De ahí que la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó sobre la necesidad de otorgarles mayores oportunidades a las mujeres para incorporarlas a ese sector económico, pues su presencia es clave para elevar los rendimientos en las cosechas.
Cifras difundidas por ese organismo internacional revelan que 925 millones de personas en el planeta no comen lo suficiente para vivir de manera saludable. Lo anterior significa que una de cada siete duerme cada noche con hambre.
La FAO estima que si se incrementa el acceso de la población femenina a la tierra, la ganadería, la educación, los servicios financieros, la tecnología y el empleo rural, se obtendrían resultados superiores en la producción agrícola, la seguridad alimentaria, el crecimiento económico y el bienestar social.
“Por sí solo, señala la FAO, el cierre de la brecha de género en el ámbito de los insumos agrícolas podría sacar del hambre a entre 100 millones y 150 millones de personas”. Es por eso que, sostiene, “lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en la agricultura no solo es justo; también es crucial para el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria”.
Ese organismo apunta que si la población femenina tuviera similar acceso que los hombres a los recursos agrícolas, sería posible incrementar de 20 a 30 por ciento la producción en los países en desarrollo, lo que supondría reducir el número de víctimas del hambre en el planeta entre un 12 y un 17 por ciento.
A ello se une que además de aumentar la producción agrícola en su conjunto, cerrar la brecha de género en la agricultura repercutirá positivamente en la salud, la nutrición y los resultados académicos de los niños y niñas.
Cálculos oficiales en distintos países permiten estimar un 20 por ciento de agricultoras en América Latina y casi un 50 por ciento, en conjunto, en Asia oriental, Sudeste asiático y África subsahariana.
En su informe anual sobre El estado mundial de la Agricultura y la Alimentación, la FAO atribuye a la desigualdad de género el hecho de que en muchas naciones no se alcancen los rendimientos agrícolas necesarios.
Expertos sostienen que una de las mejores inversiones que se pueden hacer es aumentar el capital humano de mujeres y muchachas: educación básica e información sobre mercados y servicios de extensión, coinciden, son los pilares de la productividad agrícola y el crecimiento económico.
Sin embargo, existen diferencias marcadas en cuanto al acceso de hombres y mujeres a la educación, más acentuadas en el área rural que en las zonas urbanas. Según la ONU, ellas representan los dos tercios de los 759 millones de adultos analfabetos existentes.
Hoy, más de 500 millones de mujeres rurales son pobres y no tienen acceso a los recursos básicos ni a los mercados, a pesar de ser una fuerza clave en la producción de los alimentos.
Aunque el pasado año se registró una mínima reducción de personas desnutridas, ese problema continúa siendo una vergüenza de dramáticas consecuencias.
Los niveles más altos de desnutrición se localizan en el África subsahariana y en el Asia meridional, según el informe del Índice Global del Hambre, que los considera “extremadamente alarmantes”.
Esa situación afecta mayormente a los niños y las niñas, al carecer más de la mitad de ellos de una adecuada alimentación desde su nacimiento, lo cual causa que casi un tercio no tenga un crecimiento normal e incluso que muchos mueran a causa de la desnutrición antes de cumplir los cinco años de edad.
