Según explicó al periódico la directora general del Circo Nacional de Cuba, el comediante introdujo en la función de aquellas noches en Cojímar lo que denominan “un repriz (pieza interpretada fuera del programa)”, con aquellos contenidos tan poco graciosos y ofensivos hacia el público.
O sea, que la homofobia y lo grotesco no estaban en el guión, pero otra vez salió a relucir. Y eso pasa con bastante frecuencia con estas y otras discriminaciones que ya no son políticamente correctas en Cuba. Casi nadie osa refrendarlas de manera oficial, pero aparecen aquí y allá en expresiones o bocadillos al margen, ya sea mediante sutilezas o en franca torpeza, como fue este caso dentro de un espectáculo infantil.
El payaso reconoció los hechos que se le imputaban, según la directiva circense. Lo amonestaron ante el colectivo de artistas y al parecer lo mandaron a un curso de superación profesional. Como medida adicional, reunieron a todos los payasos del Circo Nacional de Cuba, “a fin de evitar que se sucedan en el futuro circunstancias como esta”.
Querría creer que así será, pero me parece muy difícil que lo consigan de un modo tan de simple. Ni aunque reuniéramos también a todos los magos del país, podríamos hacer “desaparecer” —con solo un leve pase de magia— ciertas actitudes homofóbicas que están todavía sembradas en la conciencia nacional.
En materia de respeto a la diversidad sexual, hace falta insistir e insistir, como si fuéramos los domadores de leones del circo, incluso a riesgo de recibir alguna que otra dentellada.
Pezuña homofóbica en el circo o La buena noticia de una reacción