Malime - inSurGente .- El sábado 7 varías revistas en Internet reproducen la entrevista que le fue realizada a Atilio A. Buron por “Correio da Cidadanía” sobre el cincuentenario de la Revolución Cubana donde se destaca esta frase: ”Consolidada, la Revolución Cubana requiere romper con el inmovilismo social y burocrático”.
 
Tal vez, independientemente de la valoración y opinión que tengamos cada uno, de alguna forma se entra a debatir sobre el fondo problemático que atraviesa la revolución cubana, y que diera lugar a lo que dijo Fidel Castro en su discurso a los estudiantes cubanos el 17 de noviembre de 2005, “el peligro de la revolución cubana es interior”, lo que ha provocado que entre los defensores de la revolución cubana se atrevan a dar su opinión sobre ese peligro, aportando ideas y comentarios que induzcan a cómo contribuir a resolverlos.

“Allí pesa el papel de una burocracia que se ha conservatizado y que no está pensando en una alternativa “post-planificación centralizada”, … “¿qué hacer ante la irreversible obsolescencia del modelo de planificación ultracentralizada?”

Estas frases de Buron críticas con el burocratismo nos induce al comentario que seguidamente realizamos, y que hacemos desde nuestra particular interpretación en el uso del método de análisis basado en el materialismo-dialéctico-histórico.

Es evidente que si en la sociedad socialista seguimos dividiendo al ser humano en clase política y sociedad civil, esa frase crítica de Boron sobre la burocracia, tiene pleno sentido. Los mejores burócratas ascendidos a la cúspide del poder gracias al sufragio universal de la sociedad civil, depositando su papelillo en la “urna de cristal”, eligen a los mejor dotados con buenos sentimientos y voluntades, se piensa que ellos desde arriba, con sus dogmas de buena fe, nos llevarán al paraíso comunista, no necesitarán que los trabajadores se organicen como clase dominante de abajo arriba, ejerciendo de forma directa y permanente su responsabilidad político-administrativa. Desde ese idealismo filosófico no será necesario el control directo y permanente que defendía Lenin y atribuía debían ejercer los trabajadores.

El dios civilizado omnipresente en el atomizado mundo de los mortales, que se manifiesta a través de la gracia divina del sufragio universal, ya sea capitalista o socialista, da lugar a que se materialice en un espléndido representante del dios creador ya en la tierra del capitalismo y también del socialismo más burocrático, léase lo acontecido en la URSS. Alguno de los buenos salvadores incursos en la ANEC, siguiendo el ejemplo capitalista, se atreven a proclamar la competencia entre los cubanos organizados a través de cooperativas, cada cual más competitiva, para que desde ese postulado competitivo el desarrollo y la riqueza se multiplique.

No se dan cuenta que el ser humano es parte del complejo mundo material necesitado de vivir en solidaridad en vez de en competencia, no solo entre los seres humanos sino con el conjunto de la naturaleza, dado el desarrollo tecnológico puesto en sus manos y la influencia negativa que ejerce contra ella, y contra nosotros mismos como estamos viendo con el deterioro medio ambiental.

Se olvida o se desconoce lo que dijera Marx en su crítica al programa de Gotha, sobre el ser humano una vez liberado del trabajo enajenado capitalista, “el trabajo se convierte en su primera necesidad”. Al contrario del mundo capitalista, el trabajo deja de ser algo ajeno al trabajador, es una actividad creativa y solidaria en la generación de bienes sociales. El trabajo solidario se impone sobre la insolidaridad productiva capitalista. Ya, el producto de ese hacer individual y colectivo de todo bien generado, no le son ajenos sino propios.

Salvo falsas interpretaciones de citas de los grandes humanistas que fueron Marx, Engels y Lenin, en ningún momento propugnaron la competencia entre los trabajadores como fórmula de avance del socialismo al comunismo. En ninguno de sus escritos encontraremos esa necesidad competitiva entre los trabajadores. Si destacaron el estímulo solidario y productivo que les provocaría ser protagonistas de la nueva sociedad socialista.

Se confunde las citas que estos hacen sobre el desarrollo económico que dieron lugar a las diferentes fases de dominio, fundamentalmente cuando critican el mundo capitalista, donde la competencia fue motivo de desarrollo de ese mundo basado en la insolidaridad. Algunos economicistas en esa interpretación desarrollista-economicista consideran que es base indispensable para el cambio de sistema el que exista un alto grado de desarrollo capitalista, niegan la posibilidad del socialismo en países poco desarrollados. De nada les sirvió la experiencia histórica que supuso la revolución en el país más atrasado de Europa que era Rusia, o la más reciente acaecida en Cuba.   

