Manuel Garcia Sanchez - Cubainformación.- Hagan la prueba, amigos: intenten exponer sobre cualquier mesa y a todos los niveles (en los bares también se conversa) el tema Cuba y verán a que se exponen.


En toda charla existen requisitos mínimos para que se materialice dicho propósito, a saber: emisor, receptor, medio y mensaje. La conversación (“acción de versar junto a”) requiere que ambas partes estén a un mismo nivel (cosa muy difícil), pues de lo contrario, solo se intercambian palabras, pero no conceptos, y mucho menos ideas. ¿Qué es, pues, lo que tiene que ocurrir para que merezca la pena hablar con alguien? Fundamentalmente, esto: que seamos conscientes de qué se está hablando, a qué nivel y con qué rigor. Si nuestro contrincante, en el caso de que la conversación se convierta en discusión (“contraposición de dos puntos de vista diferentes”) no está a la altura, es decir, no sabe de lo que habla, lo mejor que podemos hacer es abandonarlo o recordarle que hasta que no se informe del tema a discutir no tiene nada que hacer (nosotros tampoco), si es que verdaderamente,  ambos, anhelamos entendernos recíprocamente.

¿Qué pasa con el tema Cuba? Yo he hecho la prueba y sucede lo siguiente: si existe alguna temática llena de mal-interpretaciones y confusiones ésta es un modelo de ello. Sinceramente, desde que llegue de Cuba, he hablado con un sinfín de personas, he tenido discusiones de lo más acaloradas, de lo más difícil. ¿El motivo? Perdonen la arrogancia, pero es así, casi nadie sabe casi nada de Cuba y de su pueblo. ¿Cuál es el problema? La falta de información y la sobrada ignorancia y mediocridad de aquellos que lanzan insultos sobre algo que desconocen. ¿Qué es lo que escupen (ya que no hay la más minima argumentación) de su boca todos los anti-cuba? “Cuba es una dictadura castrista”. ¿Qué os parece? Ante eso, solo puede hacerse algo: exigirles los motivos o razones de lo que han dicho, y entonces, ¡ay!,  es cuando viene el silencio y el más rastrero analfabetismo posible. En la antigua Grecia, serían expulsados del ágora por charlatanes…

¿Qué hacer con este panorama? En el mejor de los casos, retirarnos de la conversación y abandonar a dichos contumaces. Si queremos, por cualquier tipo de simpatía o afección, a nuestro interlocutor, solo podemos invitarlo a que visite Cuba, a que se mezcle con el pueblo cubano, darle un libro de José Martí, algún texto del Che, algún discurso de Fidel… Y si de veras quiere aprender algo más, que siga con Céspedes y Maceo, y como no, recordarle que la historia y el presente de Cuba no es inteligible si no estudiamos paralelamente su relación, o mejor dicho, su no relación con el imperio (EEUU), aquella madre bastarda a la que todos estamos acostumbrados a mamar con los ojos cerrados… ¿Saben, queridos lectores, cuál es quid de la cuestión? Que occidente ha comido tanta mierda que al final le ha acabado gustando…

¿Queremos hablar de Cuba? Por lo menos, seamos algo serios…

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