La periodista italiana afincada en Cuba Ida Garberi entrevista para Cubainformación TV a Rosa Miriam Elizalde, periodista, editora del sitio Cubadebate y una de las figuras clave del periodismo cubano actual, especialmente en su dimensión digital. Autora o coautora de los libros “Antes de que se me olvide”, “Jineteros en La Habana”, “Clic Internet” y “Chávez Nuestro”, entre otros, Elizalde se doctoraba recientemente en Ciencias de la Comunicación Social con su tesis “El consenso de lo posible: Principios para una política de comunicación social en el escenario de la convergencia mediática desde la perspectiva de los periodistas cubanos”. Equipo: Ida Garberi, Juan Caunedo, Patricia Moncada, Javier Garijo y José Manzaneda.

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- Hablemos de tu tesis doctoral, en la que, al inicio, hay una frase: “La política de comunicación en Cuba necesita actualizarse, es un axioma”. ¿Nos puedes aclarar esto?

- Venimos de un modelo de gestión de la prensa bajo el viejo paradigma, donde sólo existían los medios de comunicación masiva. Pero el mundo ha cambiado. Con la irrupción de las nuevas tecnologías se terminó el modelo de hiperconcentración de los medios, también en Cuba. En el nuevo mapa mediático coexisten medios tradicionales junto a los llamados medios sociales que, de alguna manera, ponen en sordina todo ese mecanismo vertical de construcción de la información que conocíamos hasta hace veinte años. Parecería que en Cuba eso no tiene tanto impacto debido a la precariedad de la red de Internet. Lo que pasa es que en Cuba se está produciendo la irrupción de redes más informales, aunque vinculadas con las tecnologías, que aportan importantes flujos de información, desde el correo electrónico y la telefonía celular a las memorias flash.

-¿Y cuál es el reto actual?

-El reto es cómo diseñar un nuevo modelo de comunicación en las nuevas circunstancias socio–históricas, y en la perspectiva de un país socialista que está tratando de mantener su independencia y soberanía en unas condiciones tan difíciles y con muchísimas limitaciones –aún– para el acceso a las tecnologías.

Y con la paradoja de que, aunque la conectividad es precaria, la población está altamente preparada para convivir en ese nuevo escenario. A partir de la teoría de los análisis de las políticas públicas, mi tesis doctoral analizó el nuevo modelo de comunicación social necesario en Cuba para transitar a ese escenario, manteniendo los valores estratégicos de la sociedad cubana.

- ¿Investigaste en toda la Isla?

- Cuando empecé la investigación, existía un proceso de debate en todas las redacciones de prensa del país, en el que estaban participando activamente los periodistas. Tuve acceso a todo el material que se generó de esas discusiones: relatorías, ponencias, actas, informes de las 182 delegaciones de base de la UPEC (Unión de Periodistas de Cuba), mas de 4.000 páginas de documentos... Me permitió segmentar toda esa información. ¿De qué hablaba la gente, cuál era el diagnóstico? Los periodistas, en las asambleas, dicen cuál es el problema pero también apuntan a soluciones y a principios. Por eso trabajé esos elementos dividiéndolos en tres grupos: los elementos de diagnóstico, los elementos de principios que se deberían mantener y las propuestas que daba la gente sobre cómo gestionar esos nuevos principios.

A partir de ahí, tuve la suerte de trabajar con toda la población periodística del país. Arduo trabajo de campo con algunas técnicas para poder filtrar esa información, con métodos de análisis cualitativos y cuantitativos. La propuesta siempre fue dotar al país de un instrumento que permitiera pensarnos, repensar el sistema para la nueva circunstancia manteniendo los valores estratégicos, con un sentido de pertenencia al país, a la profesión, que coincidía con esos valores axiomáticos de la prensa y de la Revolución.

- ¿Podrías hacer un resumen de la propuesta que hiciste para lograr un nuevo modelo de comunicación en Cuba?

