Granma.- Luis M. Buch Rodríguez fue testigo excepcional de los primeros pasos de la formación del Gobierno Revolucionario. Destacado abogado y revolucionario, combatiente de la Generación del 30, Luis asumió el 3 de enero de 1959 el cargo de Ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros. En esta oportunidad, por su trascendencia, Granma reproduce uno de los fragmentos de su libro Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos, donde relata detalles sobre el momento en que Fidel asume el cargo de Primer Ministro.


En la madrugada del 16 de febrero, Fidel llamó por teléfono y me citó para el hotel Habana Hilton (hoy Habana Libre). Allí planteó que debía hablar con Miró para informarle que él se haría cargo del Premierato a las 6:00 p.m. Preguntó "¿Tengo que quitarme el uniforme?" Le contesté: "Bueno, Fidel, no sé; pero fíjate en las opiniones que priman en América sobre los militares como jefes de gobierno". A lo que replicó: "¡Ah, no, no; este uniforme y estas barbas significan la rebeldía de la Sierra Maestra y de nuestra Revolución, y no me las quito de ningún modo, búsquense otro Primer Ministro!" Entonces le dije que en relación con el uniforme no había ninguna dificultad, pues por decreto presidencial se podría autorizar a los miembros del Ejército Rebelde que vistieran el uniforme verde olivo con las insignias de sus grados. Pregunté cómo se efectuaría la ceremonia y rápidamente respondió: "Eso de ceremonia es asunto tuyo, yo no me meto en eso, solo sé que a las 6:00 p.m. estaré en Palacio para tomar posesión".

Al despuntar el alba fui a la casa de Miró y lo puse al corriente de mi conversación con Fidel.

El acto fue transmitido por la radio y la televisión. De la intervención de Fidel extraigo estos fragmentos:

Paradójicamente, en los instantes en que recibo este honor de ponerme al frente del Consejo de Ministros no experimento sino una honda preocupación por la responsabilidad que se ha puesto sobre mis hombros, por la seriedad y la devoción que siempre he puesto en el cumplimiento de mi deber.

De cuantas tareas he tenido que realizar en mi vida, ninguna considero tan preñada de obstáculos, ninguna considero tan dura de llevar adelante, porque estoy consciente de todas las dificultades, estoy consciente de todos los obstáculos.

Fidel aclaró que esa tarea no fue escogida por él, sino que se la habían asignado y significaba "un profundo concepto de la necesidad de sacrificarse por el país". Más adelante afirmó:

Estaré aquí mientras cuente con la confianza del Presidente de la República y mientras cuente con las facultades necesarias para asumir la responsabilidad de la tarea que se me ha impuesto. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la República —que es el Presidente— lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil.

Está de más reafirmar mi respeto por la jerarquía, mi ausencia de ambiciones personales, mi lealtad a los principios, mi firme y profunda convicción democrática.

Aprovechó la oportunidad para manifestar a los trabajadores y campesinos que el Gobierno no los olvidaría. La Ley de Reforma Agraria que se estaba confeccionando sería realidad dentro de poco tiempo y sus postulados eran más radicales que los contemplados en la Ley promulgada en la Sierra Maestra.

También señaló los obstáculos que en lo adelante se presentarían y destacó que a pesar de los errores que la Revolución pudiera cometer, el propósito permanente era de superación y rectificación. Según él, lo que no se debería admitir nunca era la negación de los principios por los cuales se había luchado. A continuación rememoró:

Bien recuerdo el día en que tuve la noticia de la fuga del tirano, la convicción completa de que la guerra había concluido. En medio de la natural alegría de todos los cubanos, me preocupaba pensar que aquella escuela que había producido tantos hombres formidables, aquella lucha llena de sacrificio que había producido hombres tan ejemplares, había clausurado su curso. En lo adelante sería muy difícil distinguir el bueno y el malo, porque solo allá en aquella escuela, en el fragor de la lucha, es posible distinguir quién sirve de quién no sirve; quién es un hombre valioso y quién un farsante; quién un interesado y quién un idealista; quién un sincero o quién un hipócrita consumado.

Porque luchar en las altas montañas, con el frío, con el hambre y con el enemigo en acecho, no es lo mismo que sentarse cómodamente en un despacho y empezar una función de carácter administrativo, sin haber conocido jamás el sacrificio. Y me preocupaba lo que podrían perder nuestros hombres en ese proceso. Y me preocupaba grandemente que el espíritu revolucionario y el espíritu de sacrificio no decaigan.

