Roberto Cobas Avivar - Cuba Siglo XXI.- Los medios de comunicación capitalistas dominantes rebotan y provocan la resonancia - aumento de intensidad de las ondas cuando coinciden las frecuencias de sus amplitudes – de las informaciones sobre los brotes de “disidencia” política de nuevo tipo en Cuba. Para un abordaje a fondo del asunto es necesario, primero, entender varias claves interpretativas de las contradicciones políticas internas en Cuba. 
“Disidencia” constituye un calificativo político asumido de manera coincidente tanto por el Estado cubano (sus autoridades políticas) como por los sujetos del calificativo.

Para el Estado cubano “disidente” es aquel ciudadano que contraviene con intención subversiva el orden constitucional del Estado. Contra tal comportamiento el Estado, ente represivo en última instancia, se reserva el derecho de la coerción.

Para el Estado, el “disidente”, sin embargo, es siempre “disidente contrarrevolucionario”, o sea, aquel que actúa en contra de la igualdad y el progreso social, económico y político por el que, se asume, trabaja en consenso la sociedad cubana y refrenda la Constitución.

Para el Estado cubano disidencia no es, en cualquier caso, un concepto político, la capacidad de disentir críticamente de un sujeto ante ideas y prácticas políticas con las que no llega a concordar, sino la personalización de una actitud política pre-definida como contrarrevolucionaria con respecto a los convencimientos de un poder político incontestable.

En consecuencia, el Estado cubano no reconoce lo que llegue a ser “disidencia revolucionaria”; o sea aquella, cuyos sujetos puedan y lleguen a actuar en contra de todo lo que niegue la igualdad, la libertad y el progreso social, económico y político por el que, están convencidos esos sujetos, trabajan como miembros de la sociedad cubana.

¿Cómo se manifiestan las contradicciones?

El problema de la disidencia ha sido desnaturalizado políticamente por el Estado cubano. Al constituirse en poder político absoluto el Estado elimina la posibilidad de que la disidencia se manifieste como expresión de las contradicciones sociopolíticas. El contenido político de las posiciones sociales disidentes no se clarifica en el seno de la sociedad. La disidencia no es “contra” o “revolucionaria” porque devenga el resultado de polarizaciones políticas de intereses en pugna entre sujetos sociales. La calificación ideológica de los sujetos se define desde el poder Partido-Estado. Nunca como una apreciación política sobre las contradicciones de la realidad, sino en el sentido del desafío que constituyan dichos sujetos al poder del Estado-Partido, incontestable por definición e imposición objetiva de facto.

El enrarecimiento que el Estado hace de las definiciones políticas de los sujetos sociales a partir del desafío que representen para el monopolio de su poder, impide que sea la sociedad cubana la que filtre y depure los comportamientos que atenten contra sus intereses legítimos; en todo caso contra los intereses de la mayoría que apoya el poder político establecido, poder que se supone emana de su consenso constituyente y beneficia por igual - dado como también supone la naturaleza humanista de sus objetivos -, las minorías que no lo apoyan.

Si las contradicciones en el seno de la sociedad constituyen, sin embargo, contraposiciones de intereses irreconciliables, el problema plantea la cuestión de la lucha social por el poder político. En las relaciones sociales no existe otra forma de hacerse con el poder político que a través del dominio del poder económico. Las corrientes socio-políticas, cuyos intereses económicos no sean reflejados por el orden de relaciones económicas establecido, se convierten entonces en antagónicas. En Cuba, la contradicción de intereses económicos no se da entre grupos sociales, sino entre estos y el Estado. Por cuanto la sociedad en su conjunto no es sujeto de poder económico. El sujeto de poder económico es el Estado. La estructuración institucional y orgánica de dicho poder convierte el Estado en sujeto de poder monopolista. En la práctica la contradicción de intereses sociales se da entre la burocracia que representa el Estado y el resto de la sociedad cubana. Se trata de una burocracia política y administrativa que, dada la incapacidad del sistema de poder económico centralizado de satisfacer plenamente las necesidades y expectativas de la sociedad, se convierte en clase en sí misma y para sí misma. La contradicción, por objetiva, hace del Estado cubano factor y objeto de un perenne conflicto con la sociedad. Sucede así, porque habiendo evolucionado de esa manera desde la expropiación del poder económico a la clase capitalista-burguesa que lo detentaba indivisiblemente hasta 1959, el Estado cubano no se consolida (hasta hoy) como expresión de poder social.

