Dixie Edith - Red Semlac.- En los últimos años, el tema de la violencia de género ha llegado a las agendas de muchos centros de estudios cubanos, pero especialistas coinciden en que aún falta una investigación integral, que aporte estadísticas generalizadoras.


Para la doctora en Ciencias Grisell Rodríguez Gómez, psicóloga y demógrafa, es importante contar con datos cualitativos, pero también cuantitativos, sobre este fenómeno.

“Cualquier evento que la población experimente, precisa en primera instancia ser conocido, visibilizado y una de las maneras más eficaces rápidas e impactantes de hacerlo es contabilizándolo”, aseguró Rodríguez, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana.

¿Por qué existe tanta coincidencia entre especialistas e investigadores acerca de la necesidad de estadísticas generalizadoras sobre la violencia de género?

Las particularidades y detalles de cualquier fenómeno se pueden recoger desde las vivencias, el imaginario social y la manera de construirlo psicosocialmente. Sin embargo, su alcance, incidencia y prevalencia precisan ser descritos mediante la continua -y subrayo continua- y uniforme recepción de cifras al respecto, de manera intencionada, en la búsqueda del acto de violencia basada en género real, lo mismo en centros de salud, entidades legales de cualquier tipo, de justicia, etcétera.

La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de las Naciones Unidas, celebrada en Beijing en 1995, recoge en su Plataforma de Acción que “la falta de suficientes estadísticas y datos desglosados por sexo sobre el alcance de la violencia dificulta la elaboración de programas y la vigilancia de los cambios.” Además, recomienda promover la “investigación, recoger datos y elaborar estadísticas, especialmente en lo concerniente a la violencia en el hogar, relacionadas con la frecuencia de las distintas formas de violencia contra la mujer, y fomentar las investigaciones sobre las causas, la naturaleza, la gravedad y las consecuencias de esta violencia...”

Desde tu posición como demógrafa, como investigadora social, ¿cómo crees que debería sistematizarse esta información?

Existirían dos maneras de hacerlo: o mediante el registro continuo de casos en centros de salud de todos los niveles y en espacios o entidades legales, de justicia; o mediante encuestas que permitan explorar, con objetivos diversos y alcances distintos, la percepción y los datos reales sobre violencia de género.

Vale destacar que en el primero de los casos solo estaría aportando información aquella mujer que acude al servicio por esta razón expresa. En ese caso, además, sería también imprescindible entrenar a este personal para que sea capaz de detectar el caso, porque con muchísima frecuencia no se denuncia o justifica como tal. En tanto, en el segundo de los casos, solo se está ante la voluntad de declarar al respecto, aunque podrían obtenerse mejores resultados, pues casi nunca se hace la pregunta de forma directa y se suelen cruzar las respuestas de varias interrogantes en los cuestionarios que son metodológica y científicamente construidos para ello.

¿Qué ventajas y que limitaciones caracterizan a este tipo de indagaciones?

El estudio del tema desde las estadísticas siempre estaría sesgado por el factor subjetivo de la declaración, por elementos relativos a que el prestador de servicio lo detecte y por patrones, juicios y mitos sobre la violencia que portan tanto las víctimas, como los prestadores de servicios.

Pero investigar la violencia contra la mujer permite, además de conocer la dinámica y el estado del fenómeno; también monitorear de manera continua o por períodos definidos de tiempo el impacto de acciones específicas que sean implementadas a distintas escalas.

Resulta, además, un modo de poder medir el maltrato según distintas características de las mujeres, de los victimarios y también de sistematizar, según diferenciales y atributos diversos, la información que se produce.

Como último elemento, una investigación macro e integral, facilita el proceso de incidir en que se visibilice y, por ende, se disminuyan los niveles de violencia contra niñas y mujeres, por lo cual precisa de un acompañamiento desde la voluntad política de los gobiernos.

El lenguaje de las cifras, el monto de los eventos y sus particularidades --que aportarían los datos- es algo que comprenden y solicitan siempre los tomadores de decisiones a distintas escalas. En este sentido, poder contar lo que pasa, en cifras, apoyaría y estimularía la participación y definición desde los gobiernos, a distintas escalas, en el trazado de políticas.

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