Hemos separado artificialmente la lucha por la democracia, de la lucha por la liberación y el socialismo

Enrique Ubieta Gómez - La jiribilla.- Enrique Ubieta Gómez: Pablo, usted ha participado activamente en la construcción de una Red mundial de redes que se ha denominado En Defensa de la Humanidad. Quisiera pedirle que nos explicara qué entiende en este caso por Humanidad y cómo se pretende articular en la práctica ese concepto tan general.


Pablo González Casanova: Bueno, yo creo que uno de los problemas que tenemos es el de saber leer las palabras que usamos y ver qué vínculos hay entre palabras tan generales, incluso tan vagas, tan indefinidas, como la palabra humanidad, porque justamente pensamos que una nueva forma de hablar y de leer el mundo, requiere que seamos más precisos en el vínculo de los conceptos generales y de las acciones concretas actuales. La palabra “humanidad” se viene usando mucho en los movimientos revolucionarios, en el pensamiento social desde el siglo XVIII, y ha sido objeto de múltiples definiciones, pero nosotros queremos plantearnos el problema, un problema realmente peliagudo, desde diferentes perspectivas. No intentar resolverlo a partir de un solo punto de referencia o de un solo grupo, o de una sola cultura, y, a la vez, ver qué tipo de organización podría articular el día de mañana eso que llamamos humanidad. Entonces, hay que hallar un tipo de definición en las palabras y en los hechos, en los conceptos  y en los actos, un término que no se preste a declaraciones pomposas o tan abstractas que poco tenga que ver con lo que hace uno en la vida cotidiana, y que exprese toda su variedad, comportamientos que podemos identificar, por ejemplo, en relación a las civilizaciones ¿no?, en relación a los niveles de desarrollo, en relación a la organización de las clases dominantes, y de las clases subalternas, entonces hay formas de ver en medio de ese mundo tan variado ciertas pautas, ciertos cauces, en los que cabe buscar las organizaciones del pensamiento y de la acción que se dan.

Ahora, para poder realizar acciones que abarquen a eso que llamamos humanidad —y consideremos provisionalmente que en ella incluimos a todos los seres humanos—, para ese tipo de acciones se nos planteaba un problema, no solo de organización del pensamiento, sino de organización de la acción, que, afortunadamente, estamos en posibilidad creciente de resolver mediante un tipo de organización que no se corresponde con la lógica estatista que prevaleció en el siglo XIX y prácticamente en todo el siglo XX, ni con la lógica de la organización empresarial, clásica o incluso con la del capitalismo monopólico, sino con una nueva lógica que se está extendiendo en todos los campos de la cultura, de la política, de la sociedad, de la economía, en la que el término de redes o de articulaciones, de grupos que tienen objetivos parecidos, y que guardan entre sí una autonomía considerable, ese tipo de redes que articula grupos autónomos, está apareciendo como una forma de organización que permite acciones conjuntas de personas que tienen coincidencias en algunos puntos, que les permiten avanzar al mismo tiempo, a reserva de separarse y distinguirse en los terrenos en los que no tengan afinidades o simpatías. El problema enorme de juntar este tipo de fuerzas es realmente superior a la idea de los frentes populares, es superior a la idea de las coaliciones de la historia tradicional, incluso plantea posibilidades de comunicación no solo entre las más distintas civilizaciones, sino en el interior de la misma civilización, de la misma cultura, en el mismo país, con el mismo idioma; permite hacer traducciones porque si los dos hablamos el mismo idioma, digamos, el castellano o el español, como decimos aquí, de todos modos podemos tener para la misma palabra un uso distinto, un contenido distinto, y podemos comunicarnos con mucha más facilidad sin la presión de imponer una definición a cada término. Entonces, con este tipo de planteamiento, que ya ha sido probado en organizaciones llamadas complejas, en que hay una gran interacción entre los miembros que las constituyen, con este planteamiento se puede empezar por ver cuáles son por ejemplo los grupos lingüísticos de las antiguas poblaciones colonizadas, que, con las diferencias de lenguas y todo, tienen una situación parecida por la herencia colonial, por la opresión colonial, por la explotación colonial, y se pueden unir en forma de redes para acciones conjuntas frente a la situación colonial y de dependencia y de explotación y de exclusión que sufren. Entonces, con este criterio, nos planteábamos el problema realmente de una definición teórica y práctica, ética, fundamentalmente relacionada con lo que Bolívar llamó el poder ético, y que tanto desarrolló desde el punto de vista teórico y práctico José Martí. Entonces, en realidad este Encuentro de unas cuantas personas —venían de varios países de América Latina, de EE.UU.—, un encuentro que siendo muy pequeño puede convocar eventualmente a otros miembros muy distintos a los que estaban allí en lo individual o como representantes de organizaciones y puede ir extendiéndose probablemente al principio a la región latinoamericana, hacia EE.UU., Canadá, Europa y será más difícil que se logre en otras regiones del mundo como África, el Medio Oriente, los países árabes, el mundo islámico, China, etcétera, pero de todos modos la posibilidad se da porque unos son vecinos de otros, y de vecinos en vecinos podemos envolver el mundo.

