Domingo Ravenet - La Jiribilla.- Los mejores artistas de Cuba siempre han estado a favor de la justicia social y con el pueblo. La historia así lo demuestra, desde la creación de la Revista de Avance en 1926 (luego 1927), que era considerada comunista a pesar de que entre sus redactores había intelectuales de todos los matices, hasta la revista Orígenes en época de Batista y de Grau. En todas las revistas de arte que se han publicado en Cuba, han dominado los intelectuales de izquierda. Esto prueba mi afirmación inicial. No puede, pues, haber contradicciones antagónicas dentro de los artistas plásticos cubanos que hemos amado siempre la Revolución social, que hemos cooperado para que ella triunfe en Cuba y que, ahora, tenemos el privilegio de poder contribuir con nuestro esfuerzo a lograr un mayor éxito en la inmensa obra creadora de la Revolución.


Que existen contradicciones es un hecho inequívoco; sin embargo, no creo que ellas perjudiquen al ulterior desarrollo del Arte Revolucionario Cubano; las contradicciones evolutivas, propias del desarrollo, son altamente beneficiosas. Es como el abono de las ideas para que surjan conceptos transformadores. Así, pues, la contradicción es útil, es necesaria.

Cuando hagamos un cuadro o una escultura que sea amada por nuestro pueblo dentro de diez o 20 años... la obra de arte que no responda a nuestro desarrollo revolucionario se devaluará por sí misma. A este propósito cabe citar una frase de Ernest Fischer: “El artista socialista cree que la posibilidad del desarrollo del hombre es ilimitada, sin creer, no obstante, en un estado paradisíaco final; sin desear en realidad que termine la dialéctica fructífera de la contradicción...”

Creo firmemente en el triunfo de las ideas llenas de un humanismo actual respecto al mundo exterior y a las normas tradicionales de belleza. Creo firmemente en el triunfo del esfuerzo de nuestros artistas socialistas, que unidos en una aspiración, estamos comprometidos a conquistar para Cuba, un puesto valioso, a la altura que nuestra Revolución nos ha asignado en el mundo: un puesto de orientación americana.

Un arte nuevo del Caribe donde la mirada y las fuerzas de la naturaleza nos obligan a producir, por necesidad, con la tónica de nuestro sol, desde las violencias cegadoras hasta los más tiernos matices del trópico que nos invade. Desde la exaltación de la rebeldía contra la opresión capitalista, hasta la unión desinteresada por la construcción de un mundo ideal.

Nuestro objetivo es utilizar esas fuerzas en mutación constante equilibrándolas por la razón.

Nos negamos al sometimiento de las fuerzas mecánicas, que niegan el rol de la libertad frente a la necesidad. Queremos poner nuestra fuerza creadora al servicio del porvenir, en el corazón del hombre.

Queremos dar nacimiento a una nueva vida, a un arte de raíz universal, donde exista “un álgebra de la esperanza” con la fuerza de un amor del Caribe.

Tenemos que superar nuestras pequeñas rencillas de grupo. Tenemos que trabajar por una causa común con entusiasmo y sin espíritu sectario. ¡Que la unidad de propósitos presida nuestros actos! Esto es indispensable para trabajar colectivamente en arte. En relación con esta idea, cito un párrafo de la ponencia de nuestro compañero Enrique Moret: “Si escarbamos un poco en la historia veremos que el arte objetivo y el arte subjetivo ‘siempre’ existieron y que no se excluyeron, más bien se complementaron. Testimonios gráficos de la historia del arte en proporción incalculable así lo demuestran...”

Así, pues, creo que nuestra Revolución no trata de imponer a nuestros artistas un concepto unívoco del arte, sino más bien lo que trata de obtener es un concepto variado, con una unidad de propósitos.

¿Puede existir el arte sin artistas? ¿Puede existir el artista sin la libertad? La necesidad de arte se produce solamente en la libertad de los artistas. El artista socialista expresa una cultura de arte y la cultura es y ha sido siempre, una expresión de clase.

Los artistas que trabajan y utilizan la intuición como vehículo del conocimiento, conciben una realidad que su sensibilidad hace nacer y su libertad ordena razonadamente. Hay un mundo inconmensurable de vivencias que surgen del trabajo cotidiano y enriquecen nuestra vida.

