Queda mucho por hacer en el plano de la igualdad, que debe entenderse más allá de una apertura de opciones laborales y la posibilidad de cumplir funciones antes contempladas solo para hombres...

Mayra García Cardentey - Foto: Fernando Medina Fernández - Cubahora.- No hay mejor muestra para el polémico fenómeno que la reciente “guerra audiovisual” lanzada por ellas y ellos en los variopintos videoclips promocionados por el megaproyecto Lucas. Entre Sheena que convoca a “darle palo” a los hombres; Rebeca Martínez que insiste que “todos son iguales”; Haila, quien se dice “la mala”, que los amarra con cadenas y les lanza perros; aquel combo de mujeres que promete “hacerlos picadillo”, o la líder vocal de Elito Revé y su Charangón que recalca “la que manda en la casa soy yo”, tal pareciera una sublevación lírica y musical ante siglos de dominación patriarcal.


La explicación de muchos de estos temas resulta no menos “interesante”: “Esta es una canción feminista, que defiende a las mujeres”, se ufanan muchas de las protagonistas. ¿Será?

¿Esto deviene, en verdad, igualdad de género, feminismo, lucha por el reconocimiento de la mujer en la sociedad?

En una época en la que decir niñas y niños resulta usual dentro de los medios de comunicación, no se debe interpretar el fenómeno solo como el empleo de modificadores de sexo, la mayor inclusión porcentual de féminas en puestos laborales o el aumento de la masa dirigente femenina, y menos confundir con agitar semejantes “estribillos musicales”.

Equidad de género representa el respeto a los derechos de todos y todas, tolerancia a nuestras diferencias. Mujeres y hombres del mundo encaran esa lucha para lograr el correcto trato para ambos, sin desigualdades.

Si bien parece justo emprender acciones que concreten tales fines, preocupa la asunción de un ¿feminismo? desmedido, que lejos de buscar equidad solo pretenda agenciar un cambio de poder.

Las mujeres debemos hacer valer nuestro lugar, nuestra voz, capacidades, conocimientos, pero sin minimizar a los hombres, mucho menos prescindir de ellos y ni hablar de “hacerlos picadillo”, “darles palo” o amarrarlos con cadenas.

La idea debe congeniar el cambio de las concepciones patriarcales con el logro de la igualdad, no ir a un traslado a métodos matriarcales. Luchar contra la violencia hacia la mujer no significa justificar la nuestra.

Quizá muchos no concuerden con estas ideas, pero nada hacemos en seguir con el mismo mono y solo cambiarle el collar. Queda mucho por hacer en el plano de la igualdad, que debe entenderse más allá de una apertura de opciones laborales y la posibilidad de cumplir funciones antes contempladas solo para hombres.

No debe confundirse con ausencia de camaradería hacia los hombres, o con ansias femeninas de situarse en un escalón por encima de estos, y mucho menos con posturas despectivas en productos culturales solo para justificar y contraatacar la versión banal y sexista usualmente diseñada para las mujeres.

Es un proceso complejo y difícil. Es cierto. Aun cuando muchos piensen que hablar de género está de moda. Hace poco, incluso, debatíamos en el gremio el tema, cuando a una periodista se le asignó un trabajo de opinión sobre los riesgos del feminismo desmedido. “Es que hemos sufrido tantas injusticias durante años que me cuesta defender a los hombres”, explicaba la colega. Pero, ¿quién habla por ellos? ¿Ser el “hombre proveedor”, “valiente”, “heterosexual”, “que no llora”, no son valores estereotipados y socialmente asignados que pueden discriminarlos, de igual forma?

Equidad significa igualdad, con el fin de que todos poseamos la libertad y espontánea capacidad de decidir de manera efectiva sobre nuestras condiciones de vida.

Que la decisión personal de tener una vida sin hombres, en cualquiera de los aspectos e índoles de convivencia, sea un deseo de satisfacción, no de protesta ante el dominio de estos. No confundamos nuestra lucha con el falso objetivo de derrocarlos porque han obrado mal con nosotras. Sería como caer en sus propios errores.

Pugnar por el equilibrio no debe convertirse en una disputa de poderes. Resulta imperioso, especialmente, iniciar una nueva mentalidad y comenzar a vernos como seres complementarios, con ansias de transformación y cambio.

No se trata de jugar a ser “malas como ciclones”, “hacer picadillos de hombres”, o puré y fufú de ejemplares masculinos. Se necesita promover la participación equitativa, no asumir la diferencia de género como un obstáculo y potenciar estrategias encaminadas a ofrecer igualdad de oportunidades, más allá de dudosas asunciones radicales, métodos masoquistas de “dar palo” y sospechosas recetas culinarias.

La mujer cubana y su rol en la sociedad actual

Granma.- A través de la historia, varias han sido las teorías —y posiciones asumidas— sobre el rol de la mujer en la sociedad, en el hogar, en el trabajo… El patrón androcentrista que ha dominado la conducta humana indica, por ejemplo, que debe ser el hombre la figura de poder, el proveedor de la familia o el que realice las tareas “de fuerza”.

En la sociedad cubana, después del triunfo de la Revolución, esa tendencia ha ido revirtiéndose en aras de la igualdad y equidad de gé­neros. La labor de instituciones como la Fe­deración de Mujeres Cubanas y la proyección de políticas públicas a favor de la inclusión y el despliegue de las potencialidades de la mujer han sido claves en ese sentido.

De los primeros pasos encaminados a eliminar problemas como la prostitución, la ignorancia sobre su propio cuerpo, la planificación familiar, entre otras cuestiones; se pasó a objetivos de mayor envergadura como la in­troducción del aborto entre los ser­vicios de salud, la adopción de un Código de Familia que establece la igualdad jurídica absoluta de la mujer y el hombre en el matrimonio, define iguales deberes y derechos de los cónyuges ante los hijos y en el desenvolvimiento del hogar.

No debe faltar entre las acciones ejecutadas por el gobierno cubano el reconocimiento de la igualdad de derechos en lo económico, político, cultural, social y familiar en la Constitución de la Re­pú­blica de Cuba, ley fundamental del Estado.

Para las generaciones más jóvenes tal vez sea difícil comprender que existió un “antes” de estas conquistas que hoy se perciben cotidianas y accesibles. Sobre los hombros y el pensamiento de mujeres como Mariana Grajales, Celia Sánchez Manduley, Vilma Espín Guillois, las combatientes del Movimiento 26 de Julio… y otras que han pasado a la posteridad de modo casi anónimo pero igualmente importante, se ha forjado en gran medida la sociedad actual.

El proceso hasta el presente, sin embargo, no ha sido cuestión de un día o dos; debió ser “una revolución dentro de la Revolución”, a decir del líder histórico Fidel Castro. Con frecuencia suele citarse que “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”, sin llegar a saber nunca si se trata de un cumplido hacia uno u otro género o, simplemente, de la relación de interdependencia que existe entre ambos.

Tal vez, como dijo el Apóstol en su mo­mento, será que no falta a la mujer “capacidad alguna de las que posee el hombre, sino que su naturaleza fina y sensible le señala quehaceres más difíciles y superiores”. Este Día Internacional de la Mujer, hemos querido recordar los logros de las féminas en nuestra sociedad.

 

 

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