Roberto Pérez Betancourt - Granma.- El 26 de noviembre de 1959, el comandante Ernesto Che Guevara de la Serna asumió públicamente la presidencia del Banco Nacional de Cuba, para escándalo de la embajada norteamericana y beneplácito de la Revolución y su pueblo.

Ceremonia en la que el Che asume el presidencia del Banco Nacional de Cuba.

Al comentar aquella decisión, el Comandante en Jefe Fidel Castro apuntó durante un discurso en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, Argentina, el 26 de mayo del 2003:


"Los enemigos bromeaban, siempre bromean; pero la broma, que tenía una intención política, se refería a que un día yo había dicho: hace falta un economista. Pero desde entonces se habían confundido y creyeron que yo decía que hacía falta un comunista, y es por eso que había ido el Che".

Pero el Che era un comunista y era un excelente economista. "Ser economista excelente depende de la idea de lo que quiera hacer quien dirige un frente de la economía del país, y quien dirige el frente del Banco Nacional de Cuba; así, en su doble carácter de comunista y economista", destacó Fidel.

Transcurridos apenas 11 meses del triunfo insurreccional, la dirección del país había implementado leyes trascendentales, de amplio beneficio popular, que provocaban la ira de las oligarquías externas, y de sus servidores domésticos, al tiempo que los tecnócratas intentaban frenar la radicalización del proceso.

En ese momento, Che dirigía el Departamento de Industrialización del Instituto de Reforma Agraria, y desempeñaba otras funciones en el Ejército Rebelde, pero no vaciló en aceptar la responsabilidad.

Primaba la comprensión de que el Banco Nacional de Cuba era arteria vital por la que circulaban las finanzas de la nación, en primer lugar la disponibilidad y el manejo de las divisas, en un contexto en el que participaban directivos de la banca privada, quienes por ello estaban en conocimiento de los proyectos que involucraran inversiones, créditos, pagos y cobros.

Las arcas del Estado cubano habían sido saqueadas en la estampida de los batistianos a la caída del régimen —424 millones de dólares se llevaron para Estados Unidos— y de ninguna manera podía permitirse que las pocas divisas convertibles disponibles se fugaran al exterior, y que funcionarios serviles impidieran la instrumentación de disposiciones revolucionarias.

Esa realidad caracterizaba el clima que se vivía en Cuba, cuando técnicos y especialistas se marchaban del país, deslumbrados por la política de desestabilización implementada por el gobierno de Estados Unidos a través de intencionadas ofertas monetarias y facilidades migratorias.

Fue menester recurrir a los pocos cuadros revolucionarios de mayor instrucción, salidos del propio Ejército Rebelde, de organizaciones que habían participado en la lucha contra la dictadura, y de los sindicatos, para fundar una emergente Escuela de Administración de Industrias, e invocar el ingenio creador de obreros y campesinos para salir adelante.

La designación de Che provocó la irritación en círculos injerencistas del gobierno estadounidense y en las filas de la contrarrevolución que aupaba.

Cuando Guevara plasmó su escueta firma, Che, en la toma de posesión, y más tarde rubricó igualmente los primeros billetes emitidos por el Banco, la reacción pretendió condenar a la hoguera al comunista declarado y al economista activo.

Corrieron los adinerados a cerrar sus cuentas bancarias y a extraer los "papeles", como apuntó Fidel el 15 de diciembre de 1959, ante una plenaria nacional de trabajadores azucareros, ocasión en la que dejó entrever la posibilidad de un cambio de moneda, ocurrido al año siguiente para un rudo golpe a los planes de la contrarrevolución.

En el referido discurso, el Jefe de la Revolución fue categórico al expresar: "Para que nadie se llame a engaño, el Che no está ahí para hacer ninguna barbaridad, el Che está ahí igual que cuando lo mandamos a Las Villas a impedir que pasaran las tropas enemigas hacia Oriente; lo he mandado al Banco Nacional a impedir que se vayan las divisas y para que el parque que tenemos en divisas pues se invierta correctamente."

En realidad, el Che no era un improvisado, porque poseía amplia cultura general, era lector infatigable y crítico, había profundizado el estudio del marxismo, en particular las obras clásicas de Marx y Lenin, y sobre todo poseía una voluntad política férrea, que le permitía incorporar nuevos conocimientos sobre la base de la aplicación constante.

Lo demuestran sus análisis sobre la economía capitalista y del llamado socialismo real, en la antigua Unión Soviética y países de Europa del este, y la fundamentación de sus tesis, críticas y anticipadoras del naufragio de aquel modelo.