Destacó que el futuro no sería fácil, y expresó:

El pueblo tiene que estar muy consciente de que el camino es difícil, que el camino es largo, que el camino es fatigoso, que tenemos que sudar mucho la camisa luchando. Y que no solamente hay que tener esa idea presente, sino que hay que estar siempre alerta y no dejar que el entusiasmo muera.

Terminando el acto, el Consejo de Ministros se reunió en sesión extraordinaria. En el Acta de ese día se plasmó que el presidente Urrutia había aceptado la renuncia de José Miró Cardona, como primer ministro, y que, para sustituirlo, quedaba designado el doctor Fidel Castro Ruz, quien después de haber jurado y tomado posesión del cargo asistía a esa sesión. Urrutia subrayó la importancia de este hecho para la historia política de Cuba, pues conforme a la Ley Fundamental —modificada y aprobada por el Consejo de Ministros—, quien desempeñara esa función asumía la política general del Gobierno.

Tras expresar a Urrutia su gratitud por el honor que le había conferido, Fidel destacó que esa prueba de confianza implicaba la tarea más ardua que se le hubiera asignado en la vida, pero había aceptado porque creía sinceramente que era necesario sacrificarse por el país. Como hombre cabal, siempre había afrontado con resolución las dificultades.

Dirigiéndose a Urrutia, le planteó que a partir de esa reunión haría uso de las facultades que le confería el artículo 146 de la Ley Fundamental, y en tal virtud, comenzaría a presidir el Consejo de Ministros. Los proyectos de leyes le serían enviados a través del Secretario del Consejo para que, dentro del término de 10 días, los promulgara. En el caso de que existieran objeciones, por ese mismo conducto los devolvería para que fueran nuevamente considerados, y si las dos terceras partes del número total de los integrantes del Consejo votaban a favor del proyecto original, este se convertiría en ley.

Urrutia abandonó el Salón del Consejo de Ministros encolerizado. Al levantarse del asiento, todos nos pusimos de pie. Enrique Oltuski y Manuel Ray lo acompañaron por el pasillo que comunicaba el salón con el despacho del Presidente, donde estaba la escalera secreta que conducía al tercer piso. Yo me había quedado en el salón, y Fidel me dijo: "¿Y tú qué haces aquí? Acompaña al Presidente".

Para la cerradura de la puerta secreta solo había dos llaves, una estaba en poder de Urrutia y la otra la conservaba yo. Él, excitado, buscaba la suya en los bolsillos y no la hallaba. Abrí la puerta con la mía y le pregunté si quería que lo acompañara. Me contestó: "A mí nadie tiene que acompañarme", y subió rápidamente la escalera.

Oltuski, Ray y yo nos reintegramos al Consejo de Ministros, que continuó sesionando presidido por Fidel, quien manifestó que él no había adelantado los puntos del programa a ejecutar. Según su opinión, las medidas se debían aplicar después de realizar los estudios previos necesarios, sin violentar el orden de prelación.

Fidel declaró, de modo terminante, que los niños tendrían ciudades escolares; cientos de miles de campesinos disfrutarían de viviendas higiénicas y se convertirían en pequeños propietarios rurales a través de la Reforma Agraria y la abolición del latifundio; se erradicaría la usura en la venta de muebles a plazos, el financiamiento para la adquisición de automóviles y los préstamos personales; se rebajarían sustancialmente los alquileres de las casas; el pueblo tendría libre acceso a las playas; Cuba dispondría, en realidad, de una marina mercante; en cinco años se invertirían 1 000 millones de pesos en la construcción de viviendas; 2 000 millones en nuevas industrias; y los trabajadores que habían aplazado sus demandas para salvar la zafra, para consolidar la Revolución, recibirían el fruto de su sacrificio.

También subrayó que era menester sanear la administración pública, hacerla más eficiente rescatando el prestigio del Estado. Deberían integrarla, mientras actuasen bien, hombres de capacidad, de méritos revolucionarios. Para comenzar, suprimiría los "Gastos de Representación" asignados a los ministros, pues ellos recibían salarios altos con los que podían cubrir todas sus necesidades. Decía: "Nosotros vamos a ganar menos y no vamos a robar. Vamos a demostrar que la honradez no es cuestión de necesidad más o menos, sino que es cuestión de convicción".