- Cuando se habla de que la comunicación es un espacio de gestión de la participación ciudadana, estás pensando en que el sistema no se enfoque solo a la oferta informativa sino que trabaje con las agendas del país, que incorpore el espacio de comunicación como espacio deliberativo de participación efectiva; no sólo decir lo que se piensa sino que tu opinión impacte en las decisiones de políticas públicas instrumentadas en el país, que se vaya a un nuevo modelo de gestión de la prensa, y que parta desde la audiencia, que esté acompañado con estudios de esas audiencias.

Hoy, como pasa en el resto del planeta, en Cuba la audiencia está muy atomizada. Los intereses de un ciudadano que vive en Guanabacoa no siempre coinciden con los de otro que esté en Guaracabuya. Esas cosas hay que sostenerlas sobre la base de la ciencia, no del sentido común. Hace falta la ciencia y la ética, un modelo que evalúe permanentemente este sistema y sobre todo que de espacios de participación y se aboque hacia un modelo de gestión de la prensa que tenga en cuenta los dos escenarios del espacio público: el tradicional y el digital, y también los intereses de audiencias más jóvenes.

Por supuesto necesitamos una política y más normativas que permitan ordenar ese tránsito y enfoquen lo estratégico. La última ley de comunicación de Cuba es la de la colonia. Cuba no ha tenido una ley de comunicación desde el siglo XIX. No es algo para responsabilizar necesariamente a la Revolución. Tuvimos artículos en la Constitución de 1902, de 1940 y de 1976 que refrendaban la libertad de expresión.

En el caso de la Constitución de 1976 se habla de que los medios en Cuba serán estatales y sociales. Uno de los problemas que hemos tenido en todos estos años es que ha habido una enorme confusión entre lo estatal y lo social en la prensa. Uno de los elementos que plantea la tesis es que esto hay que definirlo muy bien, pues lo que se ha producido en la práctica es una estatalización de la prensa al punto de que, medios que son sociales, terminan siendo identificados con propuestas gubernamentales.

En general, estamos partiendo de una experiencia que, aun cuando tiene estudios previos, no puede explicar sus problemas y sus virtudes, al margen de la circunstancia histórica en la que la Revolución ha tenido que construir el país desde una trinchera. El reto ahora es buscar las soluciones para este momento y terminar de crear un modelo que nunca existió. No hay un modelo de prensa en el socialismo. La Unión Soviética no lo creó. No lo ha habido en Cuba. Ahora tenemos que hacer ese modelo desde Cuba en la nueva realidad, que permita acompañar los procesos políticos y culturales sosteniendo los valores y los principios de la Revolución cubana.

- Las leyes de medios de comunicación de Argentina o Ecuador ¿piensas que pueden ser inspiración también para Cuba?

- Las políticas públicas de comunicación en América Latina están a la vanguardia mundial. Nosotros venimos de una experiencia en políticas públicas de comunicación en la que, como dice Martín Barbero, el Estado sigue legislando para el pasado mientas el mercado está legislando para el futuro. Muchas veces, cuando aún son extraordinarias –como el caso de Argentina– todavía no alinean los contenidos con la infraestructura y con los medios.

Cuando ves una política comunicacional generalmente está enfocada en los contenidos. La política de infraestructura va por otro camino, y creemos que parte del esfuerzo que debemos hacer es alinearlas.

En cualquier caso, esas políticas públicas son una referencia importante para Cuba, aunque en esos países tengan dramas que no tenemos aquí. En el caso de Ecuador y Argentina, tienen en contra el monstruo de la monopolización y la transnacionalización de los medios, algo que en Cuba no tiene espacio.

Pero, en la esencia, estamos metidos en la misma discusión: ¿cómo hacer un sistema de medios públicos que sirva y defienda los intereses de las grandes mayorías, sin hacer concesiones de calidad? Porque, además, se ha alineado, en el imaginario creado, al sistema de medios públicos con lo pedestre, de baja calidad, cuando no es así. Canal Encuentro de Argentina es un ejemplo. Es una maravilla comprobar cómo, con las mejores exigencias estéticas y de la producción audiovisual contemporánea, están produciendo programas de altísimo nivel de calidad que alcanzan altos rating sin hacer concesiones estéticas ni de contenidos ni de principios.