E.U.G.: Ese encuentro fundador al que usted alude fue convocado por un grupo de importantes intelectuales. Eso también nos induce a preguntar su opinión acerca del papel de los intelectuales en el mundo de hoy…

P.G.C.: Ahí también se nos plantea un problema del uso del término. Es muy importante que nosotros cada vez que nos referimos a un fenómeno nos detengamos y pensemos si el concepto que tenemos de ese fenómeno es el que tienen los demás o no y cuál de ellos estamos usando, por ejemplo, el concepto de intelectual, de qué estamos hablando, de los grandes intelectuales, como decía Gramsci, o de los intelectuales orgánicos, como él también dijo, de qué tipo de intelectuales estamos hablando.

Pensamos que es conveniente, sobre todo en estos tiempos, considerar tres tipos de intelectuales: los intelectuales que trabajan predominantemente en la academia, los intelectuales que trabajan en los medios de información y de tipo cultural, de difusión de la cultura, y los intelectuales que están al frente de los movimientos sociales o en los partidos políticos. Entonces, vea usted cómo también se va ampliando este concepto clásico, tradicional, el del intelectual, y se pasa a un concepto en que aparecen como trabajadores intelectuales realmente muchos más de los que pretenden serlo. Porque con los intelectuales académicos se nos planteaba un problema gravísimo, en el sentido de que iba a ser más fácil organizar a la humanidad, que a esos intelectuales. Los intelectuales académicos es lo más difícil de organizar que uno se puede imaginar. Incluso allí nos planteamos otro problema, y es el de cómo al intelectual que trabaja en la academia se le puede hacer participar más en proyectos como estos. Y pensamos que la vinculación de las instituciones de educación, de investigación, de difusión de la cultura, pueden adoptar programas de investigación, programas de educación, y programas de difusión de la cultura, en contra de los peligros de guerra, en contra de los peligros de destrucción, no solo de la humanidad, sino del ecosistema, que de acuerdo con los estudios más serios de nuestro tiempo a todos nos amenazan y que, de hecho, están generando un miedo objetivo en todos los seres humanos, independientemente de la ideología que tengan, este miedo lo ve usted por todas partes, existe por ahí, nos rodeamos de él, todos estamos preocupados por este futuro incierto al que queremos enfrentarnos mediante este tipo de organizaciones que planteen un nuevo camino de lucha por la paz.