El hombre, estudiando el gesto creador de la naturaleza, se funde con ella, y la materia plástica, adquiere un sentido de unidad en movimiento.

El arte nuevo surge del trabajo de los artistas, no de los críticos y teorizantes del arte. Sin embargo, la crítica es útil y a veces pedagógica; necesitamos de ella, ya que no puede haber obra de arte sin espectador que la asimile y la complete.

El hombre, que forma parte de las cosas y está dentro de ellas, debe aspirar a crear un arte a su semejanza. Solamente se admite como real lo que se conoce... pero cuando el hombre crea, hace nacer una cosa; adquiere su conocimiento y lo hace conocer al mundo; así la creación provoca realidad y conocimiento.La materia, desde el punto de vista plástico, tiene su vida propia; ella participa directamente en el resultado final de una obra de arte. La materia es el rico elemento de expresión con que cuenta el artista para traducir su mundo. Ella posee todas las propiedades necesarias para expresar las ideas. Pero lo que admiramos en la obra de arte es la huella del hombre reflejada en la materia. Nuestra meta debe ser la de reflejar al hombre que surge.

Comentario histórico sobre el inicio del Arte Moderno cubano

Por pertenecer al grupo de pintores que desde el año 1925 mostraron su rebeldía contra la Academia y el academicismo estéril en que se proyectaban los pintores de aquella época, me creo obligado con mis compañeros jóvenes, a realizar un breve análisis histórico del desenvolvimiento de la plástica moderna cubana, que a través de estos 40 años ha llegado a tener alguna resonancia internacional.

En 1926, Víctor Manuel y yo organizamos la primera exposición de Arte Moderno Cubano en la Asociación de Pintores y Escultores. El grupo era muy reducido: Carlos Enríquez, que acababa de llegar de New York, Marcelo Pogolotti, Gattorno, Lam —que en ese momento era impresionista y preparaba su viaje a España—, Jorge Arche, Arístides Fernández, José Manuel Acosta, Radda —una pintora expresionista que vivía en París— y quizá otro que no recuerdo.

Esta exposición tuvo la virtud de provocar una reacción contradictoria por parte de nuestros profesores y pintores conocidos de aquella época, y dio comienzo a una lucha encarnizada entre los académicos y el movimiento de arte que se iniciaba. Esta lucha se hizo cada vez más apasionada, llegando hasta las agresiones personales.

A partir de ese momento se van nutriendo nuestras filas, Abela, Amelia Peláez, Ponce; más tarde en 1937, Mariano, Portocarrero y Martínez Pedro; después Cundo Bermúdez, Mario Carreño, Mirtha Cerra, Carmelo, Roberto Diago, Julio Girona, Felipe Orlando, Osvaldo, González Puig, Sandú Darié y otros. La obra en conjunto de todos estos pintores se fortalecía, y ya en 1940 había una conciencia colectiva y una intención común: la creación de una pintura que, teniendo raíz universal, tuviera características cubanas.

No teníamos una valiosa herencia siboney ni taína; entonces surge la necesidad de estudiar nuestro pasado pictórico. Por encargo del entonces Instituto Nacional de Artes Plásticas, hicimos un trabajo de estudio e investigación a través de la Isla, para descubrir y revalorizar la obra dispersa de nuestros antepasados. Este trabajo requirió un año de labor, organizándose una exposición en la Universidad de La Habana titulada 300 Años de Arte en Cuba que recogía, desde la “india Habana” —escultura hecha y fundida en Cuba en el año 1632—, pasaba por la época colonial, hasta llegar a los pintores de 1940. Se publicó un catálogo en forma de libro con 110 páginas, datos biográficos y numerosos grabados.

El éxito popular fue enorme, ya que más de 40 mil personas desfilaron por sus salas. Quiero rendir aquí homenaje a nuestro compañero Guy Pérez Cisneros, crítico de arte, entusiasta animador de la pintura cubana que, desde 1937, se unió al movimiento renovador y participó responsablemente en la organización de estas exposiciones. Pérez Cisneros fue siempre, hasta su prematura muerte en 1952, un responsable y activo crítico constructivo. Para su memoria y su actitud, nuestra mayor simpatía y reconocimiento.

