Noel Manzanares Blanco – Cubainformación.- Me sentí estimulado a escribir esta nota, tras detenerme en ¿Por qué decir negro es racismo? de Arthur González, quien reflexiona acerca del tema a propósito de “¿Negro, tú eres sueco?” aparecido en el Periódico Tribuna de La Habana el 27 Marzo último con la rúbrica de Elías Argudín Sánchez para develar una percepción no del todo atinada de la visita de Barack Obama a Cuba a partir del carácter ofensivo del título para referirse al Presidente de Estados Unidos.


Debo adelantar que me encuentro entre las personas que apreciamos un viso de racismo en el trabajo responsabilidad de Argudín, al margen de que me atrevo a asegurar que no fue su objetivo lastimar al principal inquilino de la Casa Blanca ni dañar la imagen del negro en Cuba. O sea, asumo que resultó insultante la alusión de marras a la raza negra en el contexto en que se hizo. Es una manera de anticipar una consideración que complementa el razonamiento expresado en “¿Por qué decir negro es racismo?”. Me explico, grosso modo.

En el caso de nuestros compatriotas procedentes del gigante asiático, debo llamar la atención en el sentido de que si bien en un principio la utilización del término “chino/a” pudo ser muestra de discriminación alguna, no es menos cierto que a través del tiempo ese vocablo adquirió tal grado de familiarización que hasta llegó a alcanzar un matiz cariñoso. Pienso que aquí radica el porqué Arthur sostiene que “jamás se escucha o se percibe disgusto en las personas de la raza china” de cara a esa denominación. Pero ello puede ser opuesto a un símil en la Mayor de las Antillas, cuando se trata del negro/a.

Ilustro con tres ejemplos que me vienen de cerca.

En primer lugar, recuerdo perfectamente que en mi Camagüey llamaban “Reparto Prieto” a un área ubicada próxima de mi casa durante mi niñez y adolescencia en la que vivían negros/as que mayoritariamente exhibían un número significativo propenso a delinquir. Así, pregunto: ¿Será que por casualidad le otorgaron esa denominación a ese espacio camagüeyano o más bien se hizo en alusión al supuesto carácter negativo de la representación étnica en causa?

También en mi memoria guardo la ocasión en la que, durante una sesión de la Asamblea Municipal del Poder Popular de mi terruño a finales del Siglo pasado, mientras se debatían las propuestas para postulados/as a la Asamblea Nacional, un Delegado se cuestionó el hecho de que en la candidatura apenas habían negros/as e inquirió mirando hacia mi persona: “¿Acaso a nosotros no nos gusta ser Diputado?”. En ese minuto, precisamente por mi ascendencia relativa en los reunidos porque como Profesor impartía Conferencias de temas de actualidad política a mis colegas Delegados/as de esa instancia intermedia, opté por aceptar la respuesta dada que no me convenció mucho —so pena de estimular una segmentación que potencialmente dañaría a nuestra Revolución.

Además, retengo en mi mente una anécdota con la Madre de una compañera de trabajo. Resulta que de vez en vez tenía que llamar a su casa para consultar y/o ponernos de acuerdo en algún lance laboral, y en la oportunidad intercambiaba unas palabras con la Progenitora que siempre atendía el teléfono. Mas, cuán grande fue mi sorpresa el día en que tuve que personarme en el hogar y dialogar con la Mamá: ella preguntó qué deseaba y quién era; yo me identifique. Entonces, exclamó: “¡Ah, yo pensé que usted era blanco!”. Huelgan comentarios.

Entretanto, sin negar la actividad Made in USA en aras de dividirnos con epicentro en el asunto de “la igualdad y defensa de la población afrocubana” que resalta Arthur González, certifico que los tres casos que cité clasifican en la interpretación de Naciones Unidas en Durban, a saber:

“Se entiende por racismo, toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social o cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública” —las negritas son mías.

Al sazón, pues, ratifico lo que redacté en Roberto Zurbano, Pedro Campos y el Negro/a en Cuba, 35 meses atrás, sobre todo la inscripción “Acredito lo mucho que ha realizado la Revolución Cubana a favor de la igualdad racial, sin desconocer limitaciones indicadoras de cuánto queda por hacer”; al tiempo que subrayo que en este tema existen aspectos que alguien ajeno a la cotidianidad de la Isla no tiene necesariamente que conocer a ciencia cierta —motivo esencial de estas líneas. Por tanto, sostengo que en ocasiones determinadas decir “negro” en Cuba sí es sinónimo de racismo.

 

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