Atilio Borón, sociólogo y politólogo argentino


Cubainformación.- Atilio Borón es uno de los más importantes intelectuales de la izquierda latinoamericana. Actualmente, es director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales y fue Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Las conversaciones que mantuvo, en marzo de 2009, con Fidel Castro, son la base de su libro recién publicado, «Crisis civilizatoria y agonía del capitalismo». La versión íntegra de esta entrevista puede verse en video en nuestra web.

Texto publicado en Cubainformación revista nº 13. Primavera de 2010

Ver la entrevista íntegra en video


- ¿Estamos realmente en la agonía del capitalismo?
- Yo creo que sí, aunque no será una muerte súbita. El sistema capitalista ha traspasado unos límites que no permitirían ya su recomposición, y esto ha sido afirmado por autores marxistas y no marxistas. Por ejemplo Wallerstein, quien planteó en una conferencia en Madrid que el sistema capitalista ha llegado a acumular tal nivel de contradicciones que no tiene cómo resolverlas. Se ha llegado a un punto de no retorno en el que, por ejemplo, no puede manejar la contradicción ecológica. O se para el capitalismo o se destruye la naturaleza. Eso lo previó ya Fidel en su intervención en la Cumbre de Río de 1992.

 


- ¿Cómo viste al Comandante en aquel encuentro?
- Le vi muy bien. Fue una sorpresa. Estaba yo almorzando con Fernando Rojas y de repente sonó el celular. Me dijo: a las cinco te van a buscar. Por el tono y la cara de Fernando yo ya me imaginaba todo…Él me llamó porque tenía ganas de conversar sobre la crisis energética y sobre una cuestión que planteo en otro libro, «Socialismo del Siglo XXI»: la idea de que definitivamente no podemos seguir pensando en términos de “burguesías nacionales”. Lo que hay es una burguesía imperial y pensar que hay una burguesía europea, canadiense, norteamericana o japonesa que están en pugna, es una idea que está totalmente rebasada por los procesos de interpenetración. Y él quería avanzar en todas estas ideas.
Yo iba con un poco de temor, el de encontrarme con una persona postrada, sufriente, en un lecho agonizante. Pero no me encontré nada de esto y sí a un Fidel con la misma lucidez de siempre. Es impresionante cómo, con el paso de los años, ese cerebro sigue funcionando con semejante rapidez y precisión. Él está siguiendo muy de cerca todos los grandes temas de la actualidad mundial con información de primerísima mano. Debe de ser una de las personas mejor informadas del mundo. Y está escribiendo mucho. Realmente le vi muy bien y creo que va a seguir estando bien. Su madre vivió más de cien años, así que creo que algunos allá en Miami van a tener que esperar mucho tiempo.


