Lirians Gordillo Piña - Revista Mujeres.- Por estos días estudiantes de la Facultad de Comunicación (Fcom) de la Universidad de La Habana defienden sus tesis de licenciatura. El ejercicio académico, constituye actualmente la principal fuente de investigaciones sobre género y comunicación.


Claudia Martínez Camarero obtuvo la máxima calificación con su estudio La perspectiva de género en la mirada de las documentalistas cubanas el cual propone una “aproximación a la perspectiva de género en los documentales realizados por mujeres cubanas entre la década de los 70 y la actualidad, a partir de una muestra de diez documentales”.

A partir de la validación de expertos, la titulante analizó los documentales Mi aporte(Sara Gómez,1972), Mujer ante el espejo (Marisol Trujillo,1983), Y hembra es el alma mía(Lizette Vila, 1992), Mírame mi amor (Marilyn Solaya, 2002), La deseada justicia (Lizette Vila, 2006), En el cuerpo equivocado (Marilyn Solaya, 2010), Guárdame el tiempo(Ariagna Fajardo, 2013), Abecé (Diana Montero, 2014), Mujeres… La hora dorada (2014) y Mujeres… El alma profunda(2015) de Ingrid León.

Según el tribunal de tesis, uno de los aciertos del estudio Martínez Camarero es superar la concepción de que la perspectiva de género se reduce a abordar temas “de mujeres” o que sea una mujer la actora principal del fenómeno que se pretender investigar.

Martínez Camarero se nutre de la tradición teórica de la Perspectiva de Género y la Teoría Fílmica Feminista para asumir en su análisis la “perspectiva de género” como “un enfoque presente para investigaciones, proyectos, leyes, naciones, que busca sobre todo mirar al mundo desde la defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la necesidad de eliminar toda forma de sexismo, subordinación, discriminación y violencia en sus más disímiles manifestaciones; una perspectiva que no se queda solamente en describir el fenómeno, sino que investiga causas, contextos, relaciones que lo provoquen y que conlleva asumir una postura en la vida para quien la esté abordando o quien se adscriba a esta”.

A través del análisis de los temas, personajes, la “mirada” (concepto que aporta la teoría fílmica feminista) y aspectos técnicos de la dramaturgia audiovisual la investigadora pudo concluir sobre la presencia de una perspectiva de género en los documentales analizados.

El ejercicio académico apunta que en las obras estudiadas se reflejan “temáticas diversas como la inserción de la mujer a la sociedad cubana en los primeros años de la Revolución; la disyuntiva entre ser madre, esposa, encargada del hogar y una profesional destacada; los conflictos entre el sexo y el género de las personas transexuales y travestis; la denuncia de la violencia de género en sus más disímiles manifestaciones; la crítica al desentendimiento y la falta de información con fenómenos tan cotidianos como el exhibicionismo; la exhortación al respeto y el amparo de las personas de la tercera edad y la alerta sobre el embarazo adolescente así como la necesidad de una niñez y adolescencia sanas”.

Sin embargo, la investigadora señala que contribuir a la “reflexión en torno a la necesidad de lograr la equidad entre mujeres y hombres y eliminar de una vez y por todas la violencia de género” desde el documental dirigido por mujeres, ha necesitado del paso del tiempo y transformaciones sociales entre las que destaca el acceso de las cubanas a los centros de formación audiovisual y también el desarrollo en la isla de los Estudios de Género.

“En un inicio (década de los 70 u 80) las realizadoras describían a través de sus cámaras las desigualdades, discriminaciones y subordinaciones por motivos de género, sin embargo, estas no lo hacían desde conocimientos teóricos, sino que reflejaban una realidad que existía y era necesario denunciar”, concluye el estudio.

Al igual que lo constatan otros especialistas la investigación destaca el aumento de realizadoras a partir de los años 90, tanto en el documental como en la ficción.

“Algunas décadas atrás, hablar de mujeres cubanas en el cine, era casi imposible. La mayoría de las que llegaban al sector cinematográfico eran encasilladas en roles de maquillistas, asistentes, editoras, productoras o guionistas, muy pocas, después de años en estos oficios accedían a la dirección. Actualmente esa realidad es diferente y pese a que aún perviven dificultades en ciertos espacios, las mujeres en la dirección documental aumentan considerablemente, llegando a ser mayoría en algunos escenarios”, apunta Rodríguez Camarero.

A pesar de que algunas realizadoras no se consideran feministas, ni asumen su trabajo desde una perspectiva de género, la investigadora pudo constatar en las entrevistas y la realización de semblanzas biográficas de las directoras estudiadas que el activismo y los conocimientos teóricos si son apreciados por directoras con una trayectoria en el audiovisual como Lizette Vila y Marilyn Solaya.

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