Lorena Chávez Fernández - ACN.-Desde que nació Yunuen, “su media luna, su príncipe del agua”, a Yunier Hernández Soto, de 38 años de edad, le llueven las felicitaciones por lo excelente padre que es. Al parecer, un hombre que cambia los pañales de su hijo, lo alimenta, lo baña y está pendiente de él, se considera un ser único y en peligro de extinción, solo hallado por unas pocas privilegiadas.


Él sabe que sus actos no son heroicos, sino un deber que las madres asumen habitualmente y por el que nadie las felicita, porque se asocia a lo “normal y natural”, como si las mujeres llegaran al mundo con un manual de crianza.

Yunier, simplemente, disfruta paternar a plenitud, y asegura que se trata de una experiencia formidable.

A su esposa Claudia Pis Guirola, de 31 años, le diagnosticaron una trombosis profunda venosa en la pierna derecha a los 20 días de la cesárea. Como consecuencia estuvo en terapia intensiva y el recién nacido quedó al cuidado del padre, quien nunca había asumido tal responsabilidad.

De esta forma, mientras Claudia luchaba por su vida, él tuvo que sobreponerse a la angustia y aprender a realizar tareas que jamás había pensado.
“Aunque tengo una hija de 12 años, de otra relación, cuando era pequeña su madre y la que era mi suegra se encargaban de todo, yo era muy joven y no vivíamos solos”, recuerda Yunier.

“Me doy cuenta de que me perdí mucho al no mantener en aquel momento el vínculo directo que experimento con Yunuen: tenerlo tan cerca, cargarlo, olerlo, calmarlo, pasar la noche velando su respiración, la tensión de la primera vacuna… se va creando un lazo tan fuerte que el sentimiento se multiplica más cada minuto y las malas noches se te olvidan solo con mirarle a los ojos y verlo sonreír.

Estoy agotado, tengo preocupaciones, pero esta personita depende de mí y es por él que saco fuerzas de donde no las tengo, y lo haría hoy y mil veces más”.

A Yunier no le quedó perfecto su primer cambio de pañal, aprendió a base de práctica y error cómo cuidar al bebé.

“Las madres que asumen la crianza de los pequeños en su totalidad lo logran, pero es muy duro, y para un padre solo igual es un desafío, por eso lo ideal es hacerlo entre dos. Me alegra que Claudia y yo somos un equipo y vamos descubriendo juntos cómo ser mejores padres”.

Comenta Claudia que cuando regresó a casa el niño no la reconocía ni quería que lo amamantara, fue su esposo quien la enseñó a cargarlo, manipularlo y alimentarlo correctamente.

“Siempre pensé que sería mi madre u otra mujer la que me iniciaría en el camino de la maternidad y resulta que fue Yunier, un hombre fuerte, un militar de una masculinidad marcada. Me demostró que el género nada tiene que ver en estas cuestiones y que todos somos capaces de desbordar sensibilidad y ternura por un hijo”, asegura.

Ella procede de una familia con una larga tradición de padres ausentes, en la cual las féminas son el pilar fundamental.

“Quizás por mi experiencia caí en el error que la sociedad comete muchas veces, de estereotipar a los hombres y asumir que solo las madres tienen la capacidad de ser responsables absolutas de la crianza de un hijo.

“Cuando supe que estaba embarazada, con poco tiempo de relación, tuve miedo, porque sabía que podía suceder lo que me pasó con mi padre. Aunque no me llevo mal con él no pude disfrutar de crecer a su lado, lo cual siempre añoré”, explica Claudia.

“Recuerdo que en una ocasión le hablé de ese temor a Yunier y me pidió que no lo juzgara, que todos los hombres no eran cortados por la misma tijera, y es cierto.

“Desde que lo conocí tuve un buen presentimiento, se mostró protector y muy responsable, pero nunca imaginé que las cosas saldrían tan bien como hasta la fecha”.

En la actualidad Yunier y Claudia continúan disfrutando cada pequeño avance de Yunuen, que ya tiene tres meses, y distribuyen equitativamente las tareas domésticas, aunque él hace un poco más para que ella pueda seguirse recuperando.

Aspiran a que su bebé se desarrolle en un hogar amoroso, donde todos importan y ayudan en igualdad de condiciones.

“Quiero apoyarlo, fortalecer su autoestima y sus valores en la medida en que vaya creciendo, que sepa que tiene deberes y derechos en su familia y pueda ser él mismo. Me gustaría que fuera una persona íntegra, respetuosa, sin miedo a luchar por sus sueños y trabajar fuerte para conseguirlos”, expresa Claudia, quien ya se prepara para continuar su vida profesional como periodista.

“Yo solo quisiera que nos amara tanto como lo amamos a él –afirma Yunier- pretendo seguirme superando como padre y estar más cerca de Yunuen y de mi hija Aimee, son mi prioridad”.

El proyecto de ley del Código de las Familias, sometido a consulta popular desde el primero de febrero hasta el 30 de abril próximo, establece que madres y padres tienen responsabilidades y deberes comunes e iguales en lo que respecta al cuidado, desarrollo y educación integral e inclusiva de sus hijas e hijos.

Plantea que, como parte de la responsabilidad parental, ambos tienen la obligación de ejercer su guarda y cuidado, amarles, procurarles estabilidad emocional y educarles a partir de formas de crianza positiva, no violentas y participativas.

Asimismo, deben convivir, siempre que sea posible, y mantener una comunicación familiar permanente y significativa en la vida de sus hijos, que propicie el desarrollo de sus afectos familiares y su personalidad.

La propuesta de normativa también defiende la igualdad plena entre mujeres y hombres, y la distribución equitativa del tiempo destinado al trabajo doméstico y de cuidado entre todos los miembros de la familia, sin sobrecargas para ninguno de ellos.

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