Pedro Antonio García - Rebelión.- A finales de 1960 cursaba el segundo grado de la enseñanza primaria en un exclusivo colegio católico de la capital. No recuerdo el mes, supongo que fue octubre o noviembre, cuando desapareció mi primer compañero de aula, un niño de tez muy trigueña a quien llamábamos Johnny. “Se fue de Cuba con sus padres”, me dijeron.


Con el año nuevo de 1961, se notaron algunas ausencias. Luego de Playa Girón, hubo una epidemia de pupitres vacíos hasta el punto que, al nacionalizarse la escuela en junio, hubo que fusionar las dos aulas del grado. Fue entonces que oí hablar por primera vez de patria potestad y de que Fidel nos iba a mandar a estudiar para Rusia. Mis padres, en un alarde de maestría pedagógica, adecuaron ese concepto al entendimiento de mi corta edad y me explicaron lo falso de la segunda afirmación.

Pasó el tiempo. En la última década del siglo XX, durante un evento sobre Nación y Emigración celebrado en La Habana, me hallaba relatando a una colega argentina mis experiencias en el colegio religioso, cuando me interrumpió un cubano-americano. “Yo también estaba en ese colegio, en segundo grado”. Me dijo su nombre. Hurgué en los recuerdos, sin resultado. Él tampoco se acordaba de mí. A instancias de mi madre, al día siguiente le llevé la foto de la primera comunión colectiva de nuestra aula. “Soy este”, señaló a un niño muy delgado y de poca estatura para esa edad. “Me fui de Cuba como Peter Pan. No tuve la suerte de Johnny, que se fue con sus padres.”

Por una de esas casualidades, intimaba con una prima mía, residente en San Francisco. Volvió a pasar el tiempo. Un buen día la vida me trajo noticias suyas. “Todos los días me siento en un banco, frente a la bahía de San Francisco, para contemplarla. No sé por qué, pero me recuerda a La Habana”, escribía.

Una operación macabra

La agudización del ya existente diferendo Cuba-Estados Unidos a partir del proceso de nacionalizaciones emprendido por la Revolución en agosto de 1960, llenó de pavor a la burguesía cubana (ver Monopolios yanquis… ¡se llamaban!, BOHEMIA 30 de julio de 2010), que comenzó a emigrar paulatinamente hacia Norteamérica. Dentro de ese contexto, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lanzó el rumor de que el Gobierno Revolucionario había redactado una ley que eliminaba la patria potestad de los padres sobre los hijos. Esos niños serían llevados a la URSS para su adoctrinamiento.

Ángel Fernández Varela, probablemente uno de los más importantes agentes de origen cubano en la Inteligencia yanqui durante la década del 60, fue “una de las personas responsables de redactar la falsa ley que provocó la histeria de la eliminación de la patria potestad”, según testimonio de su hijo. “Así nació la Operación Pedro Pan. Por esa época, la CIA, con la ayuda de la Iglesia católica, preparó un plan que, si tenía éxito, ayudaría a desestabilizar a un inseguro y joven gobierno, provocar su ruina y finalmente su derrocamiento. Los peones en este juego de altas apuestas de ajedrez político eran 14 mil 048 niños y sus padres.”

Desde el 26 de octubre de 1960, Radio Swan, emisora pirata de la CIA, comenzó a propagar el falso rumor. Dos figuras que serían clave en esa operación se pusieron en contacto: James Baker, propietario y director del elitista colegio Ruston Academy, de La Habana, y un hasta entonces oscuro párroco de la diócesis de Miami, Bryan Walsh.

A las 4:30 p.m. del 26 de diciembre de 1960 llegaron a Miami los primeros cinco niños menores de edad, aunque la “historia oficial” de los miamenses haya resaltado los nombres de solo dos de ellos, los hermanos Sixto y Vivian Correoso. Otros 25 niños abandonaron Cuba en lo que restaba de año.

La ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba no amilanó a monseñor Walsh, más si el Departamento de Estado norteño le había brindado todas las facilidades. Con la complicidad de la embajada inglesa en La Habana, las autoridades coloniales británicas en Jamaica y la Iglesia católica de ese país, se creó una segunda variante, vía Kingston. La embajada de Panamá en Cuba asumió una cuota de 300 visas semanales y la Iglesia bautista en Cuba, Convención Occidental, entró en el juego para asegurarles la salida a los niños de sus congregaciones.

Siete niños, cuyas edades fluctuaban entre los siete y 15 años, viajaron el 17 de enero de 1960 en un vuelo de la aerolínea holandesa KLM a Jamaica y de allí, al día siguiente, partieron hacia Miami. La operación, en el criterio de sus organizadores, iba viento en popa.

En tierra extraña

En su famoso reportaje publicado por The New York Times en 1998, la colega Mirta Ojito relataba la tragedia de varios Peter Pan a casi 40 años de abandonar Cuba. Raquelín Mendieta no puede llorar. María de los Ángeles Torres se niega a enviar a sus hijas solas en un avión. Antonio García, luego de tres décadas de matrimonio, es incapaz de afrontar una separación de su esposa ni tan siquiera una noche.

Hasta el salsero Willy Chirino, quien no pasa una mañana sin agradecer a Dios lo bueno que fue la Operación Peter Pan, ha reconocido en público lo duro que resultó para todos ellos la vida en los campamentos y en las ubicaciones posteriores, ya fuera en casas de adopción u orfanatos. Muchos de los cubanitos desconocían el inglés. Pero se les obligaba a hablarlo. Cuentan que a un habanerito se le olvidó la palabra spoon (cuchara en inglés) y no podía tomar la sopa porque no le habían dado ese cubierto.