- ¿Cómo ves esta etapa que está transitando la Revolución cubana, el proceso de debate y reflexión y las transformaciones internas que se están planteando?
- Es un momento sumamente difícil. Se han dado una serie de circunstancias que han ocasionado problemas muy serios. El año 2008 fue un año fatídico por la terrible temporada ciclónica. Provincias enteras fueron arrasadas. Y esto sucede en un momento en el que se estaban a punto de lanzar una serie de  reformas muy importantes que, además, son muy difíciles. Lo que se quiere hacer en Cuba –y yo creo que es lo que se va a hacer– son reformas orientadas al perfeccionamiento de un régimen económico socialista. En este sentido hay que descartar la idea de reformas que supongan una vuelta al capitalismo. Es una tarea que resulta muy complicada. Porque lo otro resulta mucho más sencillo: tú bajas todas las banderas, permites que vengan las empresas privadas y que hagan lo que quieran. Pero eso en realidad no es una reforma, sino una contrareforma.
Ellos están interesados en una reforma que va a tener que meterse muy a fondo en un tema que para mí es crucial: el tema de la agricultura. De ello tienen plena conciencia Fidel y Raúl. Cuba está importando un 82% de los alimentos, y esto significa que hay un problema gravísimo en el campo. Por una parte tiene que ver con deficiencias en el modelo de organización de la actividad económica, pero al mismo tiempo son deficiencias que reflejan el triunfo de la Revolución. Los hijos e hijas de la gente que antes estaba trabajando en los surcos son hoy ingenieros, médicos, doctores, profesionales… La elevación del nivel de educación de la sociedad cubana ha tenido como resultado la despoblación del campo. Y ahí viene el gran desafío: ¿cómo se produce una gran revolución en la producción agrícola cuando no hay tanto campesinado?
Por otra parte, si no tienes campesinos, tienes que invertir capitales y Cuba no tiene ni campesinos ni capitales. Ese es el enorme desafío: de qué manera pueden organizar el proceso económico en donde, inevitablemente, van a tener que incorporar, a mi manera de ver, alguna forma de asociación con pequeñas empresas capitalistas, siempre en una posición subordinada. Cuba no tiene capitales y además tiene el bloqueo, algo gravísimo. El bloqueo norteamericano le ha costado a Cuba más de dos planes Marshall. Con uno se levantó Europa. Cuba tiene vetado el acceso a tecnologías y a capitales por el bloqueo.
Estos son los talones de Aquiles de la Revolución, aunque creo que ya están realizando algunos ensayos muy interesantes. Lamentablemente, cuando estaba por empezar todo esto, vino esa temporada ciclónica y luego el tsunami de la crisis mundial, que afectó mucho a Cuba. El coste de los tres huracanes de 2008 equivale al 20% del PIB del país, los precios del níquel se derrumbaron cerca del 80%, etc. Son condiciones tremendamente difíciles cuando uno sabe que, para hacer una reforma, ya sea capitalista o socialista, se requieren recursos, y justo en este momento los recursos se han achicado. Es un gran desafío, pero yo pienso que el pueblo cubano va a salir adelante. Cuba tiene una gran experiencia práctica y ha hecho cosas muy exitosas que estaban más allá de los libros y creo que también van a tener éxito ahora.


- La editorial vasca Hiru acaba de publicar uno de tus libros, «Socialismo del siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?» ¿Cómo explicarías, para principiantes, esto del “socialismo del siglo XXI”?
- Debemos repensar las estrategias de transformación de las sociedades del Tercer Mundo y, eventualmente, también de las sociedades desarrolladas, por unos caminos que no son los transitados por el proyecto socialista del siglo XX. El proyecto socialista del siglo XX fue, por ejemplo, profundamente estatista, pero no por una cuestión de perversidad o elección, sino porque simplemente no había otra alternativa. Estamos hablando de un mundo donde las sociedades civiles eran mucho más débiles que hoy, las comunicaciones y las formas de interrelación eran mucho más vulnerables y fragmentarias, y eso hoy en día ha cambiado notablemente. Por eso pensar en un socialismo con una acumulación y centralización enorme de poder en manos del Estado es pensar el socialismo desde unas categorías históricas sobrepasadas por el desarrollo de la Humanidad.
Hoy en día la gente condena el modelo de la planificación central al estilo soviético pero, sin embargo, según todos los grandes historiadores económicos de nuestra época, fue un modelo enormemente exitoso que permitió transformar el país más atrasado de Europa, con la mayor tasa de analfabetismo a finales de la Primera Guerra Mundial, y ponerse en 30 años a la cabeza de la carrera espacial. Fue un modelo que funcionó muy bien, pero que al mismo tiempo generó una serie de contradicciones que hicieron imposible que dicho modelo pudiera sobrevivir a la tercera revolución tecnológica-industrial de mediados del siglo XX. La aparición de la informática, la robótica y las tecnologías de la información y la comunicación hizo que el sistema centralizado y estatizado no tuviera la flexibilidad ni la capacidad de adaptación para aprovechar esos cambios. Esa es una de las razones de su derrumbe. Además, por supuesto, el acoso de EEUU, la guerra de las galaxias de Reagan, etc.
El socialismo del siglo XXI significa pensar en un esquema mucho más flexible. Si uno se fija en los discursos de Fidel o del mismo Raúl en los últimos años es evidente que es lo que tienen en mente. Raúl lo dijo muy claramente en uno de sus primeros discursos: acabar con tantas prohibiciones,  reuniones, consejos, permisos, autorizaciones, regulaciones… Tenemos que buscar un sistema mucho más flexible que dé respuestas mucho más rápidas. Hoy en día no se puede dar una única respuesta a nivel nacional, por ejemplo, en el ámbito de la agricultura cubana. Tiene que haber una respuesta para La Villas, otra para Ciego de Ávila, otra para Pinar del Río, porque son situaciones muy especiales.
Y ya no hay modelos. En los años 60 y 70 existía el modelo soviético, que había funcionado muy bien. Pero hoy en día no tenemos un modelo, sino distintas variantes. Si uno se fija en América Latina puede ver que eso es efectivamente lo que está sucediendo. Tenemos la experiencia cubana en permanente reelaboración, y tenemos tres nuevas experiencias que son muy diferentes entre sí: la experiencia venezolana, la de Bolivia y la de Ecuador, ninguna de las cuales es copia de la otra. Son experiencias muy diversas, con un denominador común: son países que creen que la solución a los problemas de atraso, subdesarrollo y pobreza se encuentran en la construcción de un orden económico, social y político socialista. Y esto los diferencia de otras experiencias en América Latina.


