Rafael Lam – Prensa Latina.- Abelardo Barroso Dargelez (1905-1972) es uno de los clásicos de la música cubana, una voz indiscutible. La enorme mayoría de los cantantes y músicos de la vieja guardia consideró siempre al "viejito Barroso" como el maestro. Daniel Santos lo calificó de pionero de los soneros en Cuba. Y Miguelito Cuní -a quien el crítico Helio Orovio consideraba el mejor cantante sonero-, expresó: "Conocí a muy buenos soneros: Cheo Marquetti, Arsenio Rodríguez, Abelardo Barroso. Ellos sentaron cátedra en el ritmo. A Barroso le decíamos el decano. Todo lo que yo hago se deriva de el".


El cantor habanero atravesó triunfalmente varias generaciones, la era del danzón, el danzonete, el son, la habanera, el bolero, el mambo, el cha cha chá y los ritmos foráneos: fox trot, charleston y el jazz. En la época del danzonete se enfrentó al protagonismo de los cantantes líderes Pablito Quevedo (el primer divo de Cuba), Fernando Collazo (el primer cantante con personalidad de leyenda), Barbarito Diez (la voz del danzón) y Joseíto Fernández (rey de la Guajira Guantanamera).

Alejo Carpentier, en 1934, catalogaba a Collazo como "un admirable y verdadero artista". Collazo era el refinado cantor preferido del público blanco y Barroso el luchador, el "negro feo", admirado por un público humilde. Tenía su lema: "De 1920/ vengo cruzando la lira/ luchando con lo sonero/ y, ninguno me ha hecho ná/. En Guantánamo na má/ fue donde me sacudí/ uno llamado Pepe Luis/ ese si le daba bueno/".

Nació en la habanera calle Concordia. Después de la guerra contra los colonizadores españoles, la situación era de mucha pobreza. Se vio obligado a trabajar como pelotero y boxeador, pero su barrio era muy musical y se fue adentrando poco a poco en el canto. La manera en que llega al septeto Habanero es digna de contarse:

En 1925 -narran el periodista Alberto Pozo y Alberto Muguercia- Abelardo conducía de madrugada un auto de alquiler con los integrantes del Septeto Habanero, la agrupación más afamada de la capital. Iban camino de la playa de Marianao, zona de cabaretuchos. Los músicos iban cantando y el joven chofer de sólo veinte años se les unió haciendo un falsete. Todos se quedan sorprendidos, quizás un poco confundidos. "Muchacho, desde hoy perteneces al Septeto", dijo categóricamente el jefe de la agrupación.

Según datos del libro de son de Senén Suárez, Barroso graba, el 29 de octubre de 1925, los primeros discos del Septeto Habanero: Maldita timidez, No me desprecies mujer, Chaparrita y La loma de Belén. En ese grupo se mantuvo de 1925 a 1926, entonces pasó a otro septeto, el del "jorobao" Alfredo Boloña, uno de los introductores del son en La Habana.

El y Boloña fueron a grabar a Nueva York Quiéreme camagüeyana, Aurora en Pekín, A morir caballeros, Échale candela, Que desdichado nací, Linda mora, A la cuata Co y Co.

En 1927 regresa al Septeto Habanero, que seguía siendo el más reclamado, graban nuevos temas: Un meneíto suave, Aquella boca y otros números. Cuando se instituye el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro Barroso es invitado a cantar con esta agrupación que, andando el tiempo, haría historia. Cuentan que se ponía a jugar con los collares y los santos, para molestar a Piñeiro que era muy religioso. Entonces Piñeiro le reprochaba: "No juegues con los santos" y de ahí sale aquella canción tan conocida: Mayeya, no juegues con los santos.

Vuelven a Nueva York donde graban ese número antológico de Eliseo Grenet, Mamá Inés. Manuel Villar contaba que el productor Mr. Ferry consideraba, en aquel entonces, que el timbre del cantor habanero era muy metálico. No es la primera vez que un empresario esté en desacuerdo con algún cantante que posteriormente resulta un triunfador. La música tiene sus inesperados caprichos.

Aproximadamente en 1930, cuando despega el danzonete, Barroso visita por unos meses España con la compañía Camelia. Rolando Valdés considera que la gira no fue nada del otro mundo; pero consiguen algunos éxitos: incorporar el son cubano a la milonga española propiciando una innovación sorpresiva: "Viva España porque tiene a Paulino en el boxeo/. Esta es la milonga, de Barroso en cha cha chá".

Alberto Muguercia publica que Barroso llegó a cantar en España con la compañía de variedades Salmerón (1930), gira que comienza en Bilbao y se extiende luego por Barcelona y Madrid, donde se presenta y departe con el rey Alfonso XIII Se dice que Abelardo era hijo de español y una mujer de raza negra, igual que Antonio Machín.

Durante una presentación en el teatro, con su potente voz impresionó al público. Un niño cantor de 12 años comentó: "Que lástima que con ese torrente de voz no sepa cantar". El cubano decidió tomar lecciones de canto, "las lecciones me ayudaron mucho, confesaría. Un día entré en un mercado y los trabajadores me recibieron con un cuplé de moda: Madre, yo quiero un negro para bailar/, madre, cómprame un negro, / cómprame un negro para gozar, / que baile el charleston, / que toque el jazz band / y que cante el son/".