La debilidad del poder político del Estado cubano es objetiva. El pueblo cubano se encuentra en un notorio estado de alienación social con respecto al trabajo. El trabajo no constituye un factor natural de cohesión social alrededor del proyecto político que representa el Estado. No lo llega a ser, por cuanto el pueblo no posee poder económico alguno. El Estado concentra todo el poder económico a través, como conocemos, del monopolio de la propiedad y del trabajo asalariado que hacen indefectiblemente dependientes a los individuos del Estado, en todas y cada una de sus decisiones menores y mayores. La contradicción de intereses entre la Sociedad y el Estado es objetiva. El error del Partido, partido único gobernante, radica en dar por objetiva la idea de que no existe contradicción porque el Estado revolucionario representa los intereses del pueblo cubano. La contradicción no está planteada, sin embargo, en la convención de la idea política, sino en el hecho sociológico de que la sociedad cubana tiende a identificarse a sí misma como sujeto de poder soberano. La sociedad cubana, por lo tanto, habiendo madurado en el entendimiento de su relación política con el Estado revolucionario, viene disputándole el monopolio del poder económico, en primera instancia.

La incapacidad del sistema económico actual para encontrar respuestas definitivas por parte de la sociedad en cuanto a la eficiencia organizativa y productiva, y el extendido fenómeno de los comportamientos díscolos con respecto a la propiedad social y al producto nacional, reflejan la inconformidad de la sociedad con el estado de cosas en que es obligada de facto por el Estado a desempeñarse económicamente. La sociedad permanece obligada a organizarse y producir según cómo lo decide la clase burocrática que ejerce el poder político. A la sociedad no se le reconoce el derecho a la libre asociación para producir, para reproducir la materialidad de su vida sociocultural.

El Estado cubano, por ende, no tiene un aliado incondicional en la sociedad cubana, sino un contrario. A pesar de que el contrincante es en un actor social mayoritariamente a favor del proyecto sociopolítico de la Revolución, el carácter político de la contradicción siendo por tal motivo dialéctica, el Estado la identifica como antagónica desde su concepción del poder. Para asegurarse la gobernabilidad en tales circunstancias, la vanguardia revolucionaria que supone el Partido único no se traza como objetivo la conducción política que canalice la contradicción dialéctica a favor de una cualidad de relacionamiento social superior. Todo lo contrario. Asume la “tarea” de defender la concepción e imponer la práctica del poder del Estado.

En tal escenario político cristalizan dos corrientes sociales en abierta disputa del poder económico monopolista del Estado.

Una corriente política dialéctica, que ve cada vez más clara la necesidad de la transformación social de la propiedad estatal sobre los medios de producción y el capital productivo. Y una corriente política antagónica, que aboga por la transformación privada de la propiedad estatal. Ambas corrientes pueden considerarse legítimas ante el hecho del monopolio del poder por el Estado. Pero, como se deduce del carácter político de las contradicciones que particularmente expresan, se van a diferenciar diametralmente en su proyección teleológica.

En efecto, la lucha de intereses económicos dentro de la sociedad cubana hoy se define en el ámbito de la democratización o no del poder económico.

La naturaleza ideológica del problema de la democratización del poder económico no deja espacio para la ambigüedad de la interpretación política. Democratizar el poder económico significa invariablemente la plena socialización de la propiedad. Como antípoda a la democratización del poder económico se presenta toda idea de privatización de la propiedad.

De modo que no existe neutralidad posible en cuanto a la definición política de las “disidencias” en Cuba. La contraposición es clara por dicotómica:

1.La corriente política (antagónica) que en su legítima disputa del poder económico monopolista del Estado aboga programáticamente o no por la privatización de la propiedad estatal, constituye una oposición ideológica subversiva contra el Proyecto Socialista de la Revolución cubana.

2.La corriente política (dialéctica) que en su legítima disputa del poder económico monopolista del Estado aboga programáticamente o no por la socialización de la propiedad estatal, constituye una disidencia política orgánica al Proyecto Socialista de la Revolución cubana.

