Andrés Marí - Kaos en la Red.- __Desgraciado el país que no tiene héroes

__No. Desgraciado el país que necesita héroes

Hace muchos, muchos años, Vicente Revuelta, Julio Rodríguez y yo estuvimos ensayando en la Casa de Línea, durante más de 6 meses y casi todos los días, el cuadro XIV de la pieza teatral Galileo Galilei, de Bertold Brecht. Las últimas frases entre el alumno y el maestro todavía permanecen sin respuesta en mi conciencia. Tanto la de uno como la del otro conservan la más amplia vigencia más allá de la situación en que se dijeron. Eran los turbulentos años del llamado “quinquenio o decenio gris” de la Cultura Cubana. La inmensa mayoría de los artistas y escritores de la isla no entendíamos qué estaba pasando entre nuestra querida Revolución y nosotros.


Recién acababa de desatarse una feroz cacería de homosexuales. El panorama era desolador. En el escenario del Grupo Teatro-Estudio, mi Gran Compañía, se exhibía “Caminando y Cantando”, un collage de poemas y canciones revolucionarias preparado per el risueño salvadoreño Roque Dalton. Poco a poco iban cayendo actores y actrices bajo el rótulo de “parametrados” por no reunir las condiciones para trabajar en un organismo de la superestructura. Del miedo inicial se pasó a la rabia. De ahí al combate. Y ganamos la partida. Todos los expulsados retornaron a sus tareas habituales. Pero en el ambiente quedó el susto, la amargura de la incomprensión, ¿podría repetirse aquello? Aunque no fuera por lo mismo todos pensamos que sí. ¿La desmedida censura podría ser una nueva persecución? Sí. ¿A una obra de Brecht? Sí. Pero otra vez ganamos y las duras palabras del dramaturgo alemán celebraron el 20 aniversario de la creación del inolvidable Grupo Teatro-Estudio.

Yo era tan joven que apenas pude concientizar que la Cultura y sus manifestaciones artísticas eran las más sutiles manifestaciones de la Política, mucho más allá del placer con la profesión y la exaltación de la libertad creativa. Ser artista en un país convulsionado por una Revolución tan hermosa como la cubana obligaba a recorrer las vías de mayor complejidad social y humana. Sí, había que ser valiente y hasta rozar los laureles de los héroes, aunque no nos gustara la talla ni estuviéramos dispuestos a asumirla. Pero la realidad, la eterna realidad de todas las generaciones, imponía una coherencia. Y la inmensa mayoría supimos ser los empecinados abanderados de los principios con que nos identificamos. Es un gran orgullo recordar aquellos tiempos y a muchos compañeros y compañeras de lucha. Ni nos dejamos aplastar ni nos dejamos quitar las ideas adquiridas. Luchamos contra los errores y meteduras de patas de algunos acompañantes del genial proceso revolucionario. Fuimos más comprensivos con ellos, los disculpamos y seguimos la marcha. Los equivocados pasaron a otros trabajos.

Hace 4 años, más o menos, a alguien se le ocurrió homenajear, por “la impronta que dejaron en la Cultura Cubana”, a algunos de aquellos que nos entristecieron. Y volvimos a saltar con la mayor furia del mundo. Ya no éramos tan jóvenes, pero ya éramos más conscientes. Por las nuevas generaciones de artistas había que impedir que los sufrimientos del pasado volvieran a instalarse. Una abarrotada asamblea en la Casa de las Américas inició un gran debate nacional que ya se hacía impostergable para la salud del país. Se trataba de nuestra Revolución, de nuestra muy querida Revolución, y esa teníamos que defenderla con los dientes.

Es lo que seguimos haciendo, porque, aunque alguien piense, y acaso con algún derecho, que los tiempos de la pasión han terminado, para nosotros, los sesentones, eso no existe. Y lo recordaremos cuántas veces sea necesario: no hemos vivido 52 años de “mentiras, engaños y mierdas”, no, no es verdad, hemos transitado por 52 difíciles años, y nunca se es tan humano como cuando se asume la parte que a cada cual le toca y en ella hace lo que tiene que hacer. Realmente es un verdadero privilegio participar en las luchas revolucionarias por Un Mundo Mejor que los cubanos hemos tenido. ¿Quién es el ingenuo que concluyó que tal participación la tendríamos servida en bandeja de plata? Pero si es todo lo contrario. Nuestra bandeja es de puro barro y con numerosas grietas. No obstante, es la nuestra, donde vibra el pueblo para el cual actuamos y el que, quiérase o no, espera de nosotros, jóvenes y viejos, la máxima consecuencia con nuestra historia. Ese pueblo confía en su Cultura y en sus artistas. Si, por esos azares de la ingenuidad donde algunos están posicionándose, se cobija a la contrarrevolución, el pueblo no los perdonará cuando lo lleven al verdadero precipicio, que no es más que la vuelta a los años anteriores a 1959.

Aunque la actualidad sea más compleja que nunca y nuestras luchas puedan adquirir ribetes de dudas inmensas, la Revolución es el suceso más indudable de una Cuba libre, soberana y digna para todos. ¿Puede alguien pensar que sólo es un artista y que su Arte está por encima de todas las cosas? Sí, puede pensarlo, pero de ahí al fiel reflejo del pueblo que lo glorifica hay un trecho muy grande. ¿Puede alguien decir que no es socialista, ni capitalista ni ningún ista? Por supuesto que sí, puede decirlo, pero de ahí a creérselo y que su público le crea también hay una distancia enorme. Todos somos algo, sobre todo cuando trabajamos con la claridad de las palabras. Y no es un problema de censura, es un asunto de autenticidad con el tiempo que siempre lleva la obra de Arte. La conciencia de lo que hacemos con los significados nos da la estatura artística.

No hay política más grande que la reflejada en la Cultura y en las Artes de los pueblos. Políticos somos todos, aunque la contemporaneidad parezca decirnos que se acabaron las filiaciones ideológicas. Eso es lo que siempre han pretendido los dominadores: que no tengamos ni la menor idea. Es la mejor forma para el mantenimiento del vasallaje. Los que quieran contribuir a esa esclavitud tienen el camino bien abierto: el país vive sus tiempos más duros y sus enemigos de siempre están encantados. El que quiera ayudar a su pueblo a salir del atolladero también tiene los caminos abiertos: dígase lo que se tenga que decir, critíquese lo que se tenga que criticar, lúchese lo que se tenga que luchar, -lo hacemos todos en nuestro tiempo-, pero no olvidemos nunca la interminable Obra de Arte que han intentado estos 52 años de revolución, sin maestros y con ellos, sin alumnos y con ellos, sin héroes y con ellos, sin necesitarlos y necesitándolos. Es la única forma de ser cubano con ganas de ser feliz y queriéndolo también para los demás. Si esa generosidad no nos suena en los oídos es que jamás entendimos dónde nacimos, dónde nos criamos o con qué nos identificamos para creer que la vida podía ser realmente maravillosa.

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