Lorenzo Gonzalo - Cubainformación.- El análisis de la supuesta oposición cubana nos lleva a la conclusión de que se trata de un grupo de personas aisladas o con ninguna estructuración organizativa, dirigida a cambiar el rumbo del proceso social. En una palabra: el propósito es desmontar el Estado cubano actual y conformar otro con características similares al de los países donde impera la llamada “democracia representativa”, pero dicha intención no traspasa la acción individual.


El mencionado propósito, de las aisladas personas que se plantean semejante objetivo, no ha prendido en el ánimo de las mayorías. A lo largo de varios años, dicho clamor se ha expresado militantemente dentro de un aislamiento que no ha sido capaz de romper el silencio de la prensa al uso, ya sea para bien o para mal de quienes han hecho pública esta demanda.
 

Con el tiempo y bajo el influjo de una propaganda brutal de los medios internacionales de prensa para convertir en realidad lo que simplemente es la expresión personal de algunos, la población ha conocido de la existencia de esta gente.
 

La historia del proceso cubano, en su empeño de conformar un estado capaz de favorecer a cada persona de acuerdo a su capacidad, creando condiciones para que trabajen dentro de la especialidad que esa capacidad les permite y que a su vez puedan recibir una remuneración de acuerdo al trabajo realizado, ha creado una concepción política diferente de esa otra, fundamentada únicamente en un tipo de competencia deportiva por el poder central. En la formación de esta manera de pensar, también ha contribuido enormemente el sentido de solidaridad predicado en todas las instancias y el reconocimiento universal de la salud, la educación y la cultura.
 

Las personas que plantean un cambio de rumbo, con comercios, negocios, finanzas y precios sin regulación alguna y basado en disputas electorales, ya sean de grupos o partidos, no han tenido una aceptación capaz de aglutinar. Muchas de esas personas que no han aceptado ofrecer sus esfuerzos a ese clamor, quienes quizás puedan tener cierto espíritu de militancia, no se han mostrado receptivos a formar parte de las filas de una organización política, lo cual nos lleva a pensar que en Cuba, la dinámica del ejercicio político tiene diferencias esenciales con los procesos conocidos que se basan en el derecho absoluto e irrestricto de la propiedad privada y un balance de poder sustentado únicamente en los Tres Poderes.

 
Las personas contrarias al gobierno cubano y al Estado son conocidas de la población, pero desconocidas políticamente como factor aglutinante.
 

El Estado cubano ha actuado contra algunas de estas personas cuando han traspasado la frontera de la actividad individual, conspirando y sobre todo, aceptando ayuda del gobierno de Estados Unidos, con lo cual se han convertido de facto, en agentes de una potencia extranjera. Respecto a esto último nunca se repetirá lo suficiente, a modo de recordatorio para que jamás se olvide, que Estados Unidos ha actuado con violencia contra Cuba y ha dirigido y financiado a personas que inescrupulosamente se ofrecieron a cometer actos terroristas contra la población cubana.
 

Pero al margen de estas incidentales, las personas que continúan con sus prédicas contrarias al Estado cubano han llegado a ser conocidas de la población gracias a una prensa internacional interesada en servirle de instrumento a las políticas de Washington. Pero a pesar de ésta divulgación y ser conocidas de la población, ninguna ha logrado aglutinar a  un grupo poblacional que, al margen de coberturas periodísticas, haya podido repetir la experiencia de los movimientos transformadores de otros países, en especial los de Suramérica.

 
La propaganda, sobre la supuesta oposición o la existencia de un movimiento transformador en Cuba, ha languidecido.

 
Unas pocas personas que pudieron ser reclutadas y se dejaron querer por el entonces Embajador James C. Cason fueron las reales víctimas.

 
De acuerdo a recientes informaciones, dicho Embajador fue instruido para que provocase al gobierno cubano, obligándolo a una ruptura de relaciones. A estos efectos, desarrolló la política de aproximarse a personas con ánimos de transformar el Estado cubano, entregándoles materiales de propaganda, equipos para su divulgación y otras ayudas relacionadas. Contraviniendo las normas diplomáticas internacionales, no dudó en ofrecer su propia casa para tareas de esta naturaleza y puso los vehículos motorizados de la Embajada de Washington en La Habana (eufemísticamente llamada Oficina de Intereses), al servicio de esas pocas personas. Para reforzar su trabajo y quizás para oficializar más esas labores, instruyó a los cónsules y empleados bajo su dirección, para que captaran y orientaran  a los nacionales que se ofrecieran.

 
El resultado final fue la encarcelación de 75 personas. El gobierno cubano no cayó en la trampa de romper relaciones, con lo cual hubiese sido acusado de rechazar el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, una mentira muy difundida por la prensa oficial estadounidense, pues el cese de relaciones entre ambos países fue decidido el 3 de Enero de 1961 por el entonces Presiente Dwight Eisenhower.
 

El caso de los 75, un número no exacto pero apropiado para la propaganda amarilla, fue difundido extensivamente desde 1973 hasta el presente en que fueron dejados en libertad.

 
A partir de entonces languidecieron precipitadamente las campañas de la prensa, la cual se ha quedado sin mucho material explotable, aunque siempre hay espacio para este tipo de creatividad fantasiosa.
 

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)

 


 

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