Ofrenda póstuma a Fidel Castro. Foto: TeleSur.


Cubavisión Internacional

Diferentes personalidades de la cultura cubana y especialistas que han investigado sobre la obra del comandante cuentan sus experiencias en este documental.

 

Yo conocí a Fidel

Daily Sánchez Lemus

Cubadebate

Yo conocí a Fidel. Compilación de anécdotas y valoraciones sobre el líder de la Revolución Cubana", de Wilmer Rodríguez Fernández, a través de las palabras de Daily Sánchez Lemus

Compañeros todos aquí presentes:

Cuando faltan pocas horas para el séptimo 25 de noviembre desde aquel 2016, nos reunimos aquí, bajo el abrazo de José Martí, para conversar sobre el mejor de sus discípulos, el que logró la soberanía de su patria y junto a otros jóvenes como él, hace 70 años en el Moncada, expresó que la Revolución se declara definitiva, recogiendo el sacrificio inconmensurable de las pasada generaciones, la voluntad inquebrantable de las presentes generaciones; y la vida en bienestar de las generaciones venideras.

Este es un lugar especial para conversar con Fidel., hoy que regresan los recuerdos de aquellos días en que todo un país salió a las calles a despedirlo y hacer realidad aquellas palabras premonitorias suyas el 8 de enero de 1959, cuando expresó que solo se reunirían otra vez las muchedumbres cuando fueran a llevarlos a la tumba porque ellos jamás defraudarían al pueblo. Parecen tan cercanos los recuerdos de Cuba con su nombre escrito en todas partes, y la piedra, y las lágrimas, y las palomas.

Yo no conocí a Fidel. No pude cumplir el sueño de darle un abrazo y agradecerle en persona. No tuve, como algunos de los que hoy nos acompañan, la 9oportunidad de recibir un consejo suyo, un regaño o un gesto cariñoso; no tuve el privilegio de verlo caminar por estos pasillos, ni por entre los helechos de la Sierra ni los de Palacio. No pude acompañarlo en ninguno de sus recorridos por Cuba, no pude decirle de mis abuelos ni mis tíos y su agradecimiento y sus luchas bajo sus órdenes. No pude seguirlo al Moncada, ni venir en el Granma ni combatir en la Sierra, ni siquiera correr tras él el día de la caravana.

Pero a la vez, yo conocí a Fidel. Lo conocí por fotos, por noticieros, por las historias de familia y personas que sí lo tuvieron cerca, por el pueblo que solo decía un nombre y ya estaba representado lo bueno que le había sucedido en su vida; acudí a cada uno de sus llamados al combate en la Plaza o en la Tribuna antimperialista con su monte de banderas –los nuevos Moncada de estos tiempos-; como bien indicó Camilo, no me perdí ni uno de sus discursos desde que mi edad lo permitió. Lo conocí entonces, en aquellos carros negros que se deslizaban por las calles de la Habana en las madrugadas, saliendo de aquí de Palacio, mientras la mayoría de las personas dormían y él no cesaba su trabajo para que nos amaneciera un mejor país. Y era tremendo tener la certeza de que ahí iba él, y que quizás estuviera mirándonos del otro lado del cristal. Lo conocí en los desfiles, cuando saltábamos de alegría con la seguridad de que en ese momento, su mano se agitaba para saludarnos a nosotros. Lo vi envuelto en pueblo en una marcha de las antorchas, en el difícil agosto de 1994, en Playitas en la noche misteriosa de abril de 1995, en aquella proclama a un adversario de 2004, en su universidad en 2005… Estuvo siempre, para todos, desde el atleta feliz o afligido, el campesino, el constructor, el artista y el de ciencias…Estuvo siempre de la mano de los niños, de sus pioneros… y de sus jóvenes. Por eso siempre nos acompaña.

Y es que Fidel es una idea, un pensamiento, una isla, un muchacho llamado Wilmer, o una muchacha llamada Yunet, o Ana; uno de los tantos jóvenes que pueblan este planeta. De los que no se cansan, de los que están siempre del lado de los que luchan, de los que quieren que todo se haga bien, de los que defienden sus principios sin dejarse seducir por finales color de rosa.

Por eso en la mañana de hoy nos une el homenaje a un gigante que nos pertenece a todos… a los que lo abrazaron en persona y a los que lo hicimos y hacemos en sueños. Por eso el homenaje viene hoy del alma de un poeta que ha vivido conmovido por la Historia de su patria, de sus maestros y de Fidel. El libro que esta mañana Wilmer nos invita a leer y releer, es un homenaje de nuestra generación al líder que seguimos amando.

Este libro es una posibilidad para los jóvenes de conocer al líder mediante la voz de personalidades conocidas y otras menos conocidas, en este libro tienen voz gente de pueblo, de los que lo cuidaron, de los que lo siguieron, de quienes se inspiraron en él para crear y de quienes fueron sus amigos.

