Por Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com) - Cubainformación / Blog La Joven Cuba.- Debe ser uno de los lugares más vigilados en Cuba. La residencia del embajador estadounidense es todo lo que se espera de ella: grande, elegante y seria. Quizás por eso invite a la herejía, no hay mayor placer que subvertir las formalidades. Eso fue lo que hicimos allí la semana pasada cuando nos invitaron a celebrar lo ocurrido aquel 17 de diciembre.


Posiblemente más de una persona haya salido por el techo ingresando a tales predios diplomáticos, en cambio la primera vez nosotros debimos entrar por la ventana, literalmente. Era una conferencia de prensa sobre el acercamiento entre ambos países y estaba tan llena la sala que solo pudimos ingresar por la ventana. El pasado día 17 volvieron a invitarnos a Roberto Peralo y a este servidor. Por alguna razón muchas personas son discretas sobre su participación en dichas actividades y toca respetar su privacidad pero nosotros preferimos contar estas experiencias “al otro lado del río”. Cualquier cosa que necesitemos esconder significa que probablemente sea mala idea hacerlo.

El 2014 quedará registrado como el año en que la diplomacia estadounidense amplió su mirada hacia una sociedad civil más allá de la estrecha comunidad de disidentes que existe en el país. Sin dudas un paso de avance positivo que pocos le han reconocido y esperamos se siga ampliando, en el camino para llegar a una relación lo más normal posible. Ha sido un año también en el que no pocas personas han apoyado el proceso de acercamiento en todos los espacios. Muchos han puesto su grano de arena, a veces de manera invisible y otras públicamente. Sin faltar tampoco los que priorizan sus agendas personales o hacen concesiones anexionistas, siempre cuidando su imagen en público pero transigiendo principios en las sombras.

En camino a la residencia el almendrón pone en la radio un reguetón que no puedo evitar copiar: “ponte linda, ponte un pitusa, que nos vamos pa la yuma, que nos vamos pa la USA…”. En fin, llegamos a ese barrio exclusivo de Cubanacán donde vive mucha gente famosa. Ahí hay pocas paradas de autobús, la bodega y la libreta de abastecimientos casi nadie las usa. El primer shock es darse cuenta que somos de los pocos que no llegan en su propio auto, hay mucha gente famosa y nuestra preocupación es que al terminar la noche, Roberto tiene que regresar en botella para Matanzas. No parece que muchos de los otros invitados tengan cosas así en mente.

¿Por qué asistir a una celebración del 17D en la residencia del embajador estadounidense? En primer lugar entrar ahí no significa dejar el carnet de identidad en la puerta, lo mismo ahí que en el Comité Central o en cueros en la Casa Blanca se puede ser consecuente en todos los escenarios. Desde hace años en La Joven Cuba estamos haciendo política conscientemente y tenemos una agenda, que también es pública: promover un acercamiento que apoye el levantamiento del bloqueo a Cuba y nos permita emprender los cambios pospuestos en nuestra condición de país acosado. Para estos objetivos el contacto con los protagonistas es indispensable, lo ideal sería salir de ahí hacia otra celebración en el Consejo de Estado o el MINREX, pero todavía el cambio de mentalidad, el prestigio de la blogosfera y las relaciones Cuba-EEUU no van tan bien.

Dice un amigo que vivimos en un país tan traumatizado por los casos de traiciones y segundas agendas que nos hemos vuelto cínicos, entonces una militancia como la nuestra que no es prefabricada, cuesta entenderla.

Hay un sector gubernamental que no ve con buenos ojos la participación social en el proceso de diálogo con los Estados Unidos, o que exista una esfera pública donde se debatan los cambios actuales del país, yo no imagino un país socialista donde no exista esto. Creer que el Estado puede llevar adelante solo todos estos desafíos sin la participación social, creer que hacer política es prerrogativa de los funcionarios, ver el proceso de cambios que inició Raúl con mirada paternalista dejándonos el papel de observadores pasivos, es un grave error. Cuando está en juego el futuro de todos, no se puede construir el mañana entre unos pocos. Aunque no estemos acostumbrados a esto por vicios de la herencia soviética y otros de nuestra propia fabricación.

La noche del 17D Roberto y yo conversamos con un montón de artistas famosos, académicos, periodistas y amigos que también estaban ahí. En jeans llegamos y nos fuimos antes que terminara todo, esta vez por la puerta y no por una ventana. Nos sacamos una fotografía con un póster de Obama y un cartel con la frase que caracterizó el momento más duro en la lucha contra Batista. A mitad de foto un funcionario de la nueva embajada pasa y se detiene a leer lo que escribimos, ríe y sigue su camino. Nos hemos portado lo mejor posible al otro lado del río, solo queda regresar a la realidad de los barrios con bodegas y paradas de ómnibus. La noche termina a las 12 am cuando Roberto llega a Matanzas y yo empiezo a escribir este post. Con la esperanza que el próximo 17D tengamos mayores razones para celebrar.

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