Barroso le contó al investigador Alberto Muguercia que estuvo a punto de casarse con una española y quedarse a vivir en España, lo mismo que le sucedió a Machín. Pero, la historia fue distinta. Se hizo profeta en su tierra, regresó urgentemente a Cuba porque su padre enfermó gravemente y falleció. Entonces Bienvenido Julián Gutiérrez le regalo su canción, El huerfanito, y aquello tocó la fibra de la gente, fue como un himno de la tristeza. Se dice que, luego del éxito, Gutiérrez le reclamó la canción a Barroso.

Como casi todos los cantantes, tuvo sus altas y sus bajas. En una de sus etapas de crisis, cantó una canción de corte social de Eliseo Grenet, Lamento cubano, que fue todo un éxito, pero el entonces presidente Gerardo Machado, apodado "el asno con garras", prohibió esa canción protesta.

El director del Septeto Habanero recuerda que en un banquete del presidente, llegó Barroso y todos corrieron para ver a la estrella del danzonete. Machado preguntó quién era el personaje que acababa de llegar, y le informaron que se trataba del rey del danzonete.

Después de esa difícil etapa, el danzonero debió cantar en academias de baile como La fantástica y con la orquesta de López-Barroso, con la orquesta de Calixto Allende, la de Laferté y la del pianista Everardo Ordaz. "Todo lo que tomaba lo levantaba -asegura Rolando Valdés-; era feo, pero las mujeres lo perseguían para retratarse con el".

En la década de 1950, la atmósfera se torna distinta, los conjuntos de son habían pasado por su gran momento. Enrique Jorrín con la orquesta América va gestando un ritmo sin igual; la orquesta América, de Ninón Mondejar, pone de moda uno de los ritmos más resonantes de la historia, el cha cha chá y surge el "mago" y "charanguero mayor", Rolando Valdés, creando la orquesta Sensación.

Valdés deja constancia de su nuevo contacto con Barroso. Lo conocía, señala, desde 1938, pero cuando se lo encuentra en el cabaret La Campana estaba en baja y quería, grabar una guajira con ellos.

Me vino a ver al cabaret, donde cantaba Benny Moré y me pide grabar un bolerito -recuerda-, pero yo le sugiero el famoso son de Felipe Neri Cabrera y Juana González, En Guantánamo. Fue un escándalo de victrola, el despegue en grande de la Sensación. Barroso era un monstruo, lo mismo cantaba un son, una guaracha, un bolerito que una gallegada como La hija de Juan Simón.

Todos los soneros lo han imitado, el fue el primero. En la televisión lo presenté como un "pepillo" jovencito, primero le puse un short, con una tetera y le cantamos: Barroso tiene 15/ y baila cha cha chá/.

Años después Barroso reconoció la ayuda de Valdés al integrarlo a la Sensación: "Rolando es un maestro para mí, un gran amigo, me escogía el repertorio y me llevó a obtener el Disco de Oro de 1955 y hasta me aseguró el retiro. Es un genio de la charanga".

Barroso, con la Sensación, todo lo llevaba al "hit parade". Después del triunfo del tema En Guantánamo, vinieron éxitos tras éxitos: El guajiro de Cunaguá, El brujo de Guanabacoa, La cleptómana, El pichón y la paella, El huerfanito, El panquelero (regalo de Eliseo Silveira), Ta cansá, La milonga y la mejor grabación de todas: Tiene sabor (con tumbao y estribillo de Rolando Valdés y cuarteta de Ignacio Piñeiro).

Hoy por hoy es difícil encontrar una charanga tradicional que tenga la novedad y sabrosura de la Sensación. Fue la única orquesta que pudo enfrentarse a la Orquesta Aragón, lo que resultaba una verdadera proeza musical.

Rolando Valdés era un astro del marketing, puso a competir dentro de la propia orquesta a Tabenito con Barroso. Las controversias entre cantantes ofrecían al público un atractivo sensacional:

No sabes lo que es lirismo/ ni lo que es poetizar/ vete a aprender a cantar/ para cantar con Barroso/. Tabenito le ripostaba de esta manera: Tabenito es un cantante/ que todos conocen ya/ no es bueno, ni regular/ pero siempre echa palante/ Tienes que tomar una sopa de pichón/ el pichón/.

Pero, Tabenito tenía aché, suerte. Valdés cuenta que con la grabación de San Luisera, de Adriano Poveda, entró de manera abrupta en la popularidad masiva:

Sofocaba a Barroso, asegura. Era un poquito loco, pero muy carismático, se ganaba a todo el público, como ahora Pedrito Calvo, el ex Van Van. Barroso era dueño de una voz que se escuchaba, sin micrófono, desde la distancia. Por eso le llamaban el Caruso del Son. Pero, como todos los cantantes, era muy celoso. Cuando llegó Tabenito a la orquesta, dijo: "Llegó otro más feo que yo".

El 27 de septiembre de 1972, cuando los Irakere preparaban su despegue, Barroso falleció, a consecuencia de un trastorno cardiaco, en el barrio de La Victoria, donde mismo vivió en 1953 Benny Moré.

Esta es la historia de una de las voces que ha puesto a Cuba en la cima de la música continental, uno de los reyes en el país donde hay muchos monarcas de la música.

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Daniel Devita - Doble D.- La Casta fue grabado en estudios ÁGUILA MAGNÉTICA (Buenos Aires, Argentina) y VT ESTUDIO (La Habana, Cuba)....
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