José Tadeo Tápanes / Cubainformación.- Cuando tuve la certeza de que marchaba de Cuba definitivamente a vivir otra realidad distinta a la mía, cuando supe de cierto que iba a poner un océano entre mi cuerpo y el cuerpo de la isla que me vio nacer, salí corriendo a comprar unos CDs para grabar en ellos un ramillete de canciones, esas de las que me sentía incapaz de desprenderme.

Texto publicado en el nº 15 de Cubainformación papel - Otoño de 2010


Cruzaron conmigo, dispuestas a correr mi misma suerte, apretadas contra mi corazón, porque siempre estuvieron en él, la Bella Cubana de José White, las Danzas de Miguel de Cervantes, las piezas clásicas de Ernesto Lecuona, las canciones de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés, y también la música de las mejores agrupaciones salseras cubanas del momento: Los Van Van, La Charanga Habanera, NG La Banda, Manolín “El médico de la salsa”, Issac Delgado, La Original de Manzanillo, la Orquesta Revé, entre otras.

En aquellos primeros 19 días y 500 noches, que diría Sabina, de adaptación a mi nuevo hogar, a mi nuevo cielo, a mi nuevo viejo mundo, esas canciones aliviaron mis penas, fueron bálsamo sobre las heridas de la nostalgia, compañeras en la guerra a muerte contra mis silencios y mis soledades, banda sonora de mis incertidumbres y de mis certezas europeas.

Corría el año 2000. En la tierra que tan gentilmente me abrió los brazos, desperté a una realidad musical muy diferente a la acostumbrada en la Isla. Comprendí, entre otras cosas, que la música cubana nacida durante los años de la Revolución, salvo contadas excepciones, era una gran desconocida para el español ordinario, y que la influencia musical de la mayor de las Antillas había sufrido un decrecimiento importante. En la España del siglo XXI, se escuchaba más la música cubana de la época de mis padres, que aquella contemporánea conmigo.

Seis años después, preparé las maletas para regresar a Cuba y el regreso siempre nos depara interesantes sorpresas. Pues bien, una de ellas, fue una sorpresa musical. En apenas 6 años, el panorama sonoro en la Isla había cambiado de una manera increíble.

En mis tiempos, Cuba era una isla en la que sonaba el son cubano o la salsa cubana o internacional, de manera predominante. Sin embargo, 6 años después, este ritmo había cedido su reinado a sonoridades tales como el rap y el reggaetón.

Estas nuevas cadencias musicales, para las cuales no estaban preparados mis oídos, hicieron que cayera en una especie de limbo, en una especie de tierra de nadie musical, como si de un espejismo de mi propia isla se tratara. Mi isla, de pronto, delante de mis ojos, dotada de una intangibilidad producida por una curiosa barrera del sonido.

En la isla encontré adoradores de estas músicas, sobre todo entre la gente más joven, y como es lógico, algunos detractores entre la gente de mi generación, y la de mis padres. Llegué a pensar que se trataba, quizás, de una moda pasajera, de algo propio de aquel caluroso verano de 2006, pero me engañaba.

Dos años después, en 2008, volví a mis playas insulares y me encuentro con que la cultura hip hop, con el rap como su punta de lanza más visible, y otro tanto, el reggaetón, lejos de apagarse, seguían creciendo y creciendo hasta el punto de copar una parcela muy importante en la preferencia musical de los jóvenes cubanos de la Isla, y también de los cubanos residentes en el exterior.

De regreso a Europa, con los sentidos saturados de aquella invasión musical, de aquella zambullida sonora en la novísima música popular cubana, me dediqué a meditar sobre el asunto, a indagar y a documentarme un poco sobre este tema, y para mi sorpresa, apareció ante mis ojos un verdadero universo lleno de matices, no sólo para el estudio del musicólogo, sino también, para el estudio del sociólogo, del historiador, del filósofo, etc.

Entre las similitudes que encontré entre todos estos artistas imbuidos en la cultura hip hop hay a mi juicio, tres fundamentales: la reivindicación de la raíz popular de su discurso, el reconocerse fuera del sistema, fuera del juego del poder y de los grandes emporios de la música, y la posición de rebeldía ante esa sociedad en la que se sienten seres marginados y por tanto, marginales.

Incluso, en el caso de no ser marginados (algunas de las máximas estrellas mundiales de este movimiento, se han convertido en millonarios) ellos sienten la necesidad de lo marginal, de lo underground, de la resistencia ante el poder, sea éste del tipo que sea, y aquí es donde encontramos la singularidad del movimiento hip hop cubano.

A pesar de que la cultura hip hop surgió como un grito de rebeldía en el seno de las sociedades negras marginadas de los Estados Unidos, y por tanto, como una reacción ante el capitalismo salvaje, ante la falta de democracia en “el país de la democracia”, y a pesar de que en la mayoría de los países del mundo donde se viene desarrollando este tipo de arte, los raperos manifiestan en sus letras una postura beligerante ante la dictadura del capital, los raperos cubanos, por razones obvias, lanzan sus reivindicaciones musicales contra el sistema político cubano, ese que para algunos, es un modelo obsoleto, destinado a desaparecer, y para otros, es un modelo político que se adelantó a su tiempo y que está llamado a ser el embrión de los sistemas políticos del porvenir.

Entre los muchos nombres propios con que se escribe la historia del hip hop en Cuba tenemos agrupaciones como Orishas, Eddy K, Al2 y El B, con Los Aldeanos, Silvito (el libre), El chacal, el Insurrecto y Baby Lores con su Clan 537, Kumar y el grupo Mate, Telmary, Los paisanos, Primera Base, Anónimo Consejo, Obsesión, Doble Filo, Cuentas Claras, entre otros.

Todos ellos, de alguna manera, han conformado un universo musical tan rico y variado, y con tanta presencia en el panorama musical cubano e internacional, que ha conseguido que la música cubana alternativa empiece a pugnar de una manera importante con la música cubana “ortodoxa” o reconocida por las instituciones culturales oficiales.

No podemos hablar de una uniformidad temática en las letras que cantan, ni de una uniformidad en cuanto a posicionamiento político. Aunque me parece un poco burda esta dicotomía, podríamos decir que existen grupos como Los Aldeanos, Silvito (el libre), Los Paisanos, entre otros, que manifiestan posturas abiertamente contestatarias contra el sistema político cubano, es decir, que en tales casos, podríamos estar hablando de una “disidencia” musical, que tiene como contrapartida, el discurso de otros grupos con una postura política más cercana a la ideología política imperante, como es el caso de Orishas, Clan 537, entre otros.

Si la música, como toda expresión artística, es un reflejo de la sociedad que la gesta, la desarrolla y la da a conocer, la música alternativa cubana debería servirnos para comprender mejor la sociedad cubana actual, porque algo está pasando en la Isla. Tal parece que estos músicos y artistas, al margen de los cánones establecidos, están provocando, no ya una revolución dentro de la música, sino también una revolución dentro de la propia Revolución.

Cuba
Daniel Devita - Doble D.- La Casta fue grabado en estudios ÁGUILA MAGNÉTICA (Buenos Aires, Argentina) y VT ESTUDIO (La Habana, Cuba)....
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