Juventud Rebelde.cu.- Quienes recibirán este 4 de abril condecoraciones estatales coincidieron en que para ser ejemplo basta querer y hacer las cosas bien, sin temerle al sacrificio.

Un joven emprendedor, esforzado, creativo, siempre chispeante de iniciativas. Soñador, pero con los pies bien puestos en la tierra, entusiasta, responsable hasta de su propio espíritu de transformación, intrépido, atrevido...

Este diario salió a diseñar el arquetipo de un paradigma joven en la sociedad cubana de hoy, y aunque con matices y diferencias puntuales, los anteriores son ingredientes que no podrían faltarle. Ese es el modelo palpable y concreto al que se aspira.

Y lo construyeron nada menos que los jóvenes que este 4 de abril recibirán indistintamente, en el acto nacional por el aniversario 46 de la UJC, la Orden Julio Antonio Mella y las medallas Abel Santamaría y José Antonio Echeverría, a propuesta del Buró Nacional de la organización juvenil y aprobadas por el Consejo de Estado.

Al encuentro de estos muchachos destacados, que muchas veces necesitan partirse en dos, como el trovador sugiriera, salió JR en una especial indagación.

Al dialogar con varios de ellos y conminarlos a guardar la modestia en el armario, manifiestan su conformidad con su condición de paradigmas; pero puntualizan a seguidas que no andan solos en esa cabeza de fila de los abanderados.

¿Seres corrientes?

«Tal vez la palabra paradigma, dicha así, a secas, nos toma un tanto por sorpresa; y por la fuerza de sus significados es que la sentimos como algo distante, inalcanzable o relacionada con otra persona», razona el dirigente político holguinero Fernando Andrés Mayo Caballero, seleccionado para recibir la Medalla Abel Santamaría.

Él piensa que hay distintos tipos de paradigmas, porque no es frecuente encontrar a una persona que encarne en sí misma todos los valores. Sin embargo, no duda de que un joven pueda llegar a convertirse en ejemplo, como trabajador, como estudiante, como madre y como amigo.

De hecho, está convencido de que hay muchos entre sus mismos compañeros. Lo que sucede es que no se trata de algo que uno se proponga, y tampoco se proclama. Es la gente, son las demás personas quienes los reconocen como tal. Eso deviene circunstancia indispensable, porque sería un fracaso que alguien se pusiera a alardear de ello.

Cree que serlo supone algo sencillo y difícil a la vez, y que somos muy exigentes con los paradigmas, sobre cómo deben ser, cómo deben comportarse o no, pero en el fondo lo primero es que deben ser seres de este mundo. Con dos brazos y buena dosis de voluntad.

En realidad solo son personas que quieren y hacen las cosas bien, en el momento y en la forma que son necesarias, en consecuencia con sus principios, sus ideales de cómo debe ser un joven en una sociedad como la nuestra, sin temerle a los baches ni al sacrificio.

Fernando siente que un estandarte posible sería el de una persona alegre, comprometida consigo misma y con los demás.

Algunos son modelo para los demás sin saberlo incluso, opina el cienfueguero Isce Tellería Abreus, a quien impondrán la Medalla Abel Santamaría.

Este ingeniero industrial sostiene que en su municipio de Cumanayagua existen ejemplos de compañeros destacados, aunque no siempre encauzan de una manera colectivamente útil las magníficas condiciones humanas y éticas que poseen para convertirse en paradigmas.

Sustenta su criterio en el hecho de que «a veces se nos escapan de nuestra órbita, sencillamente porque no profundizamos, no tocamos en la puerta de ellos, que podrían convertirse en nuevos modelos dentro de los colectivos estudiantiles o laborales».

Para atraerlos lo más importante es la motivación que debemos propiciarles, de manera que se sientan útiles a la Revolución y a la labor juvenil. Que trabajen en beneficio común, no particular. Y es lo que nos ha faltado: ese intercambio individualizado cotidiano, sostiene.

Los sondeados saben que cierto segmento de jóvenes piensa que resulta algo intangible, irrealizable o incluso utópico convertirse en líderes mediante su ejemplo y quehacer.

Aunque la vida demuestra que talentos naturales o labrados al calor de una buena causa solo necesitan la chispa que los prenda para erigirse como tales.

