Eran muchachitas muy humildes, con edades entre los 13 y 20 años, Muchas de ellas eran analfabetas y otras elevaron sus conocimientos de enseñanza primaria en dos o tres grados. Se les dio atención médica y estomatológica, las desparasitaron y mejoraron su salud y aspecto físico. Hoy son abuelas, profesionales, maestras, médicas, amas de casa, obreras, jubiladas. Mujeres con una vida plena, con un quehacer creador gracias a la Revolución y a la escuela que bajo la impronta de Fidel se fundó hace 55 años en el tiempo.
Esta mañana-tarde de verano, se volvieron a reunir en su casa de siempre, el Hotel Nacional de Cuba, la instalación que le abrió sus puertas emblemáticas a las primeras 900 campesinas en lo que fuera el embrión de la Escuela para campesinas Ana Betancourt, creada por el líder histórico de la Revolución. Y qué tremendo contraste, que se reunieran en el Salón Vedado, que hasta 1959 fuera el foco del juego y la mafia en La Habana y que durante aquellos primeros días de la Escuela, le sirviera de comedor de las alumnas.
Unidas por el recuerdo y la emoción, sencillas y encantadoras, una treintena de mujeres, Anitas fundadoras o no de una escuela que sentó precedentes en Cuba y Latinoamérica, esbozaron ante una concurrencia ávida, hermosas historias de vida, signadas todas por un eje común: alfabetizarlas y darle oficio a las decenas de miles de muchachas que allí se formaron.
Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas y miembros de su Secretariado, acompañada por la Doctora Elsa Gutiérrez, primera directora de la Escuela y la Generala Delsa Esther Puebla, les dieron la bienvenida.
La dirigente femenina reconoció la labor de la doctora Elsa Gutiérrez, primera directora de la Escuela; de Alicia Imperatori, hoy con 103 años y una vida entregada a la Organización y muy especialmente se recordó a Vilma y a su equipo de colaboradoras, cuya sensibilidad y perseverancia fueron decisivos en el empeño.
Lágrimas, risas, aplausos, exclamaciones y gestos de aprobación provocó en cada una de ellas el audiovisual presentado al inicio y que recoge el quehacer de los días iniciales de la Escuela para campesinas Ana Betancourt. Las restantes se situaron en residencias ubicadas en barriadas elites de la capital. Así echó a andar aquel plan concebido por Fidel para rescatar de la incultura a la juventud campesina y resarcirlas en algo por los años de completo abandono, hecho realidad por la Federación de Mujeres Cubanas.
Muchas de ellas se reconocieron en aquellas jovencitas tímidas, algunas de las cuales estrenaban sus primeros zapatos, aprendían modales y cosían las ropas que ellas mismas aprendieron a confeccionar. Aprendieron, sobre todo, a conocer un mundo negado hasta entonces para ellas y sus familias, por la explotación que sufría antaño el campesinado cubano. Luego se encargarían de trasmitir en sus lugares de orígenes, los conocimientos adquiridos
Ninguna de Las Anitas allí presentes quiso perderse la oportunidad de narrar su historia. Consuelo Tamayo, Nancy Leyva, Santa Zamora, Georgina Garcia, Nilda Ojeda, Rosalía Romero, Ernestina Rodriguez y Esther Castro Fernandez, La Anita que se quedó en el Hotel y hoy es jefa del Departamento de Costura de la instalación, son algunos nombres de las que narraron sus vivencias de la Escuela, entre lágrimas, anécdotas y revelaciones. Recordaron como Fidel, principal gestor e impulsor del Plan, vivía pendiente de aquel ejército de jóvenes campesinas que el 11 de diciembre de ese año 1961 celebraba junto a ellas su fiesta de graduación y enfatizaron en cuánto le debían todas a su formación posterior como mujeres plenas, realizadas profesional y revolucionariamente.
En nombre de Las Anitas, Consuelo Tamayo, dio lectura a una carta a Fidel, agradeciéndole por la creación de la Escuela en medio de la campaña de alfabetización y de agresiones como la de Playa Girón, y a la sensibilidad de la Presidenta por siempre de la FMC, Vilma Espin, que posibilitó que la Escuela haya quedado en la memoria de nuestro pueblo como una de las grandes misiones de la FMC.
“Por todo ello, Fidel, queremos celebrar junto a usted nuestro cumpleaños 55 y sus 90 agostos victoriosos. Ratificarle que siempre podrá contar con las decenas de miles de Anitas, como parte indisoluble de las mujeres cubanas”.
Por su parte, la Generala Teté Puebla y la Doctora Gutiérrez, resaltaron el humanismo irradiado por Fidel, su sentido del humor y el impacto tan enorme que proyecta.
“Fidel es muy tierno, ese aspecto de Fidel quizás sea menos conocido. Cada vez que se aparecía en la escuela, esta se desorganizaba. No sé cómo se enteraban que él estaba allí y se iban del aula para ir a verlo. Yo le pedí entonces que, por favor, las visitara en el horario de la tarde-noche, que no estaban en clase, y así lo hizo. Nunca dejo de visitarlas.”, recordó la Doctora Gutiérrez.
Antonio Martínez Rodríguez, gerente del Hotel Nacional, recibió de manos de Teresa Amarelle un cuadro de reconocimiento al Hotel. El directivo agradeció el gesto con unas pocas palabras de evocación al líder de la Revolución y a la obra de las mujeres organizadas y revolucionarias. Fotos con todas ellas y una representación de muchachas que hoy estudian el oficio en escuelas de La Habana Vieja y Centro Habana, así como la entrega del libro Vilma, una vida extraordinaria, fue el colofón de la velada.