“Speak English”, solo le contestaban cuando él lo reclamaba. Como no terminó de engullirse el caldo, lo castigaron severamente. Los pequeños angloparlantes que con él compartían el centro para huérfanos en donde lo ubicaron, se mofaban de él y le apodaron Cuchara. Todavía hoy le conocen por ese sobrenombre.

Cuando se habla de los Peter Pan que han alcanzado el éxito en Norteamérica siempre se menciona a Lisette Álvarez Chorens, la esposa de Willy Chirino y como él, popular cantante. De lo que no se habla es de su testimonio a la historiadora Ivonne Conde para el libro Operation Peter Pan. The untold exodus of 14 048 cuban children (1999, El éxodo nunca contado de 14 048 niños cubanos).

Según Lisette, la ubicaron en un orfanato donde se hallaban delincuentes juveniles, que sometían a las cubanitas a palizas y abusos ante la indiferencia de sus guardianes. En una ocasión, estos las castigaron a ella y a Raquel Mendieta encerrándolas en un closet oscuro. Luego prolongaron la sanción con otro encierro en un local por más de cinco horas.

Tampoco resultó fácil la vida para quienes fueron asignados a casas de adopción. A los hermanos Mary (12 años), Dulce María (10) y Pastor Sosa (7) los ubicaron con una familia de Long Beach, California. El padre adoptivo comenzó a abusar sexualmente de Dulce, por lo que Mary, la mayor, lo denunció a las monjas que las atendían. Pero aquella familia “gozaba” de la más alta reputación moral y religiosa en la localidad y sus quejas fueron desoídas. La única solución que ofrecieron a los cubanitos consistió en trasladar a Dulce a otro estado, separada de sus hermanos. Ella tuvo que seguir soportando al padrastro otros tres años.

Hasta en los campamentos donde solo había Peter Pan imperó la ley del más fuerte. En un documental realizado por cineastas cubanos sobre esta macabra operación, uno de los niños arrancados de Cuba, entonces con solo ocho años, conoció de los abusos sexuales de sus compatriotas de más edad. “Era preferible servirle a uno, que no a todos los demás”, afirmó en desgarrador testimonio ante las cámaras.

¿Debemos extrañarnos de que el Peter Pan más célebre no sea el senador Mel Menéndez, ni Willy ni Lisette, sino Salvador Sal Magluta, el capo mafioso de la droga en Miami, condenado en la actualidad a 198 años de cárcel? ¿O que algunos como Carlos Muñiz Varela, a partir de su traumática vivencia, hayan evolucionado hacia el marxismo? Por su posición política a favor de la Revolución Cubana, a Carlos lo asesinaron terroristas contrarrevolucionarios en 1979.

Retrospectiva desde el tercer milenio

Aunque la Operación Peter Pan finalizó teóricamente el 22 de octubre de 1962 con la Crisis de Octubre, en realidad se extendió hasta bien entrada la década de 1970, con nuevas variantes, como la de los vuelos de menores de edad a Madrid. Por ello, tal vez la cifra real sea superior a los 14 mil 048 niños que reconoce la “historia oficial” miamense.

Muchos padres lograron reencontrarse con sus hijos años después, gracias a los convenios migratorios suscritos entre Cuba y Estados Unidos. Entonces sobrevino un segundo trauma, porque los progenitores apenas reconocían a sus hijos y algunos de estos se negaron a abandonar a sus padres adoptivos rechazando a los biológicos. Pero acostumbrados a las normas machistas de la sociedad neocolonial cubana, una buena parte de los progenitores no aceptó la independencia de sus hijas, lo que motivó disensiones y nuevas rupturas.

Todavía entre la prensa miamense hay quienes pretenden responsabilizar a la Revolución de la necesidad de la Operación Peter Pan. Pero la verdad se impone en las voces de quienes, como Álvaro Fernández, hijo de Fernández Varela, alertan que “la Operación Pedro Pan (la primera vez que se usó la división de la familia como estrategia durante la guerra interminable entre EE.UU. y Cuba), no fue una invención nacida de la mente de Fidel Castro ni de ninguno de su pueblo. Este pecado mortal pertenece al Gobierno de EE.UU. y a la Iglesia católica. Es hora de que confiesen y se arrepientan. El dolor que han causado fue horrible; puede que sea peor hacer creer a tantos que la culpa era de otros”.
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Fuentes consultadas

Los libros Operación Peter Pan. Un caso de guerra sicológica contra Cuba, de Ramón Torreiro y José Buajasán, y Operation Peter Pan. The untold exodus of 14 048 cuban children, de Ivonne Conde. Los textos periodísticos Ramón Grau Alsina. Cuban who aided children escape, de Mirta Ojito (The New York Times, noviembre 6 de 1998), Base de datos sobre el histórico éxodo de la Operación Pedro Pan, de Luisa Yánez, y Una desgarradora decisión que salvó a miles, de Myriam Márquez (ambos publicados en The Miami Herald, mayo 12 y 17 de 2009 respectivamente); y La Operación Pedro Pan: una horrible mancha en la historia (de EEUU), de Álvaro Fernández, publicado por Progreso-semanal.com (Internet).

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