Noel Manzanares Blanco/Cubainformación. En Septiembre de 2009, publiqué un par de artículos sobre la crisis integral del Capitalismo, a propósito de la contracción económico-social que entonces imperaba: en el primero, resalté que ella era/es resultado de la evolución de ese sistema que —en última instancia— privilegia a la propiedad privada y al mercado, aupando las ganancias que generan las mercancías aunque vaya en detrimento del valor de uso de la producción y los servicios; y en el segundo, destaqué que tenía lugar con otras aristas como las crisis alimentaria, energética, ecológica, cultural... a causa del predominio de las empresas transnacionales y los gobiernos imperialistas impulsores del desorden internacional vigente en la actualidad.


Un mes después, en ¿Dice adiós Japón al milagro capitalista? apunté que una televisora de habla hispana por esos días difundió un video en el cual aparecían personas nativas de la tierra del Sol naciente prácticamente desahuciadas, y algunas con el rostro cubierto como símbolo para evadir la vergüenza. También, que las imágenes denotaban que ese país era/es prueba inequívoca de la fuerza del pensamiento de Karl Marx: la producción capitalista solo, momentáneamente, consiente la prosperidad relativa a quienes trabajan; y, paralelamente, tal bonanza es siempre pájaro agorero de tormenta.

Más cercano en el tiempo, en el mismo orden de pensamiento abordé La pobreza galopa: urge liquidar el sistema que la sustenta, apenas dos meses atrás. En la oportunidad, llamé la atención sobre un suceso que considero extraordinario: a principios de este año se hizo público que El 1% más rico tendrá más que el resto de la población mundial en 2016 y la inscripción “La desigualdad extrema no es solo moralmente condenable sino que, también, mina el crecimiento económico y, por tanto, supone una amenaza para la actividad empresarial” —entre datos espeluznantes. No obstante, en este minuto me acompañan pocos elementos para cambiar de opinión.

Hace unos quince días, un reporte de RT aludía a qué provocará la ruina de la economía mundial, destacando que se está a punto de entrar definitivamente en una caída en picada: los precios de los metales preciosos están en declive y los del petróleo vuelven a batir récords negativos; al ser estos dos los instrumentos financieros más rentables, los inversores están alarmados; y las multinacionales del sector primario pierden en capitalización bursátil y en su caída arrastran los índices de las propias bolsas. “Durante el 2016 no hay que esperar que los precios del petróleo se recuperen hacia una media de 65 dólares por barril” —pronostican analistas.

Hace menos de una semana, se daba cuenta de cuatro martirios para la economía mundial, a saber: el precio del petróleo será uno de los principales dolores de cabeza en el segundo semestre de 2015, afirman economistas; el alza de tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos (ha declarado un posible aumento de 0,25 puntos porcentuales en Agosto y en Diciembre de este año, lo que significa que los mercados de los países emergentes deberán prepararse para a sufrir un aumento en el costo de endeudamiento y las consecuencias de la fuga de capitales); la crisis de la zona euro (el euro, la unidad monetaria, se encuentra en condiciones de incertidumbre y volatilidad porque no puede superar problemas como los altos déficits fiscales y la crisis griega); y la desaceleración de la economía china (el mes pasado la Bolsa de Shanghái cayó un 28%).

Como si fueran pocas las informaciones escasas de enhorabuena, otro reporte de RT de poco más de 72 horas atrás traía a colación que los bancos centrales del mundo occidental deberían prepararse para afrontar una “versión aún más grande” de la crisis financiera mundial del año 2008, según el estratega de la Société Générale Group, Albert Edwards, toda vez que la política de expansión cuantitativa (una herramienta de regulación monetaria utilizada para aumentar la oferta de dinero) que usan más y más los bancos centrales occidentales, conducirá a una nueva hecatombe internacional.

Entretanto, leí Perspectivas sociales y del empleo en el mundo 2015: OIT. Allí, consta que sólo una cuarta parte de los trabajadores del mundo tiene una relación de empleo estable, según un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo; al tiempo que nos hace saber que más de 60 por ciento de todos los trabajadores carece de cualquier tipo de contrato de trabajo; que la mayoría de ellos están empleados en trabajos por cuenta propia o como trabajadores familiares auxiliares en el mundo en desarrollo; y que, aún entre los trabajadores asalariados, menos de la mitad (42 por ciento) tiene un contrato permanente. Además, aparecen referencias puntuales a modo de ilustración.

Así —y a reserva de que está por verse cómo reaccionará en adelante las grandes masas populares vs. las ataduras de la opresión universal—, no tengo la menor duda de que se deterioran las ¿bondades? del Capitalismo en el mundo. Avanza, pues, su fin.

 

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