y su enorme potencial de justicia social, así como el espacio protagónico de la empresa estatal socialista (está en nuestra constitución), y es precisamente en el campo de la alta tecnología donde el socialismo expresa mejor sus ventajas económicas. El socialismo debe ser una consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, como predijo Marx.
  • Porque el contexto económico y social descrito en los párrafos precedentes contiene complejidades y “efectos de red” que se resisten a cualquier análisis simplista y a interpretaciones mecánicas de las relaciones causa-efecto. Por el contrario, demandan capacidad de evaluación objetiva de los procesos, definición operacional de sus componentes principales, captura y análisis de datos, estudio de las experiencias precedentes, formulación creativa y evaluación rigurosa de las hipótesis, y capacidad de comunicar ampliamente todo esto. La práctica de la investigación científica implica décadas de entrenamiento en esa manera de pensar.
  • Porque estamos apurados. Los procesos económicos, políticos, sociales y culturales en el mundo ocurren a velocidades objetivas que no están bajo nuestro control. Parte de esos procesos son positivos y entrañan oportunidades para el proyecto social de los cubanos. Otros procesos no lo son, y entrañan riesgos. Cuáles velocidades predominarán es algo que no sabemos. Pero en momentos de incertidumbres y riesgos, la ética toma el mando de la conducta, y ella nos lleva, a los revolucionarios cubanos (de los que los científicos somos parte), a participar en grande en las batallas económicas.

La economía cubana está en un momento de intensa creatividad. En ciertos aspectos recuerda la década intensa y maravillosa de los años sesenta. Por supuesto, este momento contiene aciertos y también errores, pero el mayor error de todos sería la falta de creatividad para diseñar lo que hay que hacer, y la falta de audacia para hacerlo. Hay mucho que hacer y hay que hacerlo rápido, y, al mismo tiempo, hay que seguir construyendo el contexto jurídico y la institucionalidad para hacerlo aún más rápido y mejor.

Hay que participar también con modestia, pues con frecuencia el pensamiento de los científicos se equivoca por falta de información y datos sobre el tema concreto del que se opina, y puede fallar también por la costumbre del “reduccionismo” (buscar siempre causas y soluciones, pocas y simples, para problemas complejos) que es tan habitual en las ciencias naturales.

Serán necesarias las ideas provenientes de muchos campos de la inteligencia humana, no solamente de las ciencias naturales. Pero también de las ciencias naturales. Ningún enfoque será “el bueno”. Serán aproximaciones contradictorias y complementarias, y nos llevarán a encontrar las entrañas creadoras de las contradicciones de hoy.

Pero siempre hay que participar. “Modestia” no significa inacción, y mucho menos indiferencia. Hay que seguir haciendo buena ciencia con seriedad y consagración, en los temas específicos de cada cual, pero también hay que entender las batallas del país, incluida la batalla económica, alinear con ellas las capacidades científicas, llevar los resultados hasta su impacto final en la sociedad, conectar la ciencia con las empresas, fundar empresas nuevas cuando sea necesario, polemizar y asumir riesgos cuando haga falta.

“La indiferencia es el peso muerto de la historia”, escribió Antonio Gramsci en 1917. Los científicos cubanos no han sido nunca indiferentes. Mucho menos ahora.

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