RAFAEL LAM – CubAhora.- El danzón es llamado el "Baile Nacional de Cuba", declarado oficialmente por el primer presidente de Cuba Don Tomás Estrada Palma, según me informa el musicólogo Olavo Alén. Durante más de setenta años, entre los finales y principios del siglo XX, el danzón se escuchaba en todos los salones de la gente más popular y humilde, en los tocadiscos, la radio, la televisión, las victrolas y en todas las fiestas y motivos de alegría del pueblo cubano.


Por ese motivo, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) organiza desde hace siete años el Festival Internacional Danzón Habana, con un coloquio y un programa general que abarca un taller sobre baile, peñas y la participación de orquestas charanga, como La Aragón y la Charanga Rubalcaba (en México las llaman "danzoneras").

Este año, el festival fue dedicado al aniversario 50 de la UNEAC y a los estados mexicanos de Oaxaca, Tamaulipas, así como a la ciudad de Toluca.

A Cuba arribaron bailadores y maestros de danzones de diversos congresos de Oaxaca (en México le llaman congresos a los festivales). Es asombroso saber que en ese país hermano el baile se enseña como una necesidad social y ese baile es esencialmente el danzón. Huelga decir la importancia que tiene la danza para los pueblos, en el orden social, las relaciones humanas y la producción. Abandonar esa práctica es desaprovechar una de las fuentes de amor y de paz que existen en la amistad entre los pueblos y los hombres. Quizás algún día las direcciones educacionales y culturales de nuestros países asuman este camino tan enaltecedor.

El danzón es una música que tiene una tradición milenaria que se remonta a las piezas de cuadro de la contradanza (country dance/danza de campo) europea (nacida entre normandos), traída a Cuba por españoles y franceses. Estos últimos, llegados a fines del siglo XVIII, por la vía de Haití y de Nueva Orleans. Esta última era una posesión francesa; en 1800 Napoleón forzó a España a devolver el territorio, que en 1803 París vende a EE.UU., por lo que muchos franceses emigraron a la zona occidental de Cuba.

Posteriormente, la contradanza se permea de las influencias poderosas de África. Andando el tiempo, se logra la contradanza cubana o criolla; recordemos la obra San Pascual bailón (1803). La contradanza, de su aspecto colectivo, pasó a ser un baile de parejas que enlazó a muchos hombres y mujeres que se unieron en la vida y en familias; de ahí la importancia de la danza como hecho social.

Tan poderoso resultó el género musical del danzón (con tan fuerte herencia europea y africana) que es casi el baile nacional de México, donde nuestra cultura se ha enraizado de una forma que deben estudiar mucho más los musicólogos. La hermandad musical y cultural entre México y Cuba es digna de reconocimiento.

Pero el danzón no sólo penetró en México; el entendido Egberto Bermúdez en sus investigaciones arqueológicas de la música antigua descubre muchos danzones en los archivos de iglesias de Colombia. La música camina, persiste mucho más de lo que podamos imaginar, porque ella lleva consigo mucha historia, cultura y sangre. Es el mejor intercambio social que se haya concebido en el mundo. Quizás eso no haya sido comprendido del todo por nosotros (saber no es comprender).

En momentos en que en el mundo hay una carrera desenfrenada de nuevos colonizadores por posesionarse de las tierras de otros, Cuba se encarga de amistarse con pueblos amigos a través de la música y el baile. Considerando estas cosas, la organización del festival programó al coro Solfa de niños (bailadores de danzón), para inaugurar el coloquio y de esa manera integrar a las nuevas generaciones en una tradición que se remonta a siglos atrás. Igualmente se integraron los Instructores de Arte, como parte de su preparación musical; una forma de compenetrar a la juventud cubana con sus músicas de fundación.

Hay que defender las tradiciones en tiempos de globalizaciones, en tiempos en que las industrias culturales toman caminos colonizadores. La identidad es el único camino que nos lleva a no perder la memoria de los pueblos, sus tradiciones y su historia, es —como decimos en Cuba- el escudo de la nación.

 

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