La habanera Ailemys Curbelo Valiente, desde su posición como timonel del Laboratorio de Genética Toxicológica, en el Centro Nacional Para la Producción de Animales de Laboratorio (CENPALAB), siente gozo por recibir la Medalla Abel Santamaría; sin embargo, cuando mira a su alrededor cree que como ella otros la merecen.

Con voz cauta y luego de pensarlo bien se reconoce como ejemplo imitable, porque la autoexigencia le ha permitido abrazar, tanto en su vida profesional como privada, el nacimiento de muchos sueños, que ha visto robustecer para bien propio y de la colectividad.

Ella y su equipo han evaluado el efecto que causan en el ADN diversos productos, de instituciones como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Instituto de Investigación de los Derivados de la Caña de Azúcar y Labiofam.

Ejemplares como el Bactibec, para combatir los focos del mosquito Aedes aegyptis, el Biorat, que mantiene a raya a los roedores, los biofertilizantes FitoMas-E y FitoMas-H y el anticuerpo monoclonal HR3 para el tratamiento del cáncer, le han robado el sueño hasta poder demostrar que son inocuos para los mamíferos y por tanto para el hombre.

«Trato de cumplir con cada una de las tareas que me asignan la UJC y la Revolución. Hace cuatro años dirijo a un grupo de jóvenes y militantes. Aunque tengo muchas obligaciones como investigadora y dirigente, dejo siempre un espacio para participar en eventos científicos, gracias a los cuales he alcanzando algunos premios y reconocimientos, entre estos el sello Forjadores del Futuro».

Alguien como la villaclareña Lislién Rodríguez Cárdenas (recibirá la Medalla José Antonio Echeverría) deduce que es posible, «sobre la base de saber el papel que nos corresponde en cada momento. No hacemos nada con desempeñarnos como excelentes estudiantes o profesionales si no sabemos ver con certeza de qué lado está el deber».

Sobre la posibilidad de que un joven se convierta en ejemplo para sus contemporáneos, Yosvany Bustamante Pérez de Corcho, quien será condecorado con la medalla Abel Santamaría, expresa que no es nada raro.

Yosvany es el secretario organizador del núcleo del Partido en la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Reinaldo Maning, en la localidad de Las Grullas, municipio de Florencia. Lo único que hay que hacer consiste, simplemente, en seguir las convicciones de uno y no faltarle a los principios, razona este compañero de Ciego de Ávila.

Él no tiene ninguna duda de que, a su misma imagen, se encuentran muchachos por ahí, quienes trabajan duro y son muy serios. Los ejemplos abundan, asegura.

Alguien que te enseñe a levantarte

Yosvany está firmemente convencido de que un joven con convicciones, donde primero se forma es en la familia. Los padres, los hermanos, la capacidad que tienen los mayores de ser ejemplo y de guiar es esencial, a su juicio. A él lo formó mucho su padre, un campesino trabajador, muy recto, que no admite dobleces. Lo otro que ayuda a configurar tu impronta en la existencia es la escuela, y especialmente los maestros, enfatiza.

«Yo soy campesino, pero me gradué como técnico agrónomo en el politécnico Iselín Arencibia, del poblado de Falla. Allí tenía un profesor guía "Raydel es su nombre, aunque no me acuerdo del apellido" que nos orientó mucho, se convirtió en ejemplo de cómo deben actuar las personas verdaderas en la vida, y ya tengo 35 años y dos hijos, y no lo he olvidado», evoca Yosvany.

Entroncada con su idea aparece una análoga de Fernando: «Los jóvenes necesitan de modo natural que alguien los oriente, porque no tenemos vivencias, no hemos tropezado ni nos hemos vuelto a levantar. Y a veces hace falta haberse equivocado y haber rectificado.

«Requieren del apoyo de esa persona que ha vivido más, y no es porque sean precisamente viejas, sino porque se vieron ya ante esa disyuntiva, y te diga, mira, lo verdaderamente bueno y noble es esto y no lo otro, por esto y aquello».

Este holguinero considera que, al salir a emprender algo, cada joven debería pensar también en quién se puede apoyar, pedir consejo, ayuda, ante una determinación que debe tomar. Y eso es lo que en muchos casos falta, por diferentes razones: porque no tiene un padre, un familiar, un buen compañero, un guía, que son esos paradigmas.

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