E.U.G.: Usted ha mencionado en textos recientes tres objetivos fundamentales en esta lucha que estamos librando, y los tres se hacen acompañar del calificativo de verdadero: verdadera democracia, verdadera liberación y verdadero socialismo…

P.G.C.: Nuestra tesis —hemos estado trabajando mucho sobre el problema durante muchísimos años—, es que hemos separado artificialmente la lucha por la democracia de la lucha por la liberación y de la lucha por el socialismo. Y esto ha sido parte de un proceso histórico por el cual fueron mediatizadas las luchas por la democracia, las luchas por la liberación y la lucha por el socialismo. Y cuando digo que fueron mediatizadas, quiero decir que inter­vi­nieron factores de mediación, entre los objetivos y las organizaciones que buscaban alcanzarlos.

El objetivo de la democracia aparece universalmente con la Revolución Francesa, ahora, la Revolución Francesa está vinculada, desde luego con (y aparece dentro de la historia del) capitalismo, pero en nuestra opinión es un error considerar, pensar, que la Revolución Francesa es una revolución burguesa de principio a fin, en realidad la revolución democrática empezó en Inglaterra en el siglo XVII y había una democracia sostenida por la gente del pueblo de Londres, realmente el pueblo quería gobernar, pero se alió la aristocracia con la burguesía y allí dominó de una manera mucho más patente de lo que lo haría en Francia la burguesía. Pero no puede uno decir que ese proyecto era de la burguesía, pero lo mediatizó, lo tomó la burguesía junto con la aristocracia, es decir, las clases dominantes se apoderaron del proyecto y, desgraciadamente, le empezamos a regalar la palabra democracia, y esto causó trastornos muy serios para los otros proyectos. Ahora, en la Revolución Francesa la presencia popular es mucho más fuerte que en Inglaterra, se articulan más los grandes filósofos, como Rousseau, con los movimientos que surgen del pueblo francés y hay momentos de experiencias de gobierno popular que no se habían dado con anterioridad, que no se habían dado en Inglaterra. Y esto hace que el proceso se profundice en todos los sentidos, incluso en el de la mediatización de esa enorme oleada popular, mediatización que se da, por ejemplo, con la presencia de Napoleón y de los militares; muchos de ellos entregaron sus vidas en Europa luchando contra las aristocracias y contra los privilegios del viejo régimen, pero al mismo tiempo se fueron insertando en relaciones de producción que son las que van a caracterizar las zonas de opresión y de explotación a principios del siglo xix y las que Marx y Engels van a descubrir en otro campo de dominación, en otro campo donde hay fenómenos contrarios a los objetivos de la Revolución Francesa, de igualdad, libertad y fraternidad, que son las fábricas, ahí no hay ni igualdad, ni libertad, ni fraternidad, y entonces Marx empieza a darse cuenta de que los trabajadores o los ciudadanos o los pueblos no pueden alcanzar los objetivos de libertad, igualdad y fraternidad sin plantearse el problema de las relaciones de producción y de las relaciones de acumulación.

Entonces viene todo el proyecto socialista y este proyecto va a encontrar dos vías para luchar por sus objetivos, una de ellas es la vía revolucionaria, que parece perder ímpetu a mediados del siglo XIX y, por otra parte, se desarrolla la idea de que a base de reformas se alcanzará el socialismo, y esta idea va a ser bienvenida por dirigentes conservadores como el propio Bismarck, que empieza a hacerle concesiones a una parte de los trabajadores para distinguir a los trabajadores, por ejemplo, de cuello blanco, de aquellos que no lo son, aquellos que están sindicalizados, de los que no lo están, y se va a ir desarrollando también más y más un nuevo colonialismo vinculado al capital monopólico. Entonces el proyecto reformista va a ir mostrando sus limitaciones, no comprende a todos los trabajadores sino a parte de ellos, esa parte ya deja de apoyar al resto, se interesa por sus problemas y por la solución de sus problemas y se desentiende de los demás, sus líderes ocupan posiciones que son fuertemente criticadas, calificadas de oportunistas, reformistas, la palabra se vuelve un calificativo muy, muy serio, y surge un nuevo proyecto en relación a los pueblos que empiezan a ser explotados de una manera mucho más sistemática, con un nuevo tipo de empresas monopólicas que aparecen a fines del siglo XIX y principios del XX, y ese movimiento tiene dos vertientes, la de Sun Yat-Sen y lo que va a ser la Revolución Mexicana, que son dos de las grandes revoluciones conducidas por dirigentes que venían sobre todo del campesinado y que abrazaban sobre todo las luchas de los campesinos contra el antiguo régimen y va a venir un planteamiento que trata de unir la lucha de los pueblos por su liberación con la lucha de los trabajadores, que es el proyecto de Lenin.