- Hace unos meses se celebraban los fastos por el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Al ver esto, ¿qué te viene a la cabeza?
-Me parece que ha sido otra gran operación publicitaria, similar a la que se llevó a cabo con la investidura de Obama. A mí me gustaría que se hablara también del muro de Palestina, del de Ceuta y Melilla, del muro en la frontera de EEUU con México… Pero estos muros son buenos y aquél era el “muro de la infamia”.
Es cierto que la misma construcción del muro reveló dos problemas graves que tenía la construcción del socialismo en Europa oriental. Fue una construcción que tuvo mucho que ver con la salida de la Segunda Guerra Mundial, la necesidad de seguridad territorial de la URSS, y no hubo un proceso genuino de de revolución desde abajo. Tal vez el caso de Alemania fuera la excepción, pero en el resto de países fue un socialismo producto de una victoria militar más que de una revolución genuina. Fue una experiencia socialista que se deformó muchísimo y en cuya caída, evidentemente, colaboraron en gran medida las fuerzas capitalistas. Creo que hubo un acoso permanente de los medios de comunicación de la República Federal Alemana, que emitían una visión absolutamente paradisíaca del lado occidental. Yo estuve en Alemania en aquellos años y pude ver cómo se engañaba a la gente del Este de una forma increíble.
Cuando uno mira esa experiencia, uno se da cuenta de que perdieron algo muy importante, que es la seguridad: la seguridad en el empleo, la seguridad social, la vivienda… Perdieron todo eso. Se puede decir que ganaron libertad, pero ¿libertad para qué? En América Latina, teóricamente, nuestros pueblos son muy libres. Pero una persona del 50% más pobre no tiene dinero para comprar un periódico, no puede suscribirse a un cable de televisión, no tiene dinero siquiera para pagar el trasporte público necesario para ir a buscar empleo a la ciudad. En una sociedad capitalista, donde todo se obtiene por la vía del mercado, esas libertades son importantes, no digo que no, pero hay que ver las condiciones efectivas que hacen posible el ejercicio de esa libertad. Y existe una gran insatisfacción. En América Latina, dos terceras partes de la población, en una muestra de 18 países, declararon estar en contra de la economía de mercado. Hay una actitud de rechazo muy fuerte y por algo será.


- Hablabas antes del papel de los medios de comunicación. ¿Qué papel crees que tienen los llamados medios alternativos?
- Mi mensaje es de total solidaridad. Hay que apoyar estos medios. Los grandes medios están comprados en su totalidad por el capital y son grandes oligopolios mediáticos, financieros, comerciales e industriales vinculados con los sectores más reaccionarios de nuestras sociedades.
En América Latina tiene una gran influencia el grupo Prisa, que trabaja para las grandes empresas españolas, sin ningún tipo de interés en la libertad informativa, la veracidad de la información  y mucho menos por democratizar el acceso a la información. Hoy en día, con estas nuevas tecnologías, tenemos avances, pero no podemos conformarnos con eso. Hay que seguir caminando, el esfuerzo ha sido enorme y han hecho un papel importantísimo estos medios. Estoy a favor de estos medios, pero no tenemos que sentarnos en las victorias conseguidas y hay que seguir avanzando con mucha fuerza.

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