Por cierto sobre su escueta firma que luego aparecerían en los nuevos billetes, Luis M. Buch, entonces ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros, narra en su libro Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos que "En la ocasión de tomar posesión el doctor Ernesto Guevara de la Serna como presidente del Banco Nacional de Cuba, firmó el documento de juramentación con su inconfundible Che. Yo le objeté, en voz baja, que debía firmar con su nombre completo, pero él insistió en firmar así. El presidente Dorticós se percató de la situación, y nos preguntó: Qué ocurre?

"Le expliqué que el doctor Guevara estaba firmando como Che y no como Ernesto Guevara de la Serna, que era su nombre. Sin esperar un segundo, Che replicó, secamente: Cada uno firma como quiere.

"Nos quedamos callados. Así quedó registrada primariamente la sencilla y legible firma con que se defendería con celo insuperable las finanzas del país y que, en el cambio de la moneda de 1961, rompería la espina dorsal a la economía de la contrarrevolución cubana".

El paso breve pero fecundo de Che Guevara al frente del Banco Nacional de Cuba es otra de las muchas páginas brillantes legadas por quien pasaría a la inmortalidad con el nombre venerado de Guerrillero Heroico.

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Che: primer presidente de la banca revolucionaria cubana
    
Felipa Suarez Ramos - Trabajadores.- No hubo misión que el Gobierno Revolucionario le confiara que el comandante Ernesto Che Guevara no cumpliera con tesón y extrema disposición. Por ello, cuando el 26 de noviembre de 1959 fue nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba, aunque reconocía no saber nada acerca de esa esfera, aceptó el reto.

No faltaron quienes consideraran que le sería imposible sustituir a Felipe Pazos, uno de los economistas más capaces del país; pero el bravo y polifacético oficial rebelde, conocedor de que entre los banqueros la Revolución no encontraría a la persona idónea para aquella responsabilidad, no dudó en acometer aquella labor con todos sus bríos.

Su primera acción como presidente del Banco Nacional de Cuba fue arremeter contra la fuga de divisas, para lo cual, el 4 de diciembre de 1959, dictó una serie de medidas dirigidas a los bancos comerciales, aeropuertos y aduanas, y responsabilizó con su cumplimiento al Fondo de Estabilización Monetaria.

Otro paso importante fue la liquidación del Banco de Desarrollo Social (BANDES), la  Financiera  Nacional  y el  Banco  de Comercio Exterior -creados por el tirano Fulgencio Batista con fines lucrativos-, y  encomendó la reubicación de sus trabajadores en diferentes organismos con vistas a evitar que resultaran afectados con la medida.

De junio a septiembre de 1960 comunicó por escrito a las refinerías el plan de pago de sus correspondientes deudas con el Estado, las cuales, según les ofreció, podían supeditar sus abonos al procesamiento del petróleo procedente de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Precisamente a principios de septiembre, propuso a los funcionarios del banco sacar de Estados Unidos el oro físico que Cuba tenía depositado allí: las barras del preciado metal fueron trasladadas a Canadá y posteriormente a Europa, sin que los norteamericanos se percataran de la operación.

El 17 de ese propio mes ordenó la nacionalizción de los tres bancos norteamericanos existentes el Cuba -el City Bank of New York, el Chase Manhattan Bank y el First National Bank of Boston- y, por esos días,    la de una entidad taiwanesa.

Al mes siguiente, el día 13, por disposición suya, comenzó a aplicarse la Ley No. 891, que establecía la nacionalización de toda la banca nacional y extranjera, excepto el Royal Bank y el Nueva Escocia, entidades canadienses que poco después fueron adquiridas por el Estado cubano. Con esta medida pasaron a poder del país 44 empresas bancarias y sus 235 oficinas y sucursales asentadas en 96 localidades de la Isla.

Con la autoridad que revestía su cargo, en noviembre de 1960 viajó a los entonces países socialistas donde obtuvo los primeros créditos concedidos por ellos a Cuba, y en enero del siguiente año adoptó las disposiciones generales para el canje de la moneda. Este proceso, realizado en agosto de 1961, cumplió un doble propósito: asestar un duro golpe a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que disponía de 400 millones de pesos cubanos para sufragar las actividades contrarrevolucionarias, y reducir el exceso de circulante en poder de la población.

La última medida adoptada por el Che como presidente del Banco Nacional de Cuba fue la aplicación, el 23 de febrero de 1961, de la Ley No. 930, que reestructuraba a esa institución y al sistema dependiente de ella.

Su labor al frente de la banca cubana fue exitosa porque, como expresó años atrás a esta periodista el profesor Salvador Vilaseca Forné, quien trabajó intensamente a su lado en aquella época, el Che tenía como principio que "cuando la Revolución le asigna a uno una responsabilidad, tiene que cumplirla y hacerlo bien".
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