Dos expresiones políticas que han llegado a “cristalizar” en Cuba resumen las posibilidades generales de la oposición ideológica subversiva, de su existencia y desarrollo. Se trata de la corriente política que enarbola como estandarte el llamado “Proyecto Varela” y de la corriente política que se agrupa de manera aún informal alrededor del “Proyecto Yoani”.

Ambas expresiones de oposición ideológica, bregando en busca de la institucionalización en Cuba de la derecha como opción política, convergen en los fines, diferenciándose en los medios:

 * El “Proyecto Varela” se expresa con una plataforma programática abierta por la reversión capitalista a través de la lucha por la privatización de la propiedad estatal: el derecho de los cubanos “a ser propietarios de empresas”. He tenido la oportunidad de abordar con detenimiento la naturaleza política de este proyecto en el trabajo “Cuba: a debate con los proyectos de las disidencias” (2007)i.
   
* El “Proyecto Yoani”, en cambio, se expresa (aún) sin una plataforma programática abierta por la reversión capitalista a través de la lucha por los derechos civiles: el derecho de los cubanos a construir “un capitalismo sui géneris”.

Ambos “proyectos” se desenvuelven en ausencia de poder económico propio de sus ejecutores, por cuanto la propiedad en Cuba y el poder económico los concentra el Estado. Por tales circunstancias y no por razones de diferencias ideológicas, ambos proyectos se disputan el protagonismo que asegure las fuentes de financiamiento externo de las que quedan dependientes.

La lucha política interna en Cuba, en consecuencia, está planteada entre las corrientes de pensamiento que defienden la idea del empoderamiento económico y político del pueblo y aquellas que niegan dicho empoderamiento. Es de primera importancia observar que, en ese sentido, el Estado cubano queda en una afinidad política más cercana con la oposición ideológica subversiva que con la disidencia política orgánica al proyecto socialista. De ello se deriva el carácter contrarrevolucionario – entendido desde la dialéctica materialista - de la proyección política del Estado cubano actual. Ese carácter lleva el sello de la burocracia que, sembrada en las estructuras del Partido y el Estado y ejerciendo la administración y control de toda la economía, ha cobrado vida propia como clase. Tales relaciones de poder hacen que el Estado cubano permanezca en pugna tanto contra la oposición ideológica subversiva como contra la disidencia política orgánica. No es una paradoja, sino la natural expresión de una contradicción estructural dada por la naturaleza suprasocietal del Estado cubano.

Anclado en dicha contradicción el Estado cubano refuerza su debilidad como centro de poder institucional. Ante lo cual el ejercicio de la gobernabilidad no puede más que responder a la lógica espiral del poder autoritario. En tales condiciones los escenarios de lucha política interna se tornan ambiguos. Por cuanto las consecuencias del poder autoritario del Estado las sufre toda la sociedad (“justo por pecadores”). Oposición contrarrevolucionaria y disidencia revolucionaria son igualmente reprimidas por opuestas que sean entre sí en contra o a favor del Proyecto Socialista.

La paradoja política estriba en que la acción represiva del Estado viene a legitimar la existencia de la oposición ideológica subversiva (contrarrevolucionaria), puesto que al expresarse la misma de manera no-violenta, la represión contra ella constituye una violación de derechos políticos del ciudadano. El que el Estado cubano exponga su derecho a la represión penal si existe el agravante de la financiación directa de otros estados (el llamado caso de los 75) a la actividad política contra el Estado, no disminuye el significado contraproducente de la represión penal cuando este agravante no existe (tómese por caso, la posibilidad del subjetivismo político del derecho penal a resguardo de la figura jurídica de conducta pre-delictiva en Cuba). Estas circunstancias son aprovechadas por la oposición ideológica subversiva en defensa de la credibilidad y legitimidad ante los ojos de la sociedad cubana (y del “mundo”) de sus posiciones políticas.

