Dilbert Reyes Rodríguez - Trabajadores.cu .- Con sus 86 años, Paula Ramírez Roblejo recuerda muy bien los días aciagos de la Sierra Maestra hace más de medio siglo, cuando un enfermo, sin cura entre yerbas y mejunjes, tenía que ser bajado en una hamaca hasta Guisa.


“Usted no sabe, mijo, lo que era ir con la duda de saber si el poco dinerito alcanzaba para pagar uno de los dos médicos privados del pueblo.”

Hoy bromea mientras espera a las puertas de la consulta de estomatología del hospital Juan Manuel Márquez, de la comunidad de Victorino, el primero de montaña creado por la Revolución triunfante de 1959."

Imagínate vivir casi 40 años olvidado en medio del monte, y de pronto te digan que entre el camino y el río, cerquitica de tu casa, van a abrir un hospitalito así, gratis para todo el mundo."

 Veinte kilómetros Sierra arriba, desde el poblado de Guisa, en la oriental provincia de Granma, no es difícil encontrar a Asber Rodríguez atareado en cualquier faena, dentro o alrededor de la pequeña instalación asistencial."

Tratar de ser siempre útil es una forma de no desprenderme de una historia de la que fui parte desde marzo del 59, cuando se hizo realidad un sueño del mártir de la Revolución Juan Manuel Márquez.”

Asber cuenta que quien vino de La Habana a valorar el lugar para la obra, dijo que la fundación de un hospital en un sitio intrincado del lomerío más alto y famoso del país, era un deseo expreso del segundo al mando de la expedición del yate Granma.

“Bastó la decisión de que fuera allí, en Victorino, y el campesino Eustorgio Rosales se apareció para donar su casa de madera, justo donde está hoy esta sólida construcción de hormigón, edificada en 1975.

"El espacio fue suficiente para instalar consultas de medicina, obstetricia, pediatría y estomatología; así como un laboratorio clínico”, precisa Asber, quien permaneció cuatro décadas a cargo de la administración del centro.

“Los primeros médicos venían de Guisa tres días a la semana, en tanto seis hijas de campesinos fueron enviadas a Santiago de Cuba a formarse como enfermeras en seis meses.”

Nacido en los llanos del río Cauto, en el municipio de Yara, el doctor Reinerio González Guerra lleva ocho años en las alturas de la Maestra, y hoy dirige el recinto sanitario con el orgullo de mantenerlo dos lustros sin muertes infantil y materna. Desde su turno de guardia médica, explica que más de tres mil personas, incluidos pobladores de caseríos de Santiago de Cuba, colindantes con Granma, se benefician allí con varias especialidades clínicas y servicios de diagnóstico como radiología, ultrasonido y electrocardiograma.

“Cada vez que mi familia me visita dice que soy privilegiada por tener tanta comodidad para parir en medio de la loma. Este es mi tercer embarazo en 28 años, y por las atenciones aquí, no tengo miedo de nada”, confiesa Sonia Torres, una de las ocupantes de las 17 camas de ingreso habilitadas en el “Juan Manuel Márquez”.

Atendido por un personal predominantemente joven, -algunos ya consagrados como colaboradores internacionalistas- el hospital serrano de Victorino perdura en el tiempo con la misma lozanía de la Revolución Cubana. Es una de esas obras inmensas que convirtieron a la Sierra Maestra en un lugar de luz, donde hace 50 años, amanece desde cualquier pico, bosque o arroyo, donde el hombre trabaja y vive feliz.

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