En 1941, organizamos por encargo de la UNESCO la Exposición de Arte Cubano Contemporáneo en el Capitolio Nacional. Se editó un precioso catálogo con muchas reproducciones en blanco y negro y diez a todo color. Esta exposición se organizó con motivo de la segunda Conferencia Americana de Comisiones Nacionales de Cooperación Intelectual. Entre los asistentes se encontraba el director de cultura de Francia, monsieur Loger y el gran esteta francés Henri de Focillon, que recibieron con entusiasmo la exposición y predijeron para Cuba un triunfo americano.

Ya en 1946, para devolver una exposición de arte mexicano que nos había enviado la vecina república, organizamos, por encargo del Ministerio de Estado —con entera libertad—, una exposición para enviar a México. La exposición se titulaba Pintura Cubana en México; se imprimió un bello catálogo con más de 40 reproducciones, un cartel impreso a cuatro colores por Mariano y la asistencia de 23 pintores cubanos. En Cuba, provocó una explosión de protestas. La Academia Nacional de Artes y Letras, los pintores de San Alejandro y sus críticos suscitaron polémicas en los periódicos y revistas, defendiendo tesis que fueron destruidas por los intelectuales de más prestigio de Cuba.

En medio de la polémica, salimos para México y esta exposición despertó, como esperábamos, un cálido elogio y gran entusiasmo; se publicaron una veintena de críticas y opiniones en distintas revistas y periódicos mexicanos. Dos de ellas eran de ataque, pero cuando comenzamos su lectura, nos dimos cuenta enseguida de que eran los empolvados académicos de allá, que comenzaban su ataque destruyendo la obra de Rivera, Orozco y Xiqueiros. Elogiaron el arte moderno cubano por escrito, figuras de relieve americano como las de Diego Rivera, Alfonso Reyes, Gabriel García Marotto, José Clemente Orozco, Lázaro Cárdenas, Emilio Abreu Gómez, Rodríguez Lozano, David Alfaro Xiqueiros, entre otros.

Acabo de entregar a la biblioteca de la UNEAC, los tres catálogos antes mencionados, por entender que tienen algún interés para nuestros jóvenes artistas y estudiosos. Si le interesa a la Dirección de Artes Plásticas de la UNEAC, tengo también a su disposición los 36 escritos aparecidos en revistas y periódicos de México y Cuba en 1946. La parte más numerosa de estos artículos fue la aparecida en México.

Digno de mención, por su original concepto, fue el comentario de Rivera del que voy a extraer algunos párrafos: “Lo primero que se desprende de las pinturas de los huéspedes cubanos, es una alta calidad estética, especialmente una gran riqueza de materia y color, por lo menos el 90 por ciento de las obras de esta exposición acusan una sola y definitiva influencia general, de Picasso en sus diferentes modalidades, pero nadie puede influenciarse de Picasso más legítimamente y con resultados tan positivos como los cubanos.

“Picasso es hijo de una dama cubana y de un pintor andaluz. Su carrera comenzó a refulgir cuando le hirvió la sangre africana que tiene y con el genio de audacia sin límite y de exactitud absoluta que posee, entendió que en ella estaba su ascensión. Antes de la influencia de lo negro que existe en Picasso, aun en las llamadas maneras ‘azul’ y ‘rosa’, era un buen pintor como otros muchos. Hubiera sido un gran pintor como otros muchos, pero nunca el anunciador genial de la pintura moderna y el mayor de los grandes, como es... Ahora los cubanos reivindican lo mejor que tienen que es lo cubano y se lanzan dentro de lo cubano, sobre lo mejor de lo cubano, que es lo negro. No solamente en los cuadros que acusan un parentesco inmediato con Picasso, parentesco como de hijo a padre, como en el caso del gran pintor Wifredo Lam, sino en todos los demás, aun cuando ese parentesco no sea aparente, vive en él, el sentido ‘afroamericano’. Precisa decir con toda claridad que ni una sola de las obras presentadas es una obra indiferente. Todas ellas contienen una intención y calidad absolutamente apreciables, por eso es inútil una lista de nombres... La pintura cubana que vemos aquí, selección de lo más vital que contiene la Isla, es una gran posibilidad, el resorte más potente de definición nacional que tiene Cuba, en su coeficiente africano. Aun del lado español, a lo que más se parece un cubano es a un andaluz. No en balde Picasso es un andaluz cubano y el andaluz no es sino el puente entre África y el resto de España, con la Alhambra y la mezquita que son esplendor netamente rítmico... Tenemos orgullo de lo africano que en Cuba significa por sí mismo tomar posturas antiesclavistas, antimperialistas y libertadoras. Es preciso que todos los cubanos que tengan esta posición, la levanten como una bandera magnífica y lo que hoy es arte cubano, sea mañana arte del Caribe...”

