Iroel Sánchez – La Pupila insomne.-  “…una celda en el sótano de una comisaría, con capacidad para 7 personas, en la que había cuarenta detenidos. De pie, durante días y noches enteros, apretados unos contra otros, sin comida, sin retretes. Hacía tanto calor que el vapor de la transpiración subía hacia el techo de cemento y al enfriarse contra él caía en forma de lluvia”. El escritor español Antonio Muñoz Molina no ubica esta escena  en el Iraq denunciado por las revelaciones de Wikileaks, sino que -según cuenta en su blog Escrito en un instante- es el relato que le hiciera su “amigo” Fernando Velázquez sobre las condiciones de su detención en Cuba. Velázquez es el autor de una novela con el nada comercial nombre de Última Rumba en la Habana que Muñoz Molina acaba de presentar en New York, como corresponde entre buenos amigos, y, a juzgar por el relato de su prisión, posee algunas habilidades para inventar historias.


Hasta cierto punto, resulta lógico que el autor del folclórico título, presentado  por semejante celebridad, haya exagerado su experiencia vital. Lo que no encaja en la historia es la otra persona que acompañaba al miembro de número de la Real Academia Española, y al cual Muñoz Molina se refiere como “mi amigo Vicente Echerri”. Se trata de alguien que precisamente ha aplaudido y justificado la brutalidad policial. Estas fueron las palabras que Echerri escribió en El Nuevo Herald cuando la represión contra las más de 150 000 personas  que protestaban  en Génova por la reunión del G-7, que provocara la muerte del joven italiano Carlo Giulliani: “la policía tiene que hacer su obra para reprimir a estos “reaccionarios” que salen a enarbolar sus atavismos. Los medios de prensa y algunos políticos han llegado a acusar a la policía de brutalidad (y, sin duda, algún acto de brutalidad debe de haber cometido); yo creo, en cambio, que ha sido comedida, tal vez en demasía.”

Vicente Echerri tampoco dejó un instante de aplaudir las atrocidades de Bush en Iraq y de reclamarlas para su país de origen, aquí un resumen de su ideario, también publicado en El Nuevo Herald:

  • ..la seguridad del mundo exige estas bombas, de ser posibles mucho más poderosas… cuando el polvo se asiente, y el tiempo mitigue el dolor de los que sobrevivan, el mundo tendrá la oportunidad de ser mejor…
  • Creo, sinceramente, que si una contribución positiva puede hacer una superpotencia es la de ejercer con eficacia el papel de gendarme internacional, teniendo más en cuenta la felicidad de la gente –tal como la definen los derechos humanos– que ese otro concepto más abstracto conocido por “soberanía nacional”.
  • Estados Unidos es el único imperio del momento –que, por cierto, ejerce su poder sin demasiada vocación– y a nosotros nos ha tocado en suerte vivir en su mismo centro de irradiación y disfrutar de esa incomparable prebenda, pese a haber nacido en uno de los traspatios de la historia. ¡Cómo podría ocurrírsenos pensar, o desear, que el imperio no ejerza sus poderes!
  • …la única diplomacia que me entusiasma y me parece efectiva es la de las cañoneras, no solo cuando amenazan, sino cuando se ponen en acción.
  • Los que protestan se oponen, ciertamente, al inevitable destino de esta nación: rehúsan ser un imperio, no quieren el papel de policías del mundo que les viene acompañado con su propio poder, les repugna que se derrame una sola gota de sangre por el petróleo (cuando lo cierto es que el petróleo es, hasta ahora, la sangre misma de la sociedad occidental y que, mientras no dispongamos de nuevas fuentes de energía, la sangre de muchos se paralizaría si nos faltase)…
  • Pocas guerras, de las libradas en los últimos tiempos, han sido tan impopulares como esta, al menos fuera de Estados Unidos. Mis amigos europeos y latinoamericanos se oponen a la intervención armada en Irak con distintos grados de fervor. No pasa día sin que reciba algún correo electrónico en el que esta buena gente insista en compartir conmigo su horror por esta acción militar o su repudio a la política norteamericana. Algunos se asombran sinceramente cuando descubren que no estoy de su lado y que, ciertamente, lo único que deploro es que esta guerra no haya ocurrido antes, que el bombardeo no sea más eficaz, y que otras capitales subversivas del tercer mundo –Pyongyang, Teherán, Damasco, Jartum, La Habana- no se asomen también en nuestras pantallas bullentes de detonaciones.
  • “Alguna vez, en mi temprana adolescencia, cuando muchos creíamos que Estados Unidos liquidaría violentamente el régimen de Fidel Castro, imaginaba a los infantes de marina desfilando a tambor batiente por las calles de La Habana en la mañana de nuestra liberación. Aunque eso es aún muy difícil que ocurra –Castro debe encontrarse al final de la lista de los tiranos peligrosos– la acción militar norteamericana contra Irak acerca un poco la realización de ese sueño”.
  • El verdadero patriotismo de los cubanos debería asemejarse al de nuestros exiliados del siglo XIX, que lograron convencer a un gobierno norteamericano renuente de la importancia y ventajas de intervenir en Cuba.
  • No puede haber paz ahora. Es más bien el momento de una guerra global, de una auténtica contienda entre la luz y las tinieblas. Los terroristas musulmanes y los pacifistas que les hacen el juego pertenecen al mismo bando tenebroso.
  • Creo que George W. Bush, sin la guerrera laureada, el espadón y la pose romántica para la historia, y pese a su poco glamorosa estampa de granjero tejano, merece más que Simón Bolívar el título de Libertador. Me sorprende que tanto en Afganistán como en Irak no se haya propuesto reconocerle con este título.
  • “No sé si las Naciones Unidas y su natural ineptitud puedan hacer algo para alterar este destino con su insistencia, como pedía en su discurso el presidente Bush, pero sí creo, que Estados Unidos –por razones de vecindad, de conveniencia política y económica y de solidaridad con el pueblo cubano– puede y cuenta aún con los recursos para sanear el muladar infecto (…) nuestro primer deber patrio es buscar ayuda de la nación que más puede ofrecerla para salir de la pandilla que ha secuestrado a nuestro país, de la misma manera que uno llama a la policía si unos ladrones entran en su casa. Los norteamericanos están llamados por la historia a hacer de policías. En casi medio siglo, no los hemos llamado a cumplir con su deber con la suficiente convicción.”

Sólo esperamos que los amigos cubanos de Muñoz Molina hayan podido viajar rápidamente de New York hasta Miami para estar presentes en la presentación este domingo del libro Decision Points, donde su admirado George W. Bush reconoce su complicidad con la tortura.

Foto de cabecera: Vicente Echarri

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