La represión de la disidencia política orgánica al proyecto socialista no constituye vía de legitimación para la misma, por cuanto es considerada por el Partido y el Estado como traición desde las propias filas, traición a los “principios” de la Revolución según los dogmas políticos impuestos. A la condición de organicidad al proyecto socialista no se le admite la independencia del pensamiento crítico revolucionario, se le exige subordinación al pensamiento único del Partido. Disentir en ideas es tolerado como expresión metamorfoseada de la subordinación (intervenciones críticas heroicas – “a manga remangada” - en plenarias, congresos, plenos, asambleas, etc), siempre en los límites donde ello no constituya un desafío al monopolio del poder del Estado, tal que el disenso no pueda ganar una masa crítica social determinante. En consecuencia, se mantiene una severa restricción de toda manifestación horizontal del pensamiento político revolucionario, de su sistematización orgánico-práctica. La censura en los medios de comunicación del pensamiento disidente orgánico al proyecto socialista, su coerción política (a través del propio Partido, por cuanto el pensamiento disidente revolucionario comparte por lo general militancia política partidista) o la coerción económica ante manifestaciones desafiantes (supresión de cargos, cambios de puestos de trabajo, traslados de centros de producción, etc), constituyen formas de ejercer la coacción por el poder estatal y partidista contra su propia base política.

La clara identificación de la oposición ideológica subversiva es necesaria, por cuanto clarifica el escenario de los verdaderos contenidos de la lucha de los intereses políticos contrarios al Proyecto Socialista de la 1Revolución, esos que germinan dentro del país y que son consecuentemente apoyados por intereses políticos foráneos.

El Estado cubano, sin embargo, corta las alas al pensamiento disidente orgánico que, a través de la expresión y defensa de las ideas socialistas, podría enfrentar directa y abiertamente la oposición ideológica subversiva en Cuba. Como consecuencia, si el pensamiento disidente orgánico tiende a replegarse ante la coacción del Estado, la oposición ideológica subversiva se manifiesta frontalmente. Y de esa forma las corrientes políticas opositoras han ganado los espacios de tolerancia por parte del Estado de los que hoy llega a disfrutar. Sin embargo, conciente del derecho del Estado cubano a la represión penal cuando se demuestra el financiamiento externo de actividades políticas subversivas, la oposición ideológica subversiva evoluciona hacia exigencias de financiamiento externo indirecto.

El “Proyecto Yoani” constituye de facto el ejemplo más interesante de la comprensión, a la luz también del derecho internacional, de ese derecho del Estado cubano a la represión penal de toda actividad política subversiva dada al mercenarismo. Por cuanto, comprendiendo igualmente dicho derecho, las fuerzas políticas externas que apoyan a los sujetos de la subversión del orden constitucional cubano, han desplegado un vasto registro de formas indirectas para la subvención económica de dicho proyecto. El desbordante concierto de apoyo mediático al “Proyecto Yoani”, tras el cual fluye la “generosa” inyección económica, indica una decidida apuesta de los centros de pensamiento y poder patrocinadores por el “ahora o nunca”. La creencia de los estrategas capitalistas - en primera fila españoles y estadounidenses - en el poder subversivo de las “revoluciones virtuales” los lleva a probar una guerra de alta intensidad a lo facebook contra la Revolución cubana. Siendo víctimas de sus propios fanatismos, el virtualismo tecnológico, rezan, ha de crear las condiciones objetivas que no se dan en la realidad cubana para la revuelta de la conciencia nacional.

El pensamiento crítico cubano que desde Cuba o fuera de ella ejerce una crítica revolucionaria compleja, como complejas son las patologías del modelo socioeconómico y político cubano, no interesa, por supuesto, a los centros ideológicos capitalistas patrocinadores de la oposición ideológica subversiva. En tal desinterés coinciden con el Estado cubano. El Estado cubano va más allá, por cuanto identifica como adversario a sí mismo el radicalismo revolucionario de esa disidencia política orgánica. La corriente política del pensamiento orgánico que desde el marxismo revolucionario hace la vivisección del proceso de transición pos-capitalista en Cuba y proyecta ideas sobre la necesaria transformación socialista, resulta en principio rechazada y/o combatida por el Partido cubano y por los oponentes de la derecha capitalista que se oponen al Proyecto Socialista.

Situados en este punto, es preciso entender que el terreno del enfrentamiento político en Cuba expresa mayoritariamente la opción de la sociedad por cambios revolucionarios, no por cambios contrarrevolucionarios. Esa es la posición que traslucen los estados de opinión pública. Ello no puede ser interpretado más que como la opción por el tránsito hacia el socialismo.

