Howell Llewellyn – Cubainformación.- Gracias pero no, gracias. Ésta ha sido la respuesta de Cuba a la histórica decisión tomada por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el 3 de junio de 2009, de derogar la exclusión de la Isla de dicha organización, un veto que data del año 1962.

Texto publicado en Cubainformación en papel nº 10 - Verano 2009


“Gracias”, por haber revocado casi medio siglo de seguimiento a la política norteamericana hacia Cuba, y por reconocer la incongruencia de llamarse una “organización de estados americanos” sin Cuba. Y “No, gracias”, precisamente por haber sido en la práctica un tipo de club privado al servicio de las presiones de EEUU.  La decisión tomada en San Pedro Sula (Honduras) por los 34 estados miembros de la OEA –Estados Unidos incluido– parecía imposible horas antes. Utilizando sus conceptos de democracia y libertad, EEUU y algún otro país aliado querían ver cambios en Cuba que equivaldrían al desmantelamiento de la Revolución, antes de dar señales de readmitir a Cuba en la OEA. 

La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, había dicho claro una semana antes: “Si Cuba no desea atenerse a los mandatos [de la Carta Democrática], no veo cómo podría ser parte de la OEA, y yo ciertamente no voy a apoyar de ninguna manera un intento para admitirla”.

Desde luego, el hecho de que EEUU se conforme, contra todo pronóstico, con derogar la resolución de 1962, seguido por el rechazo fulminante de Cuba a reingresar en la organización –a pesar del apoyo de países aliados como Venezuela, Bolivia y Ecuador–, nos dibuja la complejidad del momento histórico que vive Cuba y toda la región.

Hay dos razones para el rechazo cubano: una nos remite a la historia, la otra a la actualidad. Como dijo Fidel Castro en una de sus reflexiones días antes de la reunión, la OEA “apoyó el neoliberalismo, el narcotráfico, las bases militares… la OEA debiera saber que hace rato no formamos parte de esa iglesia ni compartimos su catecismo”. Para Fidel, la OEA ha sido desde sus inicios “cómplice de todos los crímenes contra Cuba”.

Sin embargo, Cuba aplaudió la nueva decisión de la OEA. Una declaración del Gobierno Revolucionario, publicada en «Granma» el 8 de junio, habla del “acto de peculiar significado histórico [que] da sepultura formal a la vergonzosa resolución” de 1962, descrita como “infame e ilegal”. El acto “constituye un desacato incuestionable a la política seguida por Estados Unidos contra Cuba desde 1959”.

La declaración añade que “Cuba acoge con satisfacción esta expresión de soberanía y civismo”, pero, “Cuba, sin embargo, ratifica una vez más que no regresará a la OEA”. Explica que la OEA “ha desempeñado un activo papel a favor de la hostilidad de Washington contra Cuba. Oficializó el bloqueo económico… se trata de una organización con un papel y una trayectoria que Cuba repudia”.

Y para aclarar cualquier duda, concluye: “Cuba comparte valores que son contrarios a los del capitalismo neoliberal y egoísta que promueve la OEA, y se siente con el derecho y la autoridad para decir no a la idea de incorporarse a un organismo en el que todavía Estados Unidos ejerce un control opresivo”.
Esto apunta al segundo motivo más actual por el cual Cuba rechaza ser socio del club OEA. La nueva decisión deroga la otra de 1962, pero también establece “que la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la OEA”.

Para algunos, estas prácticas, propósitos y principios son las mismas reglas democráticas impuestas por EEUU cuando se fundó la OEA en 1947 (y que luego aceptó sin problema como socios al Paraguay de Alfredo Stroessner o a la misma Cuba pre-revolucionaria del dictator Fulgencio Batista). O sea, rendirse al modelo occidental de democracia capitalista, y desmantelar el sistema socialista. No gracias, mil veces no gracias.

Menos de una semana antes de San Pedro Sula, EEUU dijo que Cuba había aceptado su invitación a reanudar las negociaciones sobre asuntos migratorios y establecer un servicio postal directo, evitando la práctica de muchos años de enviar el correo entre EEUU y Cuba a través de terceros países.
Se dio a entender que las conversaciones podrían extenderse a otros asuntos de interés común, cmo la lucha contra el narcotráfico y la asistencia mutua en casos de catástrofes naturales. Se supone que ahora EEUU sí aceptaría la ayuda de médicos cubanos si sufriera otro fenómeno tipo Katrina.

Esta postura de Washington de aceptar negociaciones menores sin un reconocimiento formal de una Cuba que se niega a realizar los cambios estructurales exigidos por Occidente, tal vez explica la inclusión de la 2ª cláusula en la nueva resolución.

Lo paradójico es que un reconocimiento a medias así, con negociaciones también sobre seguridad regional e intercambios académicos y culturales, viene muy bien a Cuba. Será un proceso de normalización con EEUU, sin amenazar las piedras angulares de la Revolución, y que podría ser un camino lento pero seguro hacia un levantamiento del bloqueo.

Con las pretensiones de EEUU contenidas, podemos ver el significado para Cuba de la decisión de la OEA. El Presidente del país anfitrión, Manuel Zelaya, lo dejó bien claro: “Le digo al Comandante Fidel Castro: hoy la historia lo absolvió. (...) La Guerra Fría ha terminado”.

“Hoy la OEA hizo historia; hoy la OEA empezó a escribir una nueva historia”, afirmó el canciller boliviano David Choquehuanca el 3 de junio.
Pero muchos no olvidan la naturaleza ideológica de la expulsión original impuesta por Washington nueve meses después de que Fidel declarara el carácter socialista de la Revolución, el 16 de abril de 1961. Cuba fue expulsada de la OEA por abrazar una ideología marxista–leninista y “alinearse con el bloque chino–soviético”. Fidel dijo en aquel momento: “No pueden perdonarnos que hayamos hecho una revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos”.
Por eso, el presentador Randy Alonso leyó en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana una nota oficial el mismo día: “Cuba no ha pedido ni quiere regresar a la OEA, una organización llena de una historia tenebrosa y entreguista”.
A Fidel le agradaría la idea lanzada por Rafael Correa de Ecuador,  partidario de finiquitar la OEA y crear otra organización de Estados latinoamericanos sin la injerencia de Washington.
Por eso escuchamos reacciones como esta de dos congresistas ultraderechistas de Florida después de la derogación de la expulsión de Cuba: “Hoy hemos visto la absoluta incompetencia diplomática de la administración Obama, y su apaciguamiento sin restricción ante los enemigos de Estados Unidos”, dijeron Lincoln y Mario Diaz–Balart en una declaración conjunta.

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