Iroel Sánchez – La pupila insomne.- Cuando los gobiernos de Estados Unidos y Cuba acordaron canjear a los prisioneros resultantes de la derrotada invasión norteamericana en Playa Girón por alimentos para niños (compotas), estaban también contribuyendo a la creación de un símbolo que ha acompañado a la contrarrevolución cubana a lo largo de cincuenta años.


A los hechos de servir a una potencia extranjera y su derrota a manos de milicias populares vino a sumarse su valor de cambio por el alimento infantil de blanda textura. Quienes han seguido las recientes excarcelaciones de prisioneros cubanos y su comportamiento posterior en España pueden dar fe de la consistencia de su conducta en correspondencia con la citada relación.

Sin embargo, sabedores de la escasa vocación para el martirologio entre sus conmilitones, existen quienes han querido aprovecharse de ella para tratar de pasar por duros en el blando concierto de su “causa”. Es el caso de dos reos que el pasado 11 de febrero anunciaron –según la agencia AFP- que se negaban a abandonar la prisión, pretendiendo imponer condiciones al gobierno cubano. Incluso, la esposa de uno de ellos declaró a la misma agencia que su cónyuge sería “el último en salir”. Pero con la misma consistencia de las evocadas compotas, pocas horas después de semejantes anuncios, ambos aspirantes al martirologio se encontraban disfrutando en sus hogares de la libertad a la que prometían renunciar.

Parece ser que gracias a las campañas mediáticas y el financiamiento a través de premios que ellas comportan, para algunos en Cuba estar preso se ha convertido en un buen negocio. Lo confirmó recientemente uno de los personajes favoritos de la prensa extranjera en la Isla al ver que no funcionaba su provocación y gritar en plena calle a un grupo de médicos y vecinos “quiero que me lleven preso”.

El Subsecretario de Estado de George W.Bush, Roger Noriega, ha reconocido que las provocaciones -organizadas por el entonces jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana - que dieron lugar a la condena en los tribunales de la Isla de quienes ahora son excarcelados, integraban un plan que, junto al aliento a los secuestros de barcos y aviones cubanos, buscaba crear una crisis entre Cuba y su poderoso vecino. Las declaraciones de Noriega demuestran que, con Cason de jefe, los reos de marzo de 2003 estaban trabajando contra su país, en momentos en que un eufórico Bush invadía Iraq y amenazaba otros “oscuros rincones” del mundo.

No hay que ser un genio para saber que si Cuba no cae en las trampas del imperio, mucho menos va a complacer los afanes protagónicos de sus mercenarios. Así están, quienes anunciaron su desafío a la excarcelación, con la firmeza de las compotas, haciendo honor al célebre refrán: “no queiro, no queiro; échamelo en el sombreiro”.

 

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