Ariel Dacal Díaz, educador popular cubano. Foto: Jon Urbe / Foku.


Mikel Zubimendi

Gara / Naiz

Nacido en Camagüey en 1974, doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana, ha publicado el libro ‘¿Hacia dónde va Cuba? Proyecto, política y cotidianidad’, donde analiza el proceso de reforma, con crítica y proposición, con contradicciones y certezas, y sobre todo, muchas utopías.

Tras haber dado una conferencia en la Fundación Iratzar, Ariel Dacal recibe a NAIZ con una sonrisa, dispuesto a tratar los cambios en Cuba, analizados a través de sus trabajos de investigación en la última década.

Inquieto, curioso, ofrece vasta información y grandes dosis de reflexión. Por momentos impaciente, en algunos temas cuestiona la dirección de esos cambios, desde su apuesta por una Cuba socialista, desde el profundo amor y compromiso con su patria.

En su libro cuenta breves historias cotidianas, más allá de la crónica. La tesis es: o el socialismo se disputa en el día a día, en los valores y estructuras que lo soportan, o no será una vía eficiente para superar al orden social capitalista que también disputa espacios.

Es una integración de análisis, investigaciones y entrevistas que hice durante diez años en el proceso de reforma más reciente, que empezó en 2008 y concluye con la aprobación a través del voto popular de la Constitución cubana de 2019.

Es como una narración de ese proceso, sus polos, sus contradicciones. Y esto tiene que ver, en primer lugar, con mi comprensión del proyecto de la Revolución cubana, que no se limita a 1959, sino que es la evolución de una propuesta de justicia, de igualdad y de independencia. Abordo las discusiones que se dan en ese proceso, con leyes, con sujetos económicos, y tiro de la cotidianidad, como todo eso se refleja en opiniones y visiones.

No es una crónica, sino tomar la cotidianidad y desde ella hacer reflexiones más políticas, porque la política se realiza en la cotidianidad, pero no siempre la cotidianidad interpreta sus condiciones políticas. «¿Hacia dónde va Cuba?» es la pregunta que me hago a partir de las condiciones que se van generando en ese proceso.

Cuba es un Estado socialista en estado de crisis. ¿El proceso de reforma asienta valores siempre afines al proyecto de la Revolución?

Previo al verbo asentar está el verbo disputar. Hoy se disputan valores, estructuras, muchas Cubas posibles, y dentro de ellas hay por supuesto contradicciones, e incluso antagonismos. Muchos de esos valores están asentándose en el imaginario, en los discursos académicos, en el sentido común, pero no lo definiría en condición de asentado, sino más bien es todavía un proceso de disputa, con ventajas, con avances.

«No creo que estemos en condiciones de afirmar que las placas tectónicas de la sociedad cubana hayan terminado de asentarse»

No creo que estemos en condiciones de afirmar que las placas tectónicas de la sociedad cubana hayan terminado de asentarse.

En Cuba conviven viejas y nuevas maneras de hacer política, la pluralidad política es un hecho irrefutable. ¿Está el Estado cubano preparado para metabolizar todo eso?

La estructura estatal cubana está metabolizándolo. La pregunta sería a qué ritmo, qué tendencias priman. Ahora, ¿que eso implique que se tenga un control sobre el proceso? No hay garantías. ¿Que implique que se tenga claridades en el curso posible del proceso? No podemos hablar en esos términos. Pero el Estado cubano está vivo, en la sociedad cubana hay movimiento ahora mismo, con independencia del signo y del carácter.

La búsqueda de unidad ha sido una constante en la lucha cubana y su deterioro, causa de derrotas. La diversidad de opiniones es parte del debate cotidiano, pero ¿tiene una representación efectiva en el cuerpo político? ¿O prima una unanimidad exagerada?

En ese proceso de metabolización no ha sido suficiente la creación y el asentamiento de mecanismos que permitan canalizar esa pluralidad. Ese es un dato importante. Lo que no significa que no haya habido avances, pero no han sido suficientemente encaminados. Creo que el tránsito debe ir de una unidad en la unanimidad a una unidad en la diferencia. Somos diferentes, somos plurales y aun desde esa diversidad deberían encaminarse los sentidos de la unidad.

Un sabio cubano, Fernando Ortiz, comparó la cultura cubana con el ajiaco, esa sopa donde se echa de todo, se le da calor, se mezcla y llega un momento en el que los ingredientes pierden sus cualidades identificativas y todo eso es el resultante de un sabor nuevo. ¿Se puede trasladar el ajiaco a la política?

La política es parte de la cultura. Si hay una cultura política, hay una comprensión del lugar en el mundo, individual, social o de clase. Esta idea del ajiaco como modo de afirmar nuestra identidad cultural, que incluye nuestra identidad política, está matizada por otra comprensión del propio Fernando Ortiz, que es la transculturación. Ese encuentro entre culturas produce algo distinto. ¿Estamos viviendo un proceso de transculturación política en Cuba? Lo dejo como pregunta.

Los cubanos deciden su destino, para bien y para mal. Fidel lo dijo en 2005: «Esto nadie puede acabarlo de afuera, los únicos que podemos acabar esto somos nosotros si no actuamos en correspondencia». ¿Esa idea se mantiene?

