Francisco Rodríguez - Blog "Paquito el de Cuba".- Todavía no me recuperaba de la cobertura de la sesión constitutiva del Parlamento cuando colegas de Radio Nederland me contactaron para que les preparara un comentario sobre la designación de Miguel Díaz-Canel Bermúdez como primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba.


Como quería reproducirlo también en esta bitácora, pensé entonces en una introducción que revelara si existía algún vínculo entre el nuevo dirigente con el segundo cargo en importancia del país y el enfrentamiento que instituciones y activistas impulsan hoy en Cuba contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género.

Lo primero que recordé fue que Díaz-Canel es quizás el dirigente estatal y político de mayor rango que asistiera a una Gala Cubana contra la Homofobia, precisamente la del pasado año, de lo cual quedóconstancia en la prensa nacional.

Acto seguido me percaté de que el primer vicepresidente, cuando fue secretario del Partido en la provincia central de Villa Clara, tuvo necesariamente que tener algún tipo de relación con el centro cultural El Mejunje, proyecto inclusivo de la ciudad de Santa Clara donde por casi tres décadas la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros de esa urbe y del resto del país encontró desde su inicio un espacio precursor para la recreación de las personas LGBT, el arte del transformismo el reconocimiento social de la diversidad sexual.

De modo que llamé por teléfono a Ramón Silverio, promotor cultural y fundador del ya célebre sitio, y ¡sorpresa!:

“Díaz-Canel y Humberto Rodríguez fueron un dúo maravilloso”, expresó Silverio, al incluir también a quien fuera el Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Villa Clara cuando el primero era el secretario del Partido.

“Desde que dirigía en la Unión de Jóvenes Comunistas, Díaz-Canel llevaba estudiantes a El Mejunje —prosiguió— Nos apoyaba en todo, y no con palabras que resulta muy fácil, sino con hechos. Aunque ya el centro existía desde el anterior secretario del Partido, él desempeñó un papel muy importante en su consolidación”.

“A cuanto político o artista venía a Santa Clara, Díaz-Canel lo mandaba para El Mejunje. Gracias a él conocí a muchas personalidades de la cultura y la política”.

“Fue incondicional en la defensa del lugar, en los momentos en que era más difícil hacerlo. Siempre supo salir al paso ante las presiones de quienes no estaban de acuerdo con las actividades para la comunidad LGBT, que eran sin duda las que molestaban”.

“Siempre me trató con mucho respeto. Fue un aliado, un amigo además, uno de esos dirigentes muy populares, todavía mucha gente lo adora en Santa Clara…”

Enhorabuena entonces por esta promisoria elección.

Les reproduzco a continuación el comentario que me publicó Radio Nederland:

Miguel Díaz-Canel: una sucesión de otro tipo

La posibilidad en el corto o mediano plazo de que los principales órganos del Estado cubano los encabece un dirigente que nació después del triunfo revolucionario de 1959, y que además no tendrá ya el apellido Castro, parece no sorprender a casi nadie en la sociedad cubana.

Por Francisco Rodríguez

Quienes quieran interpretar la realidad del país antillano con los estereotipos de los sistemas personalistas, con las lógicas de las sucesiones y las dinastías, me temo que nunca van a llegar a comprender del todo los cambios que tendrán lugar en Cuba durante los próximos años.

La elección de Miguel Díaz-Canel Bermúdez como primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros que tuvo lugar el domingo último durante la sesión constitutiva del nuevo Parlamento cubano, ha creado cierta alharaca mediática en el exterior que muy poco o nada tienen que ver con la percepción popular en la Isla, donde ya esta era una decisión esperada.

Díaz-Canel, quien nació casi exactamente un año antes —el 20 de abril de 1960— de la derrotada invasión mercenaria por Playa Girón o Bahía de Cochinos, no “hereda” la Revolución cubana como individuo, porque esta es una concepción que está bien lejos de la estrategia con que el Partido Comunista de Cuba pretende conducir esa transición natural entre generaciones.

Ingeniero, primer secretario de la Juventud y del Partido Comunista en su natal Villa Clara y luego en Holguín, ministro de Educación Superior y luego vicepresidente del Consejo de Ministros, el nuevo segundo hombre de Cuba es un sobreviviente político de esa generación de dirigentes que emergió en los 90 durante la reforma económica luego de la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista.

Muchos de sus contemporáneos y colegas de la dirección juvenil y partidista en los territorios por aquella época, como Pedro Sáez Montejo, Jorge Luis Sierra Cruz o Juan Carlos Robinson, quedaron en el trayecto por escándalos de corrupción, malos manejos o errores políticos.

Esa es la verdad que tal vez tenía en mente el presidente Raúl Castro cuando al hacer la presentación ante el Parlamento y el pueblo, empleó esa frase que a mí particularmente me pareció muy dura, casi ríspida: “El compañero Díaz-Canel no es un advenedizo ni un improvisado”.

Muchas personas todavía recuerdan que el recién estrenado primer vicepresidente cubano fue uno de los secretarios de la Juventud y el Partido más exitosos que ha tenido la central provincia de Villa Clara. Y aunque las opiniones sobre su aceptación popular en la oriental provincia de Holguín quizás ya no son tan unánimes, tampoco salió mal parado de esa etapa.

En un país como el nuestro, donde muchas veces padecemos de una inusitada incontinencia verbal, Díaz-Canel da la impresión de escuchar más de lo que habla, y ya de por sí eso puede ser un gran mérito, sobre todo cuando alguien no tiene particulares dotes como orador.

Hay que reconocer también que a sus casi 53 años, es un hombre con una imagen física muy atractiva, detalle que no viene nada mal en una figura política, incluso en Cuba, donde nos preciamos de atender más a los méritos reales que a las poses prefabricadas por los expertos en comunicación para los políticos de otras partes del mundo occidental.

Pero lo que sí me queda claro es que ya con Díaz-Canel y los restantes dirigentes que encabecen el Estado y el gobierno cubanos en próximos periodos, tendrá que cambiar el modelo de dirección que distinguieron a Fidel Castro y ahora a Raúl.

Concluirá así, en mi criterio, la época de los liderazgos históricos que garantizaban sin casi necesidad de otros recursos que el prestigio, la leyenda y el ejemplo personal, el consenso prácticamente unánime de la mayoría de la población cubana.

Para el nuevo primer vicepresidente, y para quienes vengan detrás, la tarea es demostrar con hechos cada vez más concretos la efectividad del proyecto social cubano mediante resultado superiores en lo económico y lo social, en un ambiente de mayor institucionalidad, o sea, con estricto apego al entramado jurídico que ya se intenta actualizar; y en medio de una mayor exigencia y cuestionamiento públicos de la ciudadanía hacia la gestión de los funcionarios y dirigentes estatales y políticos.

No será fácil para esta generación dirigente lograr ese nuevo equilibrio de poder bajo un control popular superior y sin desconocer además las presiones, expectativas e ilusiones de los enemigos acérrimos del sistema socialista como alternativa al capitalismo, y de quienes tienen aspiraciones individuales con una presunta transición en Cuba, dentro o fuera del país.

No obstante, es factible suponer que Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el primer vicepresidente cubano recién electo, hombre inteligente, guapo y buen oyente, tiene absoluta conciencia de que su nombramiento es solo el inicio de una sucesión de otro tipo.

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