La defensa de la transición hacia el socialismo, por lo tanto, puede ser realmente legítima y eficaz si la sociedad cubana discute y consensua los contenidos de esa transformación. El contenido social y el contenido económico, el contenido político y el contenido cultural. Hablar de transformación socialista - desde el socialismo monopolista de estado actual - significa la búsqueda de horizontes de desarrollo cualitativamente superiores.

Ese planteamiento sobre la necesidad de cambios revolucionarios que la sociedad cubana siente, deja claro el carácter reaccionario de los proyectos de la contrarrevolución. En un contexto de debate social sobre las expectativas ante el proceso de transición socialista, donde los espacios de definiciones políticas son disputados por la misma sociedad, no entre la sociedad y el Estado, las oposiciones ideológicas subversivas interna y externa quedan emplazadas políticamente por el propio pueblo.

Los proyectos de la variopinta oposición ideológica subversiva contra el Proyecto Socialista ganan y estarán ganando legitimidad y fuerza allí donde la sociedad cubana, su masa crítica, permanece en el inmovilismo con respecto a los cambios revolucionarios hacia la transformación socialista.

Es justamente lo que sucede hoy con el revuelo internacional y la preocupación interna en torno al “Proyecto Yoani”. Contrariamente a como asume el doctrinarismo de la burocracia política cubana, desde la perspectiva de la democracia socialista la crítica política al mismo ha de ser positiva. Es decir, el “Proyecto Yoani” puede ser reconocido como políticamente legítimoii. El mismo vendría a expresar el convencimiento político de sus protagonistas de que el Proyecto Socialista de la Revolución cubana no cumple con las expectativas de la sociedad y, por lo tanto, ha de ser negado ideológicamente. Convencimiento ante el cual la alternativa puede ser sólo la retrotracción al capitalismo. El tránsito hacia el socialismo se desecha como búsqueda teleológica. El estado de insuficiencias y deficiencias crónicas y críticas del proceso de tránsito pos-capitalista cubano - reflejado en la expresión del socialismo monopolista de estado actual - no se resuelve con la decisiva transición a una cualidad superior pensada según un ideario económico, social, político y cultural socialista.

El “Proyecto Yoani” no asume el debate sobre la cualidad del ideario socialista y su posibilidad de instrumentación cultural. La alternativa se desecha a priori, acogiendo como argumento para ello no las potencialidades del socialismo, sino la contraposición del capitalismo; un sistema político, cuya decadencia estructural no importa, sea por incapacidad cognitiva para advertirlo o por oportunismo político. Más allá de la mística sobre la capacidad de los cubanos para construir un “capitalismo sui géneris”, la vulgarización del pensamiento político del “Proyecto Yoani” ayudará a soportar en la casuística la demostración de las razones propias por la opción capitalista. De esa manera para un Haití capitalista siempre existirá un Perú capitalista que lo mejora y para éste un Chile capitalista que lo supera. Al capitalismo entorpecido estadounidense siempre se le podrá oponer el argumento del capitalismo canadiense, al español estancado el del sueco boyante. Al capitalismo 2.0, el 3.0 y a éste el 4.0, como las mutaciones parcheables del Windows. A estos estados de ánimo arriba hoy el pensamiento académico en países que como Polonia, los proyectos políticos de las revoluciones de signo contrario decidieron sobre el imposible de la alternativa socialista a los “llamados socialismos reales”.

El “Proyecto Yoani” es contrarrevolucionario en términos políticos no porque esté financiado por actores políticos externos ideológicamente contrarios, enemigos del Proyecto Socialista cubano, sino porque apela al ideario político del republicanismo burgués. En ello estriba el carácter reaccionario de todo el discurso político que asume dicho proyecto.

La carencia material crónica, las insuficiencias de los servicios sociales, las restricciones de los derechos ciudadanos - civiles, económicos y políticos -, la omnipotencia de la burocracia administrativa y política, no son patologías generadas por contradicciones internas irresueltas de un proceso sociopolítico que intenta la materialización de un proyecto alternativo al capitalismo, sino prerrogativas del socialismo como idea, imposible de modelación eficiente auto sustentable. El discurso ideológico opositor se sostendrá no sobre el debate acerca del socialismo, sino sobre el lamento estereotipado de un estado factual de cosas que en nada interesa someter a crítica dialéctica. El pensamiento crítico sobre esa realidad desde la dialéctica materialista no cuenta, se evade o por incapacidad intelectual o por utilitarismo político, o por el resultado de ambas cosas.

Un proyecto político como el “Proyecto Yoani” necesita de un estado suprasocietal como el Estado cubano que le sirva como legitimación utilitaria. Fijados los objetivos, todos los medios llegan a ser válidos. Mientras peor para la sociedad, mejor para el Proyecto de subversión. Mientras más conflicto-generis las contradicciones internas del proceso sociopolítico, mejor funciona la lógica de negación política que asume el Proyecto. Urge explotar el inmediatismo de todo lo perentorio, puesto que los problemas sociales acuciantes son los que más rinden políticamente para empujar hacia la reversión capitalista, (luego, ¿quién se acordará de lo prometido?). El debate popular sobre el socialismo no sirve, porque lo que el pueblo necesita es comida y libertad, eso mismo que tres cuarto de la humanidad no logran hoy bajo el capitalismo. El prosaísmo del discurso es indispensable porque actúa sobre el instinto de reacción emocional.

A ello se apela con la esperanza de impedir el contraste del recurso críticista que explota el discurso político de un proyecto como el “yoani”. Si la sociedad cubana permanece sumida en la economía de la carencia, es necesario pasar por alto que tampoco se encuentra a merced de la inseguridad alimentaria para el universo de su población, como no pueden afirmar las realidades capitalistas tercermundistas y los estados de desamparo de extensos grupos poblacionales en la mayoría de los capitalismos más desarrollados (pongamos un ejemplo, según una organización internacional probablemente fascista, la FAO: el 49% de la población estadounidense sufrió precariedad alimentaria severa en el 2008). Si la sociedad cubana se encuentra sumida en innumerables insuficiencias de servicios públicos, es necesario pasar por alto que la seguridad básica socio-biológica no está amenazada y que la universalidad de los servicios de salud y educación permanece como pilar del desarrollo humano en Cuba. Si la sociedad cubana padece de inaceptables restricciones a la autonomía ciudadana, es necesario pasar por alto que al mismo tiempo la emancipación social tiene expresiones ausentes en muchas realidades capitalistas, justo por la conquista cubana de inalienables derechos humanos. Si la sociedad cubana roza los contornos de otra seria crisis económica estructural, es muy importante pasar por alto el hecho de que a pesar de ello no existe en Cuba el grado de desesperación social que sufren las mayorías en países capitalistas subdesarrollados o de incertidumbre en los desarrollados a tenor de la crisis estructural que hoy sacude el capitalismo.

Si bien ninguna de dichas constataciones resuelven la contradicción conflictiva entre el Estado monopolista cubano y la sociedad, el pensamiento que no entiende o no desea entender las razones por las cuales la sociedad cubana no llega a estallar definitivamente ante tantas tensiones internas propias, tiene en esos contrastes hechos para fatigar las neuronas. Tales contrastes - imposibles de ser refutados desde la honestidad intelectual - hablan más de potencialidades que de imposibles, si de la transición hacia el desarrollo socialista se trata.

La transición socialista constituye la expresión de la voluntad por la renovación del pacto social que hoy se agota en el marco del socialismo monopolista de estado. Pero el terreno político para que un “proyecto yoani” funcione está profusamente abonado en Cuba. Lo abona el inmovilismo social ante los problemas que generan las contradicciones estructurales internas. Lo abona, en consecuencia, el inmovilismo político del Partido cubano ante las contradicciones de naturaleza sistémica que anudan la proyección revolucionaria de la sociedad.

No obstante, un “proyecto yoani”, soportado en el impacto mediático que el patrocinio externo le garantiza, no tiene recorrido político en Cuba. Importa entender que está montado en esencia para el público adocenado y el asustado de esos países. No es casual que se esté empujando con frenesí, en la creencia sobre la infalibilidad del marketing político que funciona en las sociedades de mercado, precisamente en momentos que se necesita apuntalar la fe diezmada en el capitalismo, en la sociedad del “consumo ilimitado” y las “libertades inagotables”.

Pero igualmente importa entender que semejante proyecto, responde a la lógica que induce el reforzamiento del inmovilismo en la Dirección política de Cuba. El Partido y el Gobierno de Cuba, se presupone, no actuarán contra las contradicciones internas en que se agota el proceso sociopolítico y el sistema económico, en que se agota la sociedad, mientras sean los enemigos los que señalen “lo que hay que hacer”. No por ingenuidad el Departamento de Estado ha comprometido el ya menguante capital político del presidente B.Obama con el apoyo explícito al “Proyecto Yoani”. De esa manera el discurso burgués sobre democracia y libertades se le propone a Cuba como una exigencia humillante. En correspondiente concierto político, desde los medios cubanos se expone hoy renovadamente que: “Tampoco en Cuba valdrán receta, metodología ni vademécum algunos que nos señalen el camino y el cómo, para construir un socialismo más pleno; ni nos adiestrarán en tomar lecciones del fracaso europeo en aquella experiencia de socialismo real: qué errores y atavismos no podemos permitirnos el lujo de repetir, cuáles lastres soltar para que avance nuestra sociedad y se fortalezca en todos los órdenes.” (JR, 31.11.2009)iii. En consecuencia, el Partido y el Gobierno cubano reaccionarán según la lógica del enemigo ideológico y político real, a contracorriente del pensamiento crítico revolucionario, y responderán invariablemente a la defensiva. A Cuba, es decir, al Estado monopolista, no se le imponen condiciones. Sin embargo, Cuba, es decir, la sociedad, necesita romper el círculo vicioso de la lógica de tal proyección política.

Es preciso advertir que el discurso político del “Proyecto Yoani” es objetivo, se apropia del inconformismo de la sociedad cubana y, ante el mutis público del Estado y el Partido, y la ausencia de debate político abierto sobre los problemas perentorios y estructurales de la realidad socioeconómica, convierte la expresión crítica popular de los cubanos en “arrojo heroico” individual. A través del simplismo y la sensiblería criticista se intenta acaparar la atención que facilite la banal inducción del pensamiento político burgués, como alumbramientos redentores de un místico “capitalismo sui géneris”. Empero, en virtud de la imposibilidad de la “contrarrevolución virtual”, obligados al proselitismo político directo, a pie de calle, los ejecutores del “Proyecto Yoani” tropiezan con una masa crítica adversa - en parroquias, en la calle, en celebraciones culturales, en reuniones científicas, en debates y círculos intelectuales, más allá de la propia contrapartida revolucionaria presente en la misma blogosfera cubana. Es así porque la gente, conociendo lo que a pesar de todo ha llegado a construir, no deja de sopesar lo que está en juego en Cuba. El precio de las expectativas no constituye un problema totalmente indiferente para el pueblo cubano. Las tensiones sociales tienen puntos de gravitación vitales que detectan y rechazan, como el instinto de conservación, el pensamiento y las acciones de dudosa nominación de origen. La propia falta de debate revolucionario abierto sobre el socialismo en Cuba, sus deseables derroteros, hace de las incertidumbres barreras de contención. A la implosión de esas contradicciones del pensamiento y de la propia realidad apuesta la oposición ideológica subversiva.

En consecuencia, la aparente fuerza de la cruzada mediática contrarrevolucionaria sobre la que funciona el “Proyecto Yoani” se alimenta de la crítica al Estado burocrático, pero desecha las identificaciones revolucionarias críticas del pueblo. El problema es reforzado por el Estado cubano al antagonizar igualmente las identificaciones críticas radicales del pueblo. A contraluz del “Proyecto Yoani” se pone de relieve mejor que nunca la lógica contrarrevolucionaria del pensamiento político partidista dominante. Hace más de dos años el Partido convocaba a reuniones del pueblo para expresar las opiniones críticas sobre los problemas que aquejan a la sociedad. Más de un millón de opiniones, según el propio Partido, fueron expresadas libremente por la sociedad. El Partido, sin embargo, tuvo el cuidado de que la sociedad no tomara conocimiento horizontal de sus estados de opinión. Ni durante los debates ni posteriormente los medios de comunicación monopolistas estatales informaron sobre las opiniones. De esa forma se cercenaba la capacidad de retroalimentación de la comunicación social y, con ello, toda eventualidad de formación de una masa crítica que con voz propia emplazara públicamente al Partido y al Estado a tomar cartas decididas en los asuntos, en pos de las transformaciones conceptuales y estructurales del sistema socioeconómico y político. Esa posición de fuerza del Partido es la que le permite aplazar indefinidamente de manera impune – es decir, sin sufrir los costos políticos de la erosión del poder que a cualquier partido ello le supondría en condiciones de genuina participación democrática -, el recurrentemente aplazado VI Congreso del Partido, en el cual el propio pueblo cubano ha cifrado expectativas de cambios revolucionarios. Hoy bastaría con que el Partido, reconociendo el imperativo del poder político popular, publicara (adecuadamente sistematizadas) los miles de críticas, opiniones y propuestas de cambios realizadas por el pueblo en dicho proceso de consultas, para que el criticismo del “Proyecto Yoani” palideciera públicamente y desapareciera por trivial del ciberespacio y las casas editoriales tan rápidamente como apareció y se encumbró. La cuestión, por lo tanto, no es si los proyectos ideológicos de la contrarrevolución interna y externa son políticamente consistentes, sino en qué medida el Partido y el Estado evitan el empoderamiento del pueblo cubano que pueda neutralizarlos y legitimar sin ambigüedades la alternativa socialista. En qué medida el posicionamiento del Partido y el Estado en contra del debate popular, alimenta la inviabilidad del Proyecto Socialista de los cubanos.

El sistema de Partido único suprime los espacios para la manifestación y defensa, programática o no, de las posiciones políticas de la sociedad sobre el socialismo. Todo el resto de las organizaciones políticas y gremiales permitidas oficialmente constituyen apéndices ideológicos del Partido único. De esa manera la sociedad cubana no tiene oportunidad alguna de calibrar sus propios convencimientos en torno a los problemas del proceso sociopolítico en que se envuelve y los caminos hacia el socialismo protagónico y libertario. A Cuba, a la sociedad cubana y al Partido en tanto partido único - si marxiano y martiano -, no puede menos que preocuparle la importancia de definir y viabilizar la democracia socialista, revolucionaria y radical, como la premisa de la participación y la emancipación del ser social.

Los enemigos externos del socialismo en Cuba no son capaces de superar la adicción por las burbujas, desde las económicas y financieras hasta las ideológicas. La excitación de los pinchazos desata las adrenalinas de los artífices acomodados a buen resguardo, qué importa que las convulsiones sacudan como muñecos de trapo a los 3/4 de la humanidad currante por el pan nuestro de cada día en condiciones capitalistas.

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Notas

i RCA, “Cuba: a debate con los proyectos de las disidencias”

ii El considerando de la crítica positiva asume la posibilidad de que el “Proyecto Yoani” pueda ser un proyecto de la Inteligencia y la Seguridad cubana, desplegado para poner al desnudo todo el andamiaje y los mecanismos de la guerra ideológica y política contra Cuba de los EEUU y sus aliados acólitos. Toda la historia de las llamadas “disidencias” contrarrevolucionarias en Cuba demuestra que las mismas han estado invariablemente penetradas de manera altamente eficaz por los servicios de la Seguridad cubana. El problema en el caso del “Proyecto Yoani” es lo suficientemente interesante como para asumir que, en tales circunstancias, el “proyecto” estaría apuntando, sin que por supuesto ese haya sido objetivo colateral exprofeso, hacia las debilidades estructurales internas del propio proyecto sociopolítico cubano.

iii José A. Rodríguez, “Sin manuales ni dogmas”, en Juventud Rebelde, ver: http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2009-11-28/sin-manuales-ni-dogmas/. Las palabras citadas son acotadas por la siguiente reflexión: “Solo la inteligente combinación de la práctica con la teoría y la investigación, la dialéctica inconformidad con la propia obra, y la ágil posibilidad de revisarla y enmendarla constantemente entre todos, nos podrán conducir a un socialismo más eficaz e invulnerable”. No es difícil advertir en el cripto-lenguaje al que obliga la censura de la crítica política en los medios oficiales, la falsa dicotomía de ideas. Basta hacer una sola pregunta: ¿está negando el periodista todo el acervo científico propio cubano – y el extranjero - sobre los problemas sociales, económicos y políticos de las experiencias del llamado “socialismo real”, de modo que hay que tirar al cesto la utilidad del conocimiento para el proceso sociopolítico cubano?. Es preciso destacar que la voz crítica de este autor ha sido cuestionada por el propio órgano de prensa donde publica. Recientemente se le retiró de la publicación digital un artículo controvertido para el órgano de prensa

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