En un mundo interconectado hay muchos condicionantes. Y más en aquellos países que no son centrales en el diseño global y que no tienen sedimentadas determinadas soberanías. No se puede desatender el contexto internacional en el que estamos viviendo, en el cual un proyecto de justicia, soberanía y de empoderamiento de la clase trabajadora, que le ponga límites a la expansión del capital y a las relaciones sociales que genera, está condicionado por un entorno global que no es favorable.

«El problema de EEUU no es con el socialismo, es con la nación cubana»

20 años después de aquella idea de Fidel, el mundo no se parece mucho a aquel. Los destinos políticos de un país son directamente proporcionales de la gestión política de las condiciones en las que existe. Y entonces la gestión política de nuestras condiciones internas es, será y fue la que canalizará el desarrollo en una dirección o en otra. A esa lucidez de Fidel es importante también hacerle preguntas lúcidas.

En la historia de la nación cubana, la base del consenso patriótico ha sido la defensa de la independencia y soberanía nacional, siempre amenazada por pretensiones imperialistas. Y ahora, por una cultura del individualismo.

No soy de los que peor la está pasando en Cuba, habría que preguntarle a los que peor la están pasando e incluso a los que mejor la están pasando. Hay un discernimiento a hacer muy importante: una cosa es la nación y otra el modelo de sociedad que encamine esa nación, en este caso el socialismo.

La identidad nacional, el sentido de nación, incluso para hablar mal de Cuba, tiene manifestaciones muy diversas, pero muy sólidas también. Tiene esa visión de Cuba en superlativo, las mejores playas, los mejores lagos, tiene que ver con esa defensa. Hay un sentido de nación que debemos aclarar más, incluso en la política exterior, ese concepto de que todos somos cubanos estemos donde estemos.

Pero hay que tener claro otra cosa. El problema de EEUU no es con el socialismo, es con la nación cubana. La sociedad cubana va a tener conflictividad con EEUU tenga socialismo, capitalismo, o tenga feudalismo o prehistoria.

Ariel Dacal. (Jon URBE | FOKU)

Ahí está esa idea racista y colonialista: los problemas de Cuba solo se solucionan con la guía y protección de EEUU.

Esa fue la justificación exacta en 1898 para invadir Cuba: Los cubanos no están preparados para gobernarse, no tienen cultura, son vagos. Pero 60 años de Revolución no han pasado por gusto. Ahora, qué modelo de sociedad acompaña y viabiliza esa nación es otra discusión. Algunos creemos que es el socialismo, otros no, pero este tema de la centralidad de lo nacional es y debe ser un punto central en cualquier agenda política.

Cuba produce un capital humano que el mercado nacional interno no puede absorber a plenitud. Y los cubanos emigran por millares.

Los seres humanos no son un capital ni un recurso, la idea de capital humano es una visión economicista. Cuba, como país pobre y periférico, tiene oleadas de emigración importantes. Ahora tenemos un pico significativo, pero pareciera que todo el problema migratorio del mundo es el cubano. Cierto, tiene un impacto enorme, en estructura demográfica, productiva, en estrategias de desarrollo.

«El mundo es otro, más agresivo, más inmoral, pero la política internacional de Cuba se mantiene: posicionamientos claros al lado de causas justas»

Hay un intento, o al menos debates, por reconvertir ese hecho no tanto en lo que sería deseable, que la gente no quisiera irse, que incluso seguiría queriendo marcharse en una situación de bonanza, porque Cuba no va a competir en una alternativa de producir beneficios individuales con EEUU y Europa, porque hay una estructura injusta que hace que el mayor nivel de consumo de las riquezas globales esté en el norte.

Debemos adaptarnos a un mundo profesional globalizado de cubanos y crear las condiciones para que sea itinerante.

Cuba ha tenido una diplomacia respetada en el mundo, ha dinamizado procesos de paz, ¿cómo ven, por ejemplo, el fenómeno Milei?

La diplomacia cubana, y la general, tiene la tensión de que se están quebrando los pactos, los límites para la convivencia internacional no se están respetando. Mira a Israel, si algún momento tuvo algún límite, a la actuación de EEUU y de Europa con su doble rasero. Cuando se rompen las reglas del juego, la pregunta no es a la calidad e instrucción de nuestros diplomáticos, sino a la selva a la que están llegando a pelear.

Y máxime estando en la parte más debilitada del tablero geopolítico. Hay que adaptarse porque el mundo es otro, más agresivo, más inmoral. Cuba suscribió la demanda de Sudáfrica en La Haya contra Israel. En política internacional sí ha mantenido lo que llamamos «posicionamientos claros al lado de causas justas».

Como cubanos, hemos recibido hermosísimas ofensas de Milei. Pero creo que es más sostenible la política de decencia internacional de Cuba que los alaridos de Milei. Recuerde qué dijo de los chinos, del Papa, y luego donde dije digo, digo Diego.

No es la primera vez en la historia que aparecen personajes de este tipo, y en condiciones bastante similares: agotamiento de paradigma, falta de sentido, la gente no puede más y quiere una idea diferente aunque no se la expliquen bien.

Cuba
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