Más adelante, destacó que con las medidas antes expuestas y la implementación de las reformas arancelaria y fiscal, la campaña para que se consumieran artículos del país, y cuantas más fueran necesarias aplicar —todas dentro del respeto más estricto a las libertades humanas— aumentaría notablemente la producción agrícola, se duplicaría la capacidad de consumo de la población campesina y Cuba borraría su pavorosa cifra de desempleo crónico, logrando para el pueblo un nivel de vida superior al de cualquier otra nación.

El Primer Ministro terminó diciendo que sabía que el fracaso de la Revolución sería la guerra civil, pero contaba con el respaldo del pueblo —al que nunca defraudaría—, con el consejo del señor Presidente y la entusiasta y capaz colaboración de sus compañeros de Gabinete. Ellos, a su vez, podían tener la convicción de que a él jamás le faltarían la buena fe, la honradez, la decisión, la ecuanimidad y la plena conciencia de sus deberes, que cumpliría con una conducta intachable, como correspondía a un revolucionario por vocación.

Al hacer un análisis sobre los proyectos de leyes, Fidel expuso que se le habían pedido al país sacrificios para consolidar la Revolución. Si bien era cierto que el pago de sueldos remunerativos a los funcionarios públicos era una política correcta del Estado, la honradez de los gobernantes dependería fundamentalmente de la convicción y el espíritu de sacrificio que ellos poseyeran. En tal sentido, presentó un proyecto de ley aprobado en el Consejo, por el que se suspenderían —a partir de marzo de 1959— las asignaciones y el cobro de estas consignadas en los "Gastos de Representación" de todos los miembros del Gabinete, en los presupuestos generales del Estado para cada ejercicio fiscal en vigor, ordinario y extraordinario.

Se aprobó un proyecto de ley por el que se suprimiría total y definitivamente la Renta de la Lotería Nacional, de tan triste historia de peculado y corrupción, y se crearía en su lugar un organismo autónomo, denominado Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV), con los objetivos de ahorrarle al pueblo lo que perdía en el juego e invertir los fondos que se pudieran allegar para la solución del problema de la vivienda en nuestro país. Con esta medida se hizo posible que las capas medias y humildes alcanzaran también los beneficios de las actividades crediticias.

En esa misma sesión del 16 de febrero se aprobaron otros proyectos de leyes y disposiciones. Ejemplos de ellos fueron: la creación de la Oficina de Fomento Marítimo y la modificación de la Ley Decreto No. 1891 —de 21 de enero de 1955—, por la cual se había creado el Instituto Nacional de la Pesca como institución autónoma, con el traspaso al Ministerio de la Defensa Nacional de todas las facultades y atribuciones que tenía sobre ese Instituto el Ministerio de Agricultura; se aprobó la disposición de que no podría ser cesanteado ningún miembro de la administración civil y de las instituciones paraestatales u organismos autónomos, salvo excepciones; se suspendió por el término de 180 días la aplicación del inciso 1 contemplado en el artículo 61 del Decreto No. 789, de 1938, que autorizaba el despido de los patrones a los trabajadores por motivo de reducción de gastos de las empresas. También se ordenó la restitución al trabajo de los obreros despedidos.

Además, se aprobó un proyecto de decreto por el que se autorizaba el otorgamiento de licencias a los miembros del Ejército Rebelde que se encontraban desempeñando cargos públicos, para que pudieran vestir el uniforme verde olivo y usar las insignias y distintivos correspondientes a sus grados militares. Se aprobó un proyecto de ley para dejar de aplicar el Acuerdo Ley No. 37, de 1958, que extendía al ejercicio fiscal de 1958-1959 la contribución de medio día de haber para la creación de un monumento al lugarteniente general Antonio Maceo y Grajales. Monumento el cual —no obstante haber cobrado la tiranía esa contribución en el año fiscal de 1957-1958— no se había iniciado el proyecto. Los politicastros, en sus robos, no respetaban la memoria de los héroes de la Patria.

Por último, fue aprobado un proyecto de ley por el cual se ampliaría el crédito presupuestario para la Comisión Nacional de Deportes, afectando en igual suma el presupuesto de la inoperante Cámara de Representantes.

De esta forma terminó la primera sesión del Consejo de Ministros presidida por el Jefe de la Revolución.
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