Para romper con el social-burocratismo, no basta con centrar su crítica en el inmovilismo económico, en la falta de osadía economicista que permita un mayor desarrollismo basado en una mayor o menor descentralización económica que, como en la anarquía capitalista genere competencia, mayor productividad y más riqueza.

En el socialismo no burocrático, el centralismo y la descentralización son consustanciales, parte del todo dialéctico socialista, local y general, partes de esa gran pirámide asentada en una gran base solidaria. Contraria a la pirámide capitalista donde todo el pesado peso de la minoritaria clase burguesa, gracias al pueblo dominado y alienado desde la cúspide, recae sobre la gran peana popular. Ambos, el centralismo y la descentralización son partes del conjunto de un pueblo trabajador organizado como clase dominante de abajo arriba, escalón tras escalón local, regional, nacional, incluso internacional en esa solidaridad hasta llegar a la cúspide más elevada de la más amplia y humana pirámide mundial.

“No una república parlamentaria volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás, sino una república de los Soviets de diputados obreros, obreros agrícolas y campesinos en todo el país, de abajo arriba”.[1]

“La dificultad principal de la revolución proletaria..., el sistema más preciso de cálculo y control, de control obrero sobre la producción y distribución de productos”.[2]

En estas sintéticas frases es evidente la confianza de Lenin en los trabajadores organizados como clase dominante de abajo arriba, ejerciendo el control político y productivo, la unidad del ser humano liberado del trabajo enajenado capitalista, actuando en esa unidad dialéctica del ser creativo que somos todos los trabajadores. No una república parlamentaria basada en el llamado sufragio universal, como fue en lo que finalmente se convirtió la URSS gracias al burocratismo institucionalizado, donde el PCUS sustituyó al Soviet. Era él, como partido mayoritario, el elegido para las tareas de gobierno, el que imponía los directores de fábrica, el que impidió que los trabajadores se organizasen en esa unidad dialéctica político-productiva eligiendo el soviet de fábrica, y sus delegados a los diferentes órganos de poder superior, tanto productivo como administrativo-político, hasta llegar a la cúspide gubernativa de la gran pirámide socialista.

Si existiese esa democracia directa que propugnaba Lenin, es evidente que podrían elevarse de abajo arriba los problemas generales, lo que permitiría, desde los bienes disponibles, ejercer un centralismo verdaderamente democrático, al mismo tiempo que se ejerce una descentralización, y una vez establecida la disponibilidad de bienes cubrir las necesidades básicas y más generales, se posibilitaría la descentralización, la administración local y fabril, ejerciendo desde abajo el poder planificar en su ámbito de poder local los recursos disponibles con los que atender sus necesidades particulares, al mismo tiempo ejercer el control local, revocando en todo momento a los cargos electos locales y los elegidos a los niveles superiores de gestión. Como en La Comuna de París donde todos los cargos electos serían controlados y podrían ser revocados en todo momento. La Comuna no necesitaba de unos aparentes poderes independientes como nos presentan en el capitalismo, legislaba y ejecutaba, al mismo tiempo ejercía el poder judicial y reprimía las acciones antisociales.   

Digamos finalmente, centralismo democrático y democracia directa de abajo arriba, controlando permanentemente, son sinónimos de aquella sintética frase tan defendida por Marx, Engels y Lenin y olvidada o desconocida por muchos de los que se consideran defensores de esa filosofía: “El proletariado organizado como clase dominante”, como necesidad alternativa de los oprimidos al Estado burgués, basado en el falso sufragio universal y su falsa división de poderes, legislativo, ejecutivo, judicial, más el llamado cuarto poder, con el que alienan y mantienen sumisa y confundida a la gran mayoría social trabajadora.
 
No podemos olvidar que la burguesía al ser una clase social minoritaria necesita de un gran aparato burocrático estatal, y en la actual fase de desarrollo imperialista, internacional, gestionado por profesionales de la política a los que subvenciona y promociona para que gestionen sus intereses.

El ser humano, en un sistema basado en la desigualdad económica, en los llamados “Estados de Derecho” desde su formulación republicana o monárquica dadas las repercusiones educativas y culturales que ello genera, nunca será libre. En el socialismo, se dará un paso gigantesco al acabar con el capitalismo, pero solo en su desarrollo, cuando todos los trabajadores se integren en ese proceso natural y participativo abierto de abajo arriba, comunal, soviético o como se quiera denominar, la libertad será objetiva y ejercida conscientemente hasta llegar a su plenitud en la fase comunista, donde desaparece cualquier manifestación de desigualdad, sobre todo por las que actualmente se manifiestan entre el trabajo manual e intelectual.

Aprendamos de lo positivo y lo negativo de la historia para evitar cometer los errores históricos y avanzar hacia la utopía comunista.
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