Desde 1946 en adelante la pintura cubana adquiere mayores bríos, se va enriqueciendo sucesivamente por muchos artistas jóvenes con talento, su impulso rebasa nuestras orillas... Surgen nuevos animadores que utilizan la rica veta de nuestra creación y la llevan a exposiciones colectivas fuera de Cuba.

Después del triunfo de la Revolución, la pintura cubana permanece estática en los primeros momentos, va adquiriendo conciencia de la transformación radical que se está operando, e inicia un movimiento de conquista y creación que, muy pronto, se verá coronado por mayores éxitos.

Este foro es testigo de nuestras inquietudes. Se han enviado varias exposiciones colectivas a los países socialistas. Jamás en Cuba se ha realizado por gobierno alguno la campaña intensa de divulgación de las artes como ahora se hace. Se han expuesto obras de magníficos pintores latinoamericanos. Se han traducido y publicado varias obras valiosas de estética. A diario se inauguran exposiciones de pintura.

El único punto que no se ha atacado debidamente y en su raíz, es lograr que el público adquiera la sensibilidad necesaria para el disfrute de la obra de arte.

De la apreciación artística y la educación

Ya es hora de que la apreciación artística se explique como asignatura obligatoria en las escuelas para maestros primarios; el Ministerio de Educación tiene conciencia de ello... pero, ¿dónde están los maestros especializados? No los hay... Sin embargo, la solución debe salir de los estudios que realice la UNEAC por todas las secciones.

Hasta ahora la Revolución se ha ocupado de lo esencial para subsistir, defensa, producción, educación general; ya vamos equilibrándonos y resolviendo los problemas vitales, ya es hora de que en la reorganización de la enseñanza se contemple la necesidad de la apreciación artística. Esta tarea es larga para que llegue a dar fruto. Pero cada cosa vale lo que cuesta, es decir, mientras más trabajo cuesta adquirir una cosa más valiosa es.

En todas las ponencias de los compañeros que me precedieron se hace énfasis sobre la necesidad de la educación plástica de nuestro pueblo. Gran cantidad de sugerencias y proposiciones se hacen en este sentido. Nosotros hemos analizado sus proposiciones y entendemos que hay una, la más importante de todas y en que todas coinciden: la que se refiere a la cultura de nuestro pueblo. Entiendo que cultura no quiere decir solamente instrucción, tampoco quiere decir solamente educación.

La verdadera cultura solamente se adquiere con el desarrollo dialéctico de lo aprendido dentro de una sociedad. La cultura es expresión de clase. También la adquieren los autodidactas, por impregnación del mundo que los rodea en todas las fases del conocimiento humano.

La dificultad que confronta la Revolución reside en la escasez de maestros con conocimiento suficiente para impartir la enseñanza de apreciación artística. La primera tarea que debe emprender la UNEAC es la de fomentar, por el organismo encargado de su ejecución (a mi juicio, el Ministerio de Educación), la creación de una Escuela de Apreciación Artística a la que tendrían acceso los alumnos graduados de las escuelas para maestros primarios que deseen especializarse en arte.

El cuerpo de profesores tendría que ser formado por los pocos especialistas que hay en Cuba. Las asignaturas comprenderían todas las ramas del arte. Esta escuela no deberá nunca fabricar artistas, sino educar a los maestros en la historia y la apreciación de las artes: pintura, escultura, poesía, música, danza, cine... darles conocimientos de apreciación artística. Se trata de la formación de cuadros o brigadas de maestros que tomen un curso de especialización para librar la batalla de sensibilizar a nuestro pueblo en la apreciación de las artes; pero no serán ellos, que serían muy pocos, los encargados directos de esa educación. Ellos serían los encargados de llevar ese conocimiento a los miles de aspirantes a maestros que actualmente estudian en las numerosas escuelas para maestros de la Isla.

Ponencia dictada en el simposio de Artes Plásticas de la UNEAC

Este artículo pertenece al libro Ravenet revela a Ravenet

Imágen: Ravenet y Víctor Manuel, 1925 - Archivo de la familia Ravenet

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