Nosotros también tenemos modelos extraordinarios en nuestro pasado histórico. Por ejemplo, el sistema de medios que tuvo el Partido Socialista Popular –el antiguo Partido Comunista– en la década del 40 al 50 en Cuba, que llegó a tener un periódico extraordinario como «Hoy», donde escribían grandes escritores, desde Alejo Carpentier a Juan Marinello; que logró montar una emisora como la 1.010 por donde pasó todo el talento de la cultura, donde Carpentier tenía incluso un programa. Donde el slogan era “vendemos los espacios pero no vendemos los principios”.

Ese es otro elemento del modelo que estamos proponiendo defender, siendo un sistema de propiedad social y estatal. Podemos ir a modelos de gestión que permitan hacer sostenibles esos medios sin enlazar con el mercado, todo lo contrario. La prensa no debe ser financiada totalmente por el Estado como una virgen vestal, cuando estamos conviviendo con modelos en los que los medios pueden generar productos culturales, algunos de gran calidad, que generan grandes ingresos en las economías de todo el mundo. Podemos perfectamente ayudar al sostenimiento de esos medios para el fomento de la comunicación, no como negocio, sin tener que ser una carga abrumadora para el Estado.

- ¿Haciendo autogestión, como cooperativas?

- Y con otros modelos de gestión. La cooperativa todavía no nos la hemos planteado tanto en el horizonte. Un medio digital como Cubadebate ¿por qué no puede tener un servicio de sms para celulares a bajo costo, o recibir cierta publicidad como otros medios de prensa digitales, o crear un esquema no de negocio para enriquecer a un grupo de gente y finalmente subordinar nuestros principios editoriales, sino para ayudar a sostenerlo?

En la prensa de la izquierda hay referentes extraordinarios como el periódico «La Jornada» de México, uno de los más leídos de América Latina, con mas de un millón de lectores diarios. En su página web incrusta publicidad, pero no cede ni un milímetro de sus principios esenciales. Esos modelos no son contradictorios con lo principios que defiende el gremio profesional ni con las posibilidades de hacer una prensa mucho más profesional.

Siempre recuerdo una frase de Rosa Luxemburgo: “para ser un buen revolucionario y un buen escritor primero debes ser un buen escritor”. Y también la frase de Hemingway: “para que Ud. critique a Balzac, tiene que escribir mejor que Balzac”. Es decir, nuestro modelo se tiene que proponer ser de mucha más calidad profesional que la prensa capitalista que nos está haciendo la guerra política, ideológica y cultural.

- ¿Y tu tesis, que fue premiada como una de las mejores del 2014, piensas que puede ser útil para la futura prensa cubana?

- En Cuba se está discutiendo un proyecto que se va a presentar al Buró Político (del Partido Comunista de Cuba) y que después se discutirá con los profesionales. Hay un reclamo unánime de los periodistas cubanos en un marco que asiente principios y derechos del ejercicio de la profesión en Cuba. Si se aprueba, generará un entorno que permitirá que tesis como la mía puedan ejecutarse. Mi propuesta no es de un modelo teórico. Es un modelo de innovación institucional. En otras palabras, es como el esquema de un edificio, un punto de partida. Y le faltan otras visiones para avanzar hacia esa nueva arquitectura. Hay un teórico mexicano que yo adoro que se llama Jesús Galindo Cáceres, que dice que el reto fundamental de la sociedad contemporánea es de ingeniería social, porque estamos conviviendo en una sociedad que tiene un pie en una capa tectónica del siglo XIX, con estructuras del Estado ordenadas, que tienen que ver con lógicas de ese siglo, y otro pie en un nueva realidad que está sostenida sobre catacumbas virtuales, con procesos emergentes y redes horizontales.

Aquí estamos conviviendo con ese escenario en este país bloqueado, impedido de utilizar nuevas tecnologías y cercado con miles de prohibiciones para acceder a servicios en Internet que –en el mundo– son gratuitos, con una sociedad muy preparada para esa nueva realidad y que necesita de esos espacios para avanzar hacia los caminos que se ha propuesto como país.

 

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