Aquí se pueden leer anécdotas sobre las barras de chocolate al doctor Julio Martínez Páez en la Sierra Maestra; o sobre la respuesta veloz a la suspicacia de un periodista español de: “si tus antepasados hubieran pensado como tú, hoy estarías preguntando en francés”; o cuando él mismo cocinó la cena a un visitante extranjero; o cuando le dijo a una joven periodista cómo escribir una carta de amor; o cuando ayudó a un estudiante a completar una décima con la palabra “desbarajuste”; o de la manera tan real en que podía demostrar, nieto mediante, qué cosa es un “pescozón”.

Y también están su humanismo; sus ideas las inmensas; y sus sentimientos hacia lo más grande y lo diminuto; su cortesía con las damas, su aire de Quijote, su sinceridad, y la añoranza de algún día encontrarlo en algún sitio, más allá del marxismo y la ciencia.

Como expresa en el prólogo otro joven seguidor de Fidel, el historiador y profesor santiaguero Frank Josué Solar Cabrales, “este pueblo, desde que conoció a Fidel decidió acompañarlo para siempre y fundir con él su suerte. Las generaciones de cubanos y cubanas que tuvimos la fortuna de compartir su mismo tiempo histórico llevaremos siempre con orgullo ese blasón, y lo legaremos a nuestros hijos y nietos.”

Es por esa razón que este es un libro para el futuro, como lo es Fidel. Un libro que como bien expresa su autor, es para los jóvenes, para los del futuro de Cuba que no vivieron el tiempo físico de Fidel pero que en cada una de las historias, detrás de un hospital o de una escuela, de un Coppelia o un Palacio de Pioneros, encontrarán el camino derechito-derechito hasta donde el Comandante en Jefe.
La vida de Fidel, en lo adelante, depende de nosotros, ha expresado Wilmer en otro libro escrito a cuatro manos con amor. Depende de nosotros, de ser la generación que no deje caer la bandera, que siga pensando en el bien común, en la responsabilidad colectiva y en el placer de compartir todos desde una expedición a la Sierra Maestra, hasta el trabajo en un espacio cercano para producir alimentos; desde la fiesta con amigos hasta los debates profundos; desde la sinceridad y la virtud hasta la construcción de una obra nueva.

Fidel no tiene moldes. Nunca los ha tenido. No dejemos que nos lo encasille o lo ofenda el enemigo, ni lo volvamos de mármol nosotros. Vayamos a él en busca de respuestas, que las tiene. Vayamos a los archivos, a los libros, busquemos la prensa de la época, revisemos las fotografías, leamos a sus amigos, escuchemos a todos los agradecidos de Cuba y muchas partes del mundo que tienen que contar sobre él, su solidaridad, o a sus libros, o a los poemas que campesinos le escribían en la Sierra durante los días de la guerra, y leamos cómo condujo a 300 hombres a vencer a 10 mil en una hazaña militar de nuestra historia… El Fidel que desde este lado de la Plaza, seguramente sentía tantas emociones -como nosotros del otro lado-, cuando veía pasar muchedumbres felices para saludarlo y apoyar a la Revolución. Vayamos siempre a su concepto de pueblo, al de Revolución íntegramente, a su último discurso en el Congreso del Partido cuando llamó a perfeccionar lo que debiera ser perfeccionado con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez en marcha indetenible… Es cierto que su obra sola lo defiende, pero es también deber nuestro defenderlo para el futuro, para que su pensamiento pueda seguir conduciendo el camino de la patria. Defendamos a Fidel, en su centenario, con el mismo amor que la generación del centenario encabezada por él defendió a Martí.

Quiero agradecer a todos los que han hecho posible esta obra, en especial, a Wilmer, compañero de tiempos universitarios inolvidables, quien ha sabido transitar los caminos de nuestra Historia y transmitirla a todos nosotros, con la humildad que lo caracteriza y esa conciencia que tiene de saber que solo somos simple mortales que escribimos sobre temas inmortales, y que son los temas los dueños de nosotros, que nos obligan a escribir hasta que se llega al punto final de la obra. Los apasionados son los primogénitos del mundo, diría José Martí, y estamos ante uno de ellos.

Agradezco la posibilidad de estar aquí, en este momento único, donde se tiene la sensación de que Fidel va a venir caminando en cualquier momento, y nos va a contar, bajito, su próximo sueño. Salud, Comandante. Seguiremos hasta la victoria, y siempre patria o muerte, y siempre resistiremos, viviremos y venceremos.

Y aunque por su voluntad no se le dedique cosa alguna, es el poeta Virgilio López Lemus quien acierta cuando dice que su nombre es un verbo, sea el día y sean las noches, que nada puede resumirlo, pero que cada hombre del pueblo aún moriría (y vive) por él… en cualquier circunstancia.
Gracias, Wilmer. Viva por siempre Fidel.

Muchas gracias

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