Cleanel Ricardo - ahora.cu.- Cuentan que el proletariado europeo está ante el peligro inminente de perder la principal conquista laboral de los tiempos modernos, que resultó, sin dudas, la jornada de ocho horas. Si se concretan las actuales exigencias empresariales y gestiones ministeriales, de 44 horas de trabajo por semana, como ocurre en Cuba, deberá pasarse allá hasta más de 60. Sobran los comentarios.

Pero sucede que esta medida para sacar el límite a las energías de los seres humanos, independientemente de sexos y edades, no es la única que maneja el viejo continente en el camino hacia la solución de sus problemas con la fuerza de trabajo.

De acuerdo con reportes de prensa, el Consejo de Ministros de España acordó el año pasado proponer una reforma que permitiría aumentar, de forma “voluntaria” (novedad, en relación con estos procesos en el mundo entero), la edad de jubilación hasta los 70 años, para hombres y mujeres.

Con el ofrecimiento del dos por ciento por cada año que trabajen después de los 65, y tal vez sin restar un ápice al rigor laboral de siempre, el país ibérico pretende mantener en sus puestos a incontables ancianos, para quienes la vida iría dejando muy pocas cosas que hacer.

Según las propias fuentes, la Cámara Baja del Parlamento Alemán fue concluyente al aprobar, también en el año 2007, el aumento obligatorio de la edad de jubilación desde 65 hasta 67 años para ambos sexos. Sin que los trabajadores de ese país tengan como evitarlo o por lo menos discutirlo, a partir del 2012 comenzará el proceso hacia el cambio. Al final, regirá allí oficialmente la exigencia de mayor edad para la jubilación en el mundo.

Este asunto llega más lejos todavía, si se tiene en cuenta que durante los últimos 30 años muchos de los países desarrollados y hasta del Tercer Mundo, vienen enfrentando el envejecimiento poblacional con el abandono de su papel como garantes de la seguridad social.

Ante el hecho incuestionable de que, como consecuencia de los avances de la ciencia, el ser humano tiende a vivir más tiempo, por lo que crece la necesidad de dedicar recursos a muchas más personas improductivas, unas cuantas naciones, por ejemplo de América Latina, han respondido con la privatización de los sistemas de pensiones que alcanzó la clase obrera a través de sus luchas sociales y sindicales.

Cuba, que también presenta el mismo problema del envejecimiento poblacional, está buscando soluciones diferentes para mantener protegida a toda su población. Ya con una esperanza de vida de 77 años y la posibilidad real de que en el 2025 tenga un pensionado por cada 2,3 trabajadores en activo, el país no ha planeado privatizar la seguridad social ni adoptar políticas de choque en contra de sus hijos mayores.

Desde ahora se sabe que, como consecuencia de la disminución de la natalidad, Cuba puede llegar al año 2020 con más jubilados que arribantes a la edad laboral, pero nadie piensa aquí que por eso el Estado revolucionario retire el apoyo a uno solo de los sectores de su población. Es la marca que distingue a este país en su área geográfica y el mundo.

Es cierto que Cuba ha propuesto modificaciones a la Ley de Seguridad Social para resolver el problema de su fuerza laboral a largo plazo, pero eso se llevará a debate en los centros de trabajo. Los cambios, según convengan a todos, contarán con el consenso de la clase obrera.

Aquí, la lucha esencial es por el aumento de la productividad del trabajo, para crear las riquezas materiales que permitan una vida con decoro, sin distinciones de razas, edades, sexos o creencias religiosas. Y si, como se calcula, en el 2050 las personas mayores de 60 años llegaran a representar el 30 por ciento de la población cubana, el Socialismo tendría a mano nuevas respuestas para no comprometer el futuro.

Todo se haría sin un solo pretexto para mantener a los trabajadores en sus puestos hasta los 70 años, sin privatizar el sistema de pensiones y, desde luego, sin eliminar la histórica jornada laboral de ocho horas. La voluntad política puede lograr lo que bajo otros sistemas parecerían milagros. 

ndr: dibujo de Lacoste - Periodico Trabajadores