Ahora, ¿cómo ocurre el proceso de mediatización en los dos casos?: en el caso de los movimientos del nacionalismo revolucionario se va a dar un proceso por el cual los países hegemónicos, los países imperialistas, van a reconstruir las relaciones de tipo colonial a través de una experiencia en la que EE.UU. es pionero, que es la experiencia de la falsa independencia, en que el imperio domina a través de nativos a los que supuestamente eligen sus pueblos, en unas democracias de ficción, en unas democracias en que la representación no es una representación del pueblo sino es una representación teatral de la democracia. Parece como si el pueblo nombrara a esos gobernantes y el pueblo no tiene nada que hacer, ni en el nombramiento ni en la política que se sigue. Entonces viene un problema en las propias direcciones revolucionarias que iniciaron las luchas por la independencia o que hicieron la guerra de liberación y que va a surgir de las políticas clientelistas, y de caudillos, que derivan en el llamado populismo, que podríamos definir como gobiernos que tienen bases populares, pero que son particularmente autoritarios y que van a entrar también dentro de la historia de los procesos de acumulación, de tal modo que poco a poco los líderes, los dirigentes, la clase política como se le llama entre los politólogos, entre algunos politólogos, empieza a vincularse al capital monopólico e incluso muchos de los antiguos dirigentes se convierten en empresarios y en parte de las nuevas clases opresoras y explotadoras. Es la crisis que vemos aparecer en muchos países de América Latina, y que lleva a una crisis del populismo particularmente en los años 60, después de la Revolución Cubana, cuando empezaron a desprestigiarse muchos de estos regímenes populistas y se planteó la idea de una nueva revolución ya socialista.

Por su parte la historia del leninismo, que ya sabemos que derivó en problemas de mediatización muy serios, no solo por el autoritarismo de la burocracia que empezó a ser muy significativo en el conjunto de la vida de esos países, sino porque dentro de ese conjunto se hizo del propio pensamiento crítico que venía de Marx y de Engels e incluso de Lenin, un pensamiento oficial en el que más que ver un instrumento de reflexión y de crítica, se empezó a ver un instrumento que disciplinaba a la gente y la obligaba a pensar de una manera determinada. Y este dominio del pensamiento fue tan grave que realmente al terminar la experiencia histórica de la Unión Soviética, uno veía a un pueblo desarmado que no sabía para nada qué es lo que estaba ocurriendo y que de pronto pasó de creer que era socialista a creer que lo mejor era abrir el mercado, desmantelar el estado, hasta una situación verdaderamente dramática como es la que vive el pueblo, o viven los pueblos de la antigua Unión Soviética.

Entonces, ahí vemos que las tres revoluciones en el fondo son esfuerzos distintos por objetivos que son complementarios unos de otros, y muchas veces hemos cometido el error de pensar que la democracia es contraria al socialismo, y que la liberación necesariamente es nacionalista. Cuando esto no es así, aquí tenemos otra vez que recordar a Martí, que al plantear el problema de la liberación de Cuba recordó que Patria es humanidad.

E.U.G.: En la América Latina actual han resurgido importantes movimientos populares, el más reciente de todos es la explosión social que tuvo lugar en Bolivia, pero algunos incluso han llegado al gobierno, en Venezuela o en Brasil, por ejemplo, ¿cómo usted valora esta nueva relación de fuerzas en la construcción de un proceso revolucionario desde las bases? Quizás nos pueda ayudar también la experiencia de los zapatistas…

P.G.C.: Sí, está surgiendo este tipo de movimientos, creo que tenemos que ser más cautos al decir a dónde va la historia del mundo, porque realmente nos hemos equivocado varias veces, de una manera tan lamentable, que ahora me parece que debemos tener un poco más de modestia al hacer pronósticos, pero viendo un hecho que parece innegable y es que en el presente está ya parte del futuro, sí, me parece que hay distintos tipos de esfuerzos que se dan: uno, digamos, por aquellos que luchan en los partidos políticos y en procesos electorales y que llegan a los gobiernos con una correlación de fuerzas particularmente adversa a sus ofrecimientos de campaña, una correlación de fuerzas que constituye un freno para sus posibilidades de acción y que, a la postre, los debilita y hasta puede eventualmente llevarlos a crisis muy graves. Sería, digamos, el caso de Lula, que en este momento vemos cómo cierto tipo de ofrecimientos de campaña no los está cumpliendo, no siente tener la fuerza suficiente para hacerlo. Otra vertiente es, creo, la de Hugo Chávez y que logra vencer el golpe de la reacción y de la gente interesada en mantener los enormes privilegios que significa el neoliberalismo para todos ellos, vence ese intento de golpe y empieza a aumentar sus bases sociales, con reparto de la tierra, etcétera, y creo que si él continúa en esa línea las dificultades para sus enemigos de derrocarlo serán muy grandes y él marcará una nueva etapa de lo que anteriormente devino en regímenes populistas, pero que, ahora, eventualmente, con toda la experiencia anterior, si se democratizan, en el sentido de si se da fuerza todo el tiempo a las consultas que se le hacen al pueblo, si se toma en consideración sobre todo el interés de las mayorías, si se hace una política de educación general, o de pedagogía al estilo de Paulo Freyre, de leer para cambiar el mundo, yo creo que tiene muchas posibilidades de hacer una innovación en las formas de la resistencia ante una situación tan grave como la que vivimos y me parece que la izquierda de América Latina y del mundo está consciente de este papel, y a pesar de los peligros que pueda representar este tipo de planteamiento no podemos nosotros creer que la derivación populista sea la única que existe, puede complementarse todo este esfuerzo con un proceso de democratización.

En este sentido, con la definición que nosotros le damos a la democracia: un auténtico gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, como dijo Lincoln en una frase feliz, que es de las mejores, que expresa lo mejor del pueblo norteamericano. Porque si pensamos en serio que es un gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo entonces estamos completamente de acuerdo con esa democracia. En la medida en que este gobierno y otros movimientos semejantes vayan descansando más y más en las estructuras democráticas de gobierno —del pueblo, para el pueblo, con el pueblo—, y a ellas añadan las políticas que hemos visto que son necesarias de pluralismo ideológico, de diálogo, de no imponer una filosofía única, de no imponer un pensamiento único, de tener un respeto por las ideas de tipo religioso, y por la riqueza de la vida, pueden marcar un nuevo camino.

Pero yo creo que hay un tercer camino nuevo que sobre todo se desarrolla en el movimiento zapatista, me parece, creo que es el más avanzado en estos planteamientos nuevos y está vinculado a otros movimientos populares con características distintas; no podemos decir, por ejemplo, que el movimiento extraordinario que está realizando ahora el pueblo boliviano para que no le quiten las riquezas mínimas, las riquezas fundamentales de su país, tenga la articulación, la organización característica del nuevo movimiento zapatista, pero sí se inscribe dentro de los movimientos populares actuales, dentro del movimiento social en América Latina. Y yo creo que contribuciones de carácter —sin exagerar, no es porque yo sea mexicano— pero yo digo que de carácter mundial, como la de los zapatistas, hay pocas; hasta ahora se ha planteado la alternativa Reforma-Revolución y esa alternativa agotó una parte de sus posibilidades, porque, en las condiciones actuales, se podría decir que en muchas partes del mundo, se podría emplear aquella frase “no hay condiciones revolucionarias”, pues en este momento no solo hay que plantearse el problema de si hay o no condiciones revolucionarias, o si se acepta hacer reformas manteniendo la independencia y la autonomía de quien hace las reformas, sino que se está planteando el problema de construir una alternativa, un mundo alternativo.

La idea de la construcción de un mundo alternativo anda por todos lados, es una expresión que ya se está volviendo un lugar común, pero creo que donde adquiere características de una política muy creadora, con posibilidades de comprender no solo la articulación de los pueblos indios y los pueblos de origen colonial, que son los descendientes de aquellos que fueron colonizados por los españoles, por los franceses, etcétera, sino de muchas otras organizaciones, yo creo que el movimiento que representa esa posibilidad es el zapatismo. Y tiene características también muy originales en su manera de formular el discurso político y de usar el lenguaje. El discurso político del zapatismo no corresponde al discurso tradicional parlamentario o revolucionario, porque introduce factores de juego y de sentido del humor que no parecerían serios entre los revolucionarios tradicionales. En francés hay una expresión que se refiere al “espíritu de seriedad” excesivo de los comunistas franceses. En cambio aquí aparecen personajes como el viejo Antonio o como Durito, que es un escarabajo, que en realidad es una especie de Caballero Andante, y que interrumpen al líder y le dicen una serie de impertinencias, pero que hacen pensar de nuevo la historia de las luchas. Y, en el fondo, en el zapatismo hay a la vez una herencia de todos los movimientos revolucionarios anteriores y una innovación. Y esa innovación creo que consiste sobre todo en la construcción de un mundo alternativo y en empezar por hacer la democracia en las propias organizaciones, el socialismo como una forma de unión de hombres libres para decidir sobre la producción y la distribución del producto y la liberación como autonomía y como dignidad de hacer estos objetivos que se practican entre las fuerzas mismas que empiezan a gobernar, entre nosotros mismos, no nada más pedirles a los demás que hagan la democracia, pedirles que nos liberen, pedirles que hagan justicia social, sino que a nosotros mismos se nos plantea el problema de la justicia social, se nos plantea el problema de respetar la libertad y la dignidad de los demás, de respetar la autonomía de los demás, vamos a hacerlo, ¿no?, entonces es la creación de la alternativa desde antes de la toma del poder, y la toma del poder ya pasa a ocupar un lugar secundario, no porque deje de ser importante en el día de mañana construir un poder alternativo de tipo nacional, continental, global, sino porque el acento se pone en la construcción del propio poder de uno como un poder democrático, liberador, y no emplea mucho la palabra socialista, tal vez porque en ese momento cuando surgieron no era una palabra muy prestigiada con todo lo que estaba ocurriendo en el mundo, pero, obviamente, hablan de ella al referirse a los problemas de justicia, y al señalar los requerimientos mínimos a que debe obedecer un gobierno en relación con la población excluida, con la población que no tiene los elementos fundamentales que un hombre o una mujer pueden tener, o los niños pueden tener en el momento actual.

E.U.G.: Pablo, usted acaba de obtener el Premio Internacional José Martí que otorga la UNESCO y acaba de donar ese premio a los proyectos educacionales en Cuba. ¿Por qué hay que defender a Cuba?

P.G.C.: Mira, yo creo que la historia de Cuba dentro de la lucha por la democracia, por la liberación y por el socialismo, es la historia del país que más lejos ha llegado en el alcance de esas metas. El problema que ha vivido el pensamiento de izquierda, revolucionario, progresista, ha consistido en que, sabiendo que la dialéctica existe, que las contradicciones se dan en cualquier fenómeno humano, muchas veces ha querido pasar de golpe a la democracia perfecta, al socialismo perfecto y a la liberación perfecta y esto es imposible, es absolutamente imposible, quizás los ángeles puedan lograrlo, pero nosotros creo que no podemos lograrlo. Si nos fijamos muy objetivamente en los esfuerzos que ha hecho Cuba dentro de una situación de cerco, asedio, bloqueo, un país pequeño que no tenía prácticamente una industria, una infraestructura, que ha sido un requerimiento señalado por muchos de los clásicos y de los autores como base para lograr esos objetivos, entonces ha logrado un avance considerable, metas que ningún otro pueblo ha alcanzado y esto se confirmó cuando el socialismo de estado, cuando todas las experiencias que vivieron no solo la Unión Soviética, sino China y Yugoslavia, derivaron en crisis de aquel esfuerzo originalmente muy valioso, pero que fue mediatizado, mediado, y al final destruido por los sucesores de quienes iniciaron el proceso e incluso por algunos de los que participaron desde el principio en el proceso. Y en Cuba hubo algo distinto que nos explica por qué Cuba sigue después de la crisis de todos esos países, a pesar de que es un país pequeño, ¿cómo lo explicamos, no?

Y entonces sí aparece otro elemento nuevo, otro elemento muy importante, creo, en la historia del pensamiento humano, en que la contribución de José Martí es fundamental, en que se da uno cuenta de que José Martí debe ser reconocido como uno de los grandes teóricos del poder ético o del poder moral, que nos permite pensar en un mundo en que le pongamos un límite a nuestros intereses particulares, o de personas o de familias, o de amigos, o de coterráneos, siempre nos está presionando para que no nos limitemos a pensar en esos términos, sino para que pensemos de una manera más amplia. Bueno, hay muchos dirigentes del proceso revolucionario que le dan una gran importancia a Martí, porque le dan una gran importancia a la moral y porque le dan una gran importancia a ese amor por la libertad del país y de las personas que Martí representó. Y yo creo que esto hace de Cuba uno de los ejemplos no solo de las revoluciones anteriores, sino de las revoluciones que van a venir. Yo lo siento así, lo he vivido así siempre, vengo a este país casi una vez al año, por lo menos, desde 1960, y uno de los proyectos que más me impresionan es el proyecto pedagógico, ¿verdad?, que acompaña a todo el proceso de la Revolución Cubana.

Mi primera sorpresa fue explicarme por qué Fidel hablaba como se dice siete horas, hasta que por fin me di cuenta de que hablaba como seis o siete horas porque estaba enseñando a la gente a pensar cómo se toman decisiones, que eso es algo muy raro en los discursos políticos, porque en general le decimos a la gente a qué conclusión hemos llegado pero no le decimos por qué llegamos a esa conclusión, ni tampoco le decimos cuáles son las alternativas que se nos plantearon antes de tomar la decisión y si hacemos un discurso en el que pensamos decirle todo eso y además pensamos en decirles miren esto nos va a dar buenos resultados, pero no resuelve el problema completamente, sino que van a venir otros problemas, entonces nuestro discurso se alarga mucho. Y allí empecé a darme cuenta del carácter de pedagogía nacional, universal, que empezó en Cuba y ahora me da mucho gusto que hayan iniciado este proyecto de país-universidad, porque yo creo que en todos los países del mundo todos deben ser universitarios.

 

Octubre de 2003

 

Por la izquierda. Veintidós testimonios a contracorriente. Selección y prólogo de Enrique Ubieta Gómez. Ediciones ICAIC-Editorial José Martí, 2007

PABLO GONZÁLEZ CASANOVA (Toluca, México, 1922). Politólogo, historiador, antropólogo y sociólogo. Fue director de diferentes centros o facultades de estudios sociales de la UNAM, y rector entre 1970 y 1972. Autor, entre otros libros, de La democracia en México (1965).

ENRIQUE UBIETA GÓMEZ (La Habana, Cuba, 1958). Ensayista e investigador. Fue director del Centro de Estudios Martianos (1994—1999) y de la Cinemateca de Cuba (2002—2007). Fundó y dirigió la revista Contracorriente (1995—2004). Autor, entre otros libros, de Ensayos de identidad (1992), La utopía rearmada (2002) y Venezuela rebelde. Solidaridad contra dinero (2006).
 

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