Felipa Suárez y Anabel Mieres - Trabajadores.- A Paulina Pedroso debemos los cubanos el haber tenido un autor intelectual del asalto al cuartel Moncada.
“A Paulina Pedroso debemos los cubanos el haber tenido un autor intelectual del asalto al cuartel Moncada”, afirma la Doctora Josefina Toledo Benedit, autora del libro La madre negra de Martí, premio biografía del Concurso 26 de Julio de las FAR del 2008, que la Casa Editorial Verde Olivo presentará en la XIX Feria del Libro.
¿Quién fue esa mujer, prácticamente desconocida, que puede ser considerada como la segunda madre de nuestro Héroe Nacional?
“Una cubana, hija de esclavos carabalíes y por tanto igualmente esclava. Sus padres, Germán y María, habían sido comprados por Juan Hernández, de ahí que sus apellidos reales fueran Hernández Hernández, y el de Pedroso le llegara por su esposo Ruperto, de idéntica condición social”, explica la doctora Toledo Benedit, quien dedicó más de 20 años a una investigación que le ha permitido sacar del olvido a esta significativa patriota.
Señala que en 1888 Ruperto y Paulina, ya casados, pasaron a Cayo Hueso en condiciones de manumisión —debían pagar puntualmente una cantidad a los Hernández—. Transcurridos pocos meses escaparon hacia Tampa, donde conocieron a Martí, el 26 de noviembre de 1891, durante su primera visita a esa ciudad.
¿Por qué la madre negra de Martí?
“Por llevar adelante su proyecto revolucionario, organizar la guerra que calificó de necesaria y fundar el Partido Revolucionario Cubano, José Martí fue objeto de la tenaz hostilidad y vigilancia de las autoridades españolas en Estados Unidos. De ello se encargó la Pinkerton, una agencia estadounidense de espionaje, uno de cuyos miembros intentó asesinarlo mediante el envenenamiento de uno de los platos servidos en una cena pública organizada en su honor, en Tampa.
“Todos sabemos que Martí tenía una constitución física realmente endeble, que salió del presidio político con la salud muy resquebrajada, y solo su voluntad de luchar, de poner su vida y talento al servicio de la independencia de Cuba, le permitían sobreponerse a las dolencias físicas.
“Martí pudo sobrevivir apunta la investigadora gracias a la atención del médico Miguel Barbarrosa Márquez, cubano, y los constantes cuidados proporcionados por Paulina”.
¿Cómo se insertó Paulina en la labor unitaria de Martí?
“Como factor de unión entre los negros, pero también entre los blancos, pues los emigrados revolucionarios cubanos que llegaban a Tampa con muy pocos recursos, incluso los muy ricos, preferían alojarse en su casa de huéspedes, donde se sentían seguros”.
¿Hasta dónde llegó su entrega y la de su esposo a la causa proclamada por Martí?
“Esa entrega fue absoluta, integral. Después del desastre de la Fernandina, Martí se sintió verdaderamente desesperado por la pérdida de la mayor parte de los recursos destinados a iniciar la guerra, que no podía ser retardado, y el matrimonio no dudó en hipotecar la casa de huéspedes, su único medio de subsistencia, para entregarle a Martí todo el dinero obtenido por esa vía.
“Muerto el Apóstol y frustrada la independencia con la imposición de una república neocolonial, los gobernantes cubanos la dejaron morir en medio de una total miseria. El 26 de enero de 1906, después de múltiples discusiones, el Senado aprobó un mísero donativo —no pensión— de 3 mil pesos para la fiel patriota, lo cual contrasta con los 25 mil dólares aprobados por la Cámara de Representantes como regalo de boda para la hija del presidente Theodore Roosevelt.
“Paulina solo pudo subsistir hasta el 21 de mayo de 1913, gracias al apoyo de sus compañeros de la emigración revolucionaria, quienes por petición de ella colocaron en su ataúd una foto que Martí le envió con la siguiente dedicatoria: ‘A Paulina, mi madre negra’”.
