Mayke Santos/ Imagen del polémico complejo de la Armada en San Diego.Foto:MICROSOFT MAPS-LIVE  - Rebelión.-No cabe duda de que si a algo realmente grande tenemos que enfrentarnos hoy en día en Latinoamérica es a la desinformación. En el caso de las relaciones entre Colombia y Venezuela, el flagelo ha causado más víctimas que el virus H1N1. El último episodio de la saga tiene que ver con el “escándalo” que según el periódico El Tiempo y la revista Semana se ha levantado con el hallazgo de lanzacohetes AT4 entre el arsenal de las FARC. Hasta ahí todo estaría bien (doy por sentada la posibilidad de los montajes y las mentiras por parte del gobierno del Presidente Uribe), el problema es que por casualidad el único país que tiene AT4 es Venezuela; ergo, la guerrilla ha sido abastecida desde Caracas.


El embate está bien coordinado. El 15 de julio el diario inglés Finantial Times publicaba que Venezuela era acusada en un informe del Congreso norteamericano de corrupción en la lucha contra el narcotráfico. El 20 de julio la revista Jane´s publicaba que Colombia había incautado los AT4 en un campamento de las FARC, y que dichos lanzacohetes eran parte del arsenal venezolano desde los años 80. Lo que no dice Jane’s es que Colombia y Brasil también tienen AT4 entre su arsenal (aunque Semana lo niegue en su reportaje); ¿por qué tienen que venir de Venezuela exclusivamente? La respuesta está en los computadores personales incautados en el campamento de Raúl Reyes a principios de este año. Según el gobierno colombiano dos emails señalan a dos generales venezolanos efectivos y activos, entre los contactos directos con la guerrilla.

El caso del narcotráfico es más patético aún; no se entiende la insatisfacción del Congreso norteamericano con respecto a la lucha antidroga en Venezuela. UNODC en su informe 2009 manifiesta claramente que el 70% de la cocaína que Colombia produce es introducida en los Estados Unidos a través de la ruta Pacífico-Este hacia México; tan sólo 20% usa la ruta del Caribe. El informe también señala que ha habido un declive en la incautación de cocaína a nivel continental; de manera que el menor número de toneladas incautadas tiene más que ver con una tendencia general que con la negligencia del gobierno venezolano. Es México el país que le tiene que preocupar al congreso norteamericano, los carteles mexicanos son los que mandan a lo largo de Sinaloa y la frontera con Estados Unidos, y han sumido al país en una guerra que desangra a más policías que soldados en Iraq.

El gobierno del Sr. Uribe pretende que luego de invertir unos seis mil millones de dólares en armamento para combatir la insurgencia, las FARC se vayan a armar con chinas y bombas molotov para pelear. La innegable impericia del ejército colombiano para combatir en la selva lo obliga a hacer desde el aire lo que no puede en tierra; en la selva mandan las FARC, arrinconadas o no, le guste o no al gobierno. Su estrategia de bombardear ha ocasionado dividendos, cómo no, pero no termina de exterminar al archienemigo; para eso se necesita luchar y ganar en otro teatro de operaciones, el de la opinión pública y los medios de comunicación. Ganar la guerra en los medios de comunicación (al etiquetar a las FARC de narco y terroristas), garantiza la continuidad de la lucha armada y su aceptación por parte del público. Pero he ahí el problema del presidente Uribe, sus vecinos, Venezuela y Ecuador, son duros críticos del militarismo colombiano, son gobiernos de izquierda y están en contra de cualquier tratado de libre comercio y/o intercambio militar con los Estados Unidos.

Venezuela no puede ni debe ocultar sus problemas; es cierto que somos el país por dónde actualmente pasa más del 40% de la cocaína que se incauta en Europa. Para nadie es un secreto que los Guardias Nacionales se pagan las guardias en la frontera con Colombia y que esa Institución está sumida en niveles de corrupción difíciles de imaginar. Pero eso no es así desde que el presidente Chávez está al frente, lo ha sido desde siempre, y ha empeorado con el tráfico y producción de drogas del otro lado de la frontera. La droga es un problema colombiano, Venezuela ni siquiera es mencionada entre los países productores de hoja de coca; ¿por qué tiene Venezuela que doblar su gasto militar para prevenir el tráfico de estupefacientes cuándo la respuesta a ese problema colombiano es una salida pacífica y concertada por la paz? (esto, partiendo desde la perspectiva colombiana de que la guerrilla produce casi 80% de la droga colombiana). Por otro lado los generales venezolanos mencionados por Semana en su reportaje, son parte del grupo de bolivareros que son capaces de hacer cualquier payasada para congraciarse con el presidente Chávez; pero si la única acusación que hay en contra de esos oficiales son los emails “encontrados” en los computadores de Reyes, pues tendrán que trabajar más duro para implicar al mismísimo Chávez en este lío de faldas.

Seis mil millones de dólares se pudieran haber invertido en subsidios a la agricultura colombiana, a la implantación de cultivos alternativos y rentables, a la modernización del campo colombiano. El problema es que eso no satisface a las empresas que venden el veneno para las fumigaciones asesinas, ni a los conglomerados que venden las armas, ni a los terratenientes que ganan con los desplazamientos de campesinos más tierras para su producción, ni sirven de cabeza de playa para proyectos de dominación regionales. Entonces hay que voltear a Venezuela, a Ecuador, culpabilizar, movilizar a la opinión pública…

Con la derrota de las fuerzas del gobierno en la elección de autoridades en el Congreso colombiano, la tercera reelección de Uribe ha sufrido una herida fatal; ahora el presidente tiene que elegir a su mejor aliado para la presidencia. La opción del ex ministro Santos no es la más fiable para Uribe, ¿lo será Noemí? Qué casualidad que el principio de la ofensiva mediática comenzó en Inglaterra. ¿Tendrá que ver en alguna medida que Noemí Sanín fue hasta hace muy poco la Embajadora de Uribe ante